La ciudad tatuada
Grafitis y "picha??os", rastros indelebles en la piel urbana
El grafiti urbano puede presentarse a veces como una forma respetable de creaci¨®n que incluso merece campa?as de promoci¨®n y reconocimiento, que han llevado a la fama e incluso a la cotizaci¨®n a nuevos muralistas como Banksy, Shepard Fairey, Muelle, Spaik, Brillor, Duce y Suso33, entre otros. Pero, no nos enga?emos, al margen de su capacidad para embellecer las ciudades y dejarlas listas para la venta, adornar est¨¦ticamente din¨¢micas de gentrificaci¨®n ¡ªLisboa, Miami¡¡ª o turistificaci¨®n ¡ªMarrakech, Valpara¨ªso¡ª e incluso ponerse al servicio de formas de terapia social para excluidos, contin¨²a formando parte, en sus expresiones no monitorizadas oficialmente, del campo del vandalismo y las pr¨¢cticas "inc¨ªvicas".
Al margen de aquellas piezas que puedan ser homologadas como "obras de arte" o al servicio de mensajes pol¨ªticos, las paredes de las ciudades ¡ªpero tambi¨¦n paradas de autob¨²s, vagones de tren o de metro, camiones aparcados, persianas de comercios y todo tipo de objetos de mobiliario urbano¡ª aparecen re pletas de pintadas que son como muecas que no parecen responder a ninguna intenci¨®n creativa o informativa, puesto que pueden renunciar a ser "bellas" o a decir algo.
Hace no mucho, Capit¨¢n Swing public¨® en castellano Getting Up / Hacerse ver. El grafiti metropolitano en Nueva York, en que Craig Castleman recoge la recepci¨®n que tuvo en Nueva York la aparici¨®n del fen¨®meno grafitero asociado a la cultura hip hop. Explica c¨®mo, a principios de los a?os setenta, el mensaje "Taki 183" repetido en los vagones del metro despert¨® la curiosidad de la ciudadan¨ªa y acab¨® convirti¨¦ndose en un asunto medi¨¢tico y pol¨ªtico.
Getting up fue el t¨¦rmino que usaