Libia: fragmentos de un Estado fallido
Tras la ca¨ªda de Gadafi en 2011, el enclave norteafricano entr¨® en una espiral de caos y violencia de la que a¨²n?no ha salido. Desde abril se libra una batalla por el control?de Tr¨ªpoli. Quiz¨¢ la definitiva. Viajamos a un pa¨ªs partido, surcado de milicias, con millones de armas de fuego y miles de migrantes tratando de alcanzar Europa.
1. El pu?o de Gadafi
El pu?o dorado aprieta un avi¨®n F-111 estadounidense hasta partirlo. Muamar el Gadafi mand¨® construir esta escultura tras sobrevivir en 1986 a un bombardeo americano y la plant¨® a la puerta de su residencia y fort¨ªn militar en Tr¨ªpoli, la capital libia. Este complejo fue uno de los ¨²ltimos reductos del aut¨®crata. Fue bombardeado de nuevo por la OTAN y los rebeldes lo tomaron en agosto de 2011, cuando ya se hab¨ªan desatado los demonios de las primaveras ¨¢rabes y el pa¨ªs se hab¨ªa transformado en un campo de batalla internacional. Dos meses despu¨¦s, el s¨¢trapa fue hallado en Sirte escondido en una tuber¨ªa. Fue ejecutado por una turba. Y la escultura viaj¨® como un trofeo a Misrata, una ciudad costera al este de Tr¨ªpoli cuyas milicias fueron clave en el derrocamiento del dictador. Es uno de los atractivos del Museo de la Guerra, un despliegue de parafernalia b¨¦lica abandonada sobre la acera de una avenida gris¨¢cea. Tambi¨¦n hay tanques, tanquetas, misiles, municiones, cascos, cientos de casquillos desperdigados por el suelo; hasta un escenario que el Estado Isl¨¢mico us¨® para sus ejecuciones.
Entre la morralla se yergue el pu?o y se aprecia el dorado de su superficie ya desva¨ªdo y surcado de ¨®xido y agujeros de bala. El lugar parece abandonado. Los edificios de los alrededores muestran costurones de guerra. De uno de ellos cuelga un cartel con el dibujo de una paloma de la paz quebrando un fusil; una l¨¢mina tambi¨¦n avejentada. No hay paz para los libios. No de momento. Tras el brote democr¨¢tico de 2011 y la ca¨ªda de Gadafi, el pa¨ªs entr¨® en una espiral de caos y violencia que a¨²n no ha acabado.
2. Traficantes
Los relatos de los migrantes conforman una memoria oral de esta brutalidad. En Libia no es raro que aparezcan cad¨¢veres de africanos en arroyos secos. Sobre todo a las afueras de localidades donde se mueven con impunidad los traficantes de personas, como Beni Walid, un centro de distribuci¨®n de seres humanos, adonde llegan tras atravesar el desierto. Tsahaynes Zelalem, que tiene 16 a?os y el cabello cubierto con un velo, pas¨® por all¨ª. Habla en susurros, las cejas le palpitan de forma nerviosa, el reflejo de una herida interna quiz¨¢ irreparable. Su mirada es la de un animal apaleado. Su rostro parece una m¨¢scara a punto de quebrarse en mil pedazos cuando se le pregunta qu¨¦ encontr¨® en el viaje: ¡°He sido secuestrada, violada, torturada. He visto cosas que jam¨¢s hab¨ªa imaginado¡±. Llora sin ruido, con los ojos clavados en las baldosas. En su odisea, que comenz¨® en Eritrea en 2017, se mezclan guerras de traficantes y milicias descontroladas, el desierto, las fronteras porosas entre Sud¨¢n y Libia, compraventa de personas como si fueran ganado, zulos en lugares remotos, vejaciones de todo tipo y el pago de su libertad por unos 6.000 euros, abonados por su familia y su comunidad para que pudiera alcanzar Europa. No lo ha logrado. El trayecto, de momento, ha terminado en Tr¨ªpoli. Esta ma?ana espera su turno a la puerta de una cl¨ªnica que gestiona el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). En ella tratan a lo que llaman people of concern, susceptibles de ser consideradas como solicitantes de asilo. ACNUR calcula que hay unas 60.000 en esta situaci¨®n.
Con 2.000 kil¨®metros de costa a las puertas de Europa, el caos permiti¨® que Libia se convirtiera en un gran puerto de salida: entre 2014 y 2017 llegaron a Italia por esta ruta del Mediterr¨¢neo central unas 600.000 personas; m¨¢s de 10.000 murieron en la traves¨ªa. Bruselas reaccion¨® con un plan controvertido: la externalizaci¨®n de los servicios fronterizos. Desde entonces, Europa (bajo la batuta de Italia) ha formado a centenares de guardacostas libios. Les ha financiado y equipado. Ha dificultado la presencia de barcos de ONG en el mar hasta casi anular su presencia. Los libios han interceptado y devuelto a sus costas a m¨¢s de 30.000 personas, y el n¨²mero de llegadas a Italia ha ca¨ªdo a cifras que no se ve¨ªan desde la era de Gadafi. La pregunta es a qu¨¦ precio: la ONU acusa a la UE en un reciente informe de trasladar responsabilidades a un cuerpo de m¨¦todos reprobables y de forzar el retorno de personas vulnerables a un puerto ¡°no seguro¡±.
Paula Barrachina, responsable de ACNUR en Tr¨ªpoli, explica que, a medida que se ha cerrado esta ruta, en Libia se ha creado ¡°un tap¨®n¡±: la ONU calcula que hay m¨¢s de 700.000 migrantes varados en el pa¨ªs. La misi¨®n de Barrachina consiste en evacuar refugiados a trav¨¦s de un programa de reasentamiento. Pero la tarea resulta tit¨¢nica en este lugar crispado, el¨¦ctrico, impredecible, que ni siquiera ha firmado la Convenci¨®n sobre el Estatuto de los Refugiados, y en el que en cualquier momento pueden llover obuses de no se sabe d¨®nde.
3. El abismo
Libia es un agujero negro. Un Estado sin esqueleto donde conviven 6 millones de habitantes y hasta 20 millones de armas de fuego (tocan a m¨¢s de tres por persona). Hay unos 200.000 desplazados internos por la guerra, la corrupci¨®n infecta a gran parte de sus instituciones, los terroristas isl¨¢micos atentan de forma intermitente, los secuestros son habituales y las milicias se disputan a tiros barrios e instalaciones clave. Los analistas lo llaman ¡°conflicto de baja intensidad¡±, peligroso en la medida en que es impredecible. Se parece mucho a la anarqu¨ªa de las pel¨ªculas de Mad Max. D¨ªas antes de nuestra visita, a finales de enero, murieron casi una veintena de personas en una refriega entre se?ores de la guerra por el control del aeropuerto internacional, al sur de Tr¨ªpoli; en septiembre, en una batalla similar, murieron m¨¢s de un centenar. Desde el pasado abril, las escaramuzas se han convertido en una guerra, quiz¨¢ la definitiva, por el control de la capital.
Desde 2012, cuando los libios acudieron a las urnas por primera vez en m¨¢s de 50 a?os, el pa¨ªs se ha ido agrietando en una pugna por el poder. A finales de 2015, la ONU, liderada por el enviado especial Bernardino Le¨®n, logr¨® un consenso pol¨ªtico entre las distintas facciones. Se form¨® un Gobierno de Acuerdo Nacional, que primero rigi¨® desde T¨²nez y luego desde un buque en el puerto de Tr¨ªpoli, hasta que logr¨® el apoyo de las milicias y tom¨® posesi¨®n de edificios p¨²blicos. Con el sost¨¦n de la comunidad internacional, extiende su control por la regi¨®n de Tripolitania (el oeste de Libia). Pero no es el ¨²nico centro de poder. El pa¨ªs se encuentra partido en dos.
Al este, en la regi¨®n de Cirenaica, gobierna la C¨¢mara de Representantes, un Parlamento votado en 2014, luego declarado inconstitucional y exiliado en la ciudad de Tobruk. Su hombre fuerte es el mariscal Jalifa Haftar, autoproclamado comandante en jefe del Ej¨¦rcito Nacional Libio; un hombre cortejado por Rusia, que ha recibido apoyo militar de Emiratos ?rabes Unidos y Egipto, incluso de Francia (seg¨²n documenta Frederic Wehrey en el libro The Burning Shores) y al que muchos consideran la ¨²nica esperanza de reunificar el pa¨ªs.
Militar veterano de 75 a?os, Haftar form¨® parte del golpe de Gadafi contra la monarqu¨ªa libia en 1969. Era uno de sus hombres de confianza. Como un ¡°hijo¡± para el dictador. Ascendi¨® a comandante, lider¨® la guerra contra Chad en los ochenta. Durante la contienda fue capturado y abandonado por Gadafi. Cambi¨® de bando. Trat¨® de organizar desde Chad un golpe de Estado para deponer al dictador con ayuda de la CIA. El cerco de Gadafi le oblig¨® a huir en un avi¨®n de los servicios de inteligencia estadounidenses. Se estableci¨® en Virginia y colabor¨® con Washington para tratar de acabar con el r¨¦gimen libio. Volvi¨® a su pa¨ªs durante las revueltas de 2011. Con el recrudecimiento del caos en 2014, su figura tom¨® un nuevo impulso. Organiz¨® tropas y lanz¨® la Operaci¨®n Dignidad. En una entrevista incluida en Cr¨®nicas de un pa¨ªs que ya no existe, le cuenta al periodista John Lee Anderson sus motivos: ¡°No hab¨ªa justicia ni protecci¨®n (¡) la gente no pod¨ªa salir de sus casas de noche. Todo ello me perturb¨® enormemente. ?Acab¨¢bamos de dejar a Gadafi y ya ten¨ªamos esto? (¡) Todo el mundo me dijo lo mismo: ¡®Estamos buscando un salvador. ?D¨®nde est¨¢s?¡¯. (¡) Tras manifestaciones populares en toda Libia pidi¨¦ndome que interviniera, supe que estaba siendo empujado hacia la muerte, pero acept¨¦ de coraz¨®n¡±.
4. La guerra
El pa¨ªs es inmenso, tiene m¨¢s de tres veces la superficie de Espa?a y la poblaci¨®n de la provincia de Madrid. Cuando lo visitamos, Haftar dominaba gran parte del territorio y sus tropas avanzaban por Fez¨¢n, la regi¨®n del sur, un desierto infinito donde moran ej¨¦rcitos tuaregs, terroristas isl¨¢micos y milicias de Chad, Sud¨¢n y N¨ªger; por all¨ª atraviesan tambi¨¦n los migrantes y se encuentran los estrat¨¦gicos pozos de petr¨®leo de Sharara, que explota la compa?¨ªa espa?ola Repsol (Libia descansa sobre las mayores reservas probadas de ?frica y las novenas del mundo). ¡°La gente de Fez¨¢n lo est¨¢ recibiendo con los brazos abiertos. Si logra conquistarla finalmente, vendr¨¢ a Tr¨ªpoli¡±, nos cont¨® Mohamed el Hmady, representante pol¨ªtico de Adri, una localidad del desierto, de visita en la capital para entrevistarse con miembros del Gobierno.
Las tropas del mariscal dibujaban la forma de un pu?o que se iba cerrando en torno a Tr¨ªpoli. Todo parec¨ªa presagiar lo que ha acabado ocurriendo. El 4 de abril, Haftar anunci¨® la guerra contra la capital. Su avanzadilla pill¨® a la comunidad internacional con el pie cambiado. El secretario general de la ONU, Antonio Gut¨¦rres, se encontraba de visita en Tr¨ªpoli. Estaba a punto de celebrarse una conferencia nacional para pactar el marco de unas nuevas elecciones. El Gobierno de Acuerdo Nacional aglutin¨® enseguida a sus milicias para rechazar la ofensiva. La ciudad de Misrata aport¨® sus batallones. ¡°Haftar ha logrado unir a todas las fuerzas del oeste para hacerle frente¡±, cuenta Mohamed Omran, investigador y activista pol¨ªtico misrat¨ª, asesor en las negociaciones de paz y comandante en la revoluci¨®n de 2011. ¡°Desde el primer d¨ªa trata de presidir Libia con un golpe de Estado, no a trav¨¦s de elecciones. Tras esta traici¨®n, la lucha tiene que continuar hasta el final¡±. De momento, han muerto m¨¢s de 300 personas. Puede que solo sea un combate m¨¢s. Quiz¨¢ se trate de la guerra definitiva. Al cierre de este reportaje, cualquier desenlace parec¨ªa posible.
"Haftar tiene conceptos militares, no pol¨ªticos. Cree que Libia puede ser salvada con una operaci¨®n militar¡±, dice Bernardino Le¨®n,
ex enviado especial de la ONU
¡°Haftar esperaba que hubiera una gran reacci¨®n popular a su favor en Tr¨ªpoli¡±, dice Bernardino Le¨®n, enviado especial de la ONU para Libia hasta 2015. ¡°Pero no la ha habido. Vamos a ver qu¨¦ ocurre¡±. Durante las negociaciones, Le¨®n trat¨® dos veces con Haftar: ¡°Tiene conceptos militares, no pol¨ªticos. No habla de un proyecto de pa¨ªs, sino de seguridad y orden. Est¨¢ convencido de que Libia puede ser recuperada con una operaci¨®n militar. En mi opini¨®n, no entiende la realidad de Tripolitania. El pa¨ªs se enfrenta a problemas muy complejos¡±. El diplom¨¢tico define Libia en una palabra: ¡°Fragmentaci¨®n¡±. Un pa¨ªs sin sentimiento de pa¨ªs. Unido en su momento contra un enemigo com¨²n. Pero muerto Gadafi, la sociedad se polariz¨®, se volvi¨® extrema, surgieron islamistas, viejos gadafistas, reaparecieron los lazos de la tribu y el clan. El Gobierno de Acuerdo Nacional que ¨¦l promovi¨® naci¨® de los espacios moderados. ¡°Representa a todos los sectores del pa¨ªs¡±, defiende. Este Ejecutivo era provisional, pero a falta de elecciones, pospuestas una y otra vez, su presidente, Fayez al Sarraj, lleva gobernando m¨¢s de tres a?os. Le¨®n no ve probable que ninguna de las partes domine a la otra en el corto plazo. El riesgo de esta guerra, a?ade, es que revivan las fuerzas oscuras del extremismo. ¡°El enemigo en Libia es el caos¡±, dice. Y su costa, una inmensa puerta que conecta el descontrolado Sahel con Europa.
5. Milicias
Tr¨ªpoli es una ciudad de origen fenicio, inquietante y polvorienta, poblada de edificios sucios y ba?ada por el Mediterr¨¢neo. A primera vista, la situaci¨®n es tranquila. Pero ninguno de los diplom¨¢ticos, empleados extranjeros y analistas de seguridad entrevistados recomiendan un paseo. Mucho menos de noche. Las milicias se reparten la custodia de cada barrio. Y en cuanto uno abandona el n¨²cleo urbano aparecen checkpoints vigilados por enmascarados y pick ups con ametralladoras en la grupa.
Con las tropas de Haftar cerc¨¢ndola poco a poco, en enero la capital recordaba a una ciudad-Estado que trataba de gobernarse a s¨ª misma. El gran reto era la seguridad. Desde 2011, los se?ores de la guerra se multiplicaron y se convirtieron en un modo de vida. Antes de que el mariscal lanzara su ataque, el Gobierno de Acuerdo Nacional trataba de integrar a las milicias en el Estado, a las ¨®rdenes del Ministerio del Interior o de Defensa. Pero el asunto no era f¨¢cil. Seg¨²n Mohamed al Ghusri, un comandante de Misrata curtido en los combates contra el ISIS: ¡°El presidente es un dibujo. Las milicias manejan el Gobierno¡±.
Solo en Tr¨ªpoli hay cinco coaliciones de milicias que a su vez se dividen en submilicias, ¡°con lo que el n¨²mero se puede multiplicar sin orden ni control¡±, explica un analista de una embajada europea. BRT, Rada, Bab Tajura, Gneiwa¡ Muchas apoyan al Gobierno de Acuerdo Nacional (el reconocido por la ONU) y cobran salarios del Estado. Pero a la vez est¨¢n enfrentadas con el ministro del Interior, que les exige cumplir un c¨®digo de conducta que no aceptan (aunque se han unido para frenar a Haftar). El asunto es dif¨ªcil de entender hasta para los libios. No hay blancos y negros, y los grises son un campo minado en este pa¨ªs donde ni siquiera parecen funcionar las leyes elementales de la f¨ªsica. Aqu¨ª funcionan otro tipo de leyes, las de la f¨ªsica l¨ªbica, deformes e ingr¨¢vidas. Lo normal es perderse en un batiburrillo de nombres, uniformes y escudos. Para abrirse paso basta con que alguien de quien uno se f¨ªe diga: ¡°Puedes ir, no hay problema, de la seguridad se encargan mis amigos¡±. Por ejemplo: hay un se?or con barba, guerrera negra y fusil Kal¨¢shnikov a la puerta del hotel Bab Al Bahr. Pertenece a la milicia Nawasi, que custodia la zona. El edificio es un lugar extra?o del que ser¨ªa imposible decir si est¨¢ lleno o vac¨ªo, donde conviven pol¨ªticos y equipos de voleibol. En este hotel nos alojamos por consejo del Ministerio de Exteriores libio. Porque los Nawasi son sus ¡°amigos¡±.
¡°Esto podr¨ªa ser tan bonito¡??Con un mill¨®n de barriles de crudo diarios y el? Mediterr¨¢neo¡±, lamenta el empleado extranjero de una compa?¨ªa petrolera
En cambio, a la entrada de la urbanizaci¨®n Palm City, un tipo flaco pide al visitante su acreditaci¨®n. Del bolsillo le asoma la culata de una pistola como si fuera un m¨®vil. Pertenece a la milicia Caballeros de Janzour, encargada de la seguridad en los suburbios del oeste. En el condominio, protegido por muros y concertinas, viven empleados de multinacionales, agencias internacionales y diplom¨¢ticos. Tras los portones nacen acogedoras calles de aire tur¨ªstico. En uno de los chal¨¦s, lamido por el oleaje, recibe un militar europeo en excedencia que lleva asuntos de seguridad para una empresa de hidrocarburos. Lamenta: ¡°Esto podr¨ªa ser tan bonito¡ Seis millones de personas. Un mill¨®n de barriles de petr¨®leo diarios. Y el Mediterr¨¢neo¡±. El crudo es el motor que engrasa la econom¨ªa libia y la del mundo. Aqu¨ª tienen presencia compa?¨ªas de m¨¢s de 15 pa¨ªses, la mayor¨ªa europeas y estadounidenses. Un mill¨®n de barriles generan unos 70 millones de d¨®lares diarios. La proporci¨®n que se queda Libia va al Banco Central. ¡°Y este paga a todos los bandos: a las milicias, a los de Sarraj y a los de Haftar¡±, dice el militar. Permite ojear un mapa de Tr¨ªpoli lleno de puntos marcados con chinchetas y los escudos de los se?ores de la guerra que controlan cada distrito. El gran reto de Libia, a?ade, es el de convencer a los milicianos de que acepten una autoridad: ¡°?C¨®mo les quitas ese poder?¡±.
6. El presidente
La sede del Consejo Presidencial de Libia se encuentra en una callejuela protegida por militares y bloques de hormig¨®n. Para llegar a la sala donde recibe el presidente del Gobierno de Acuerdo Nacional, Fayez al Sarraj, hay que atravesar cuatro arcos de seguridad. En el ¨²ltimo te despojan de m¨®viles y mochilas. Sarraj saluda con gesto serio. La entrevista transcurre a finales de enero, antes de la guerra. Hoy el discurso ser¨ªa otro. ¡°Cuando pones las cosas en contexto¡±, dice, ¡°la situaci¨®n en Libia es mucho mejor de lo esperado¡±. Y sobre la relaci¨®n con Haftar: ¡°Nos hemos reunido en varias ocasiones para alcanzar un consenso¡±. Pero persist¨ªan puntos conflictivos, como la construcci¨®n de ¡°un Estado civil con el Ej¨¦rcito bajo sus ¨®rdenes¡± y no al rev¨¦s. ¡°Los libios ya rechazaron y rechazan en¨¦rgicamente la idea de un Estado militar en el que una persona gobierna por la fuerza¡±.
Parte de la entrevista se centr¨® en asuntos migratorios. Informes recientes de la ONU y de Human Rights Watch hab¨ªan denunciado la brutalidad de sus centros de detenci¨®n y los m¨¦todos inhumanos de sus guardacostas. ¡°En la crisis migratoria, los libios no somos sino v¨ªctimas¡±, respondi¨®. En el pa¨ªs, dijo, conviv¨ªan con ¡°una cifra espantosa y extremadamente elevada¡± de migrantes. ¡°Estamos trabajando duro con los recursos limitados disponibles¡±. Pidi¨® m¨¢s apoyo europeo a sus guardacostas. Que se acelerasen los procesos de ¡°retorno voluntario¡± financiados por la UE. Y sobre los informes: ¡°Libia se encuentra en una situaci¨®n tal que pedir demasiada responsabilidad y tener demasiadas expectativas puede ser algo exagerado y nada realista. (¡) En lugar de dedicar recursos a estos informes, ?por qu¨¦ no ayudarnos a resolver el problema? ?Por qu¨¦ no apoyar a los pa¨ªses que exportan a estos migrantes? ?Por qu¨¦ no encontrar un lugar mejor para ellos, quiz¨¢ integrarlos en Europa?¡±.
7. Atrapados en Libia
Cada d¨ªa, cientos, miles de hombres de toda ?frica salen a buscar trabajo en la ciudad. Caminan hacia los cruces, se colocan en los m¨¢rgenes de la calzada, acuden bajo los puentes. Viven semiocultos y con miedo, apelotonados en madrigueras ruinosas del barrio de Souq al Jum¡¯a. Pero tambi¨¦n salen a buscarse la vida.
Mohamed Jawo, un gambiano alto y fibroso que ha tratado de llegar dos veces a Europa (ambas fue interceptado), se encuentra en una rotonda junto a decenas con historias similares. Esperan a que pare alguien y ofrezca un empleo para seguir ahorrando e intentar de nuevo el viaje. De pronto se detiene un veh¨ªculo. Diez de ellos se agolpan alrededor e introducen la cabeza en la ventanilla, esperando las condiciones de la faena. Si tienes buena suerte, cuenta el gambiano, ganas unos 10 euros por jornada. Si la tienes mala, quiz¨¢ no quieran pagarte. Y si armas alboroto, puede que avisen a la polic¨ªa, a una milicia o que desaparezcas. Conoce historias de compa?eros que se subieron a un coche y jam¨¢s regresaron. En sus palabras: ¡°Este es uno de los pa¨ªses m¨¢s peligrosos del mundo¡±. Uno donde la hiperinflaci¨®n ha inventado un nuevo empleo que desempe?an estos migrantes: ejercen como carretilleros en el mercado negro de divisas de Tr¨ªpoli; justo detr¨¢s del Banco Central pululan de un lado a otro portando bolsas con fajos y fajos de dinares.?
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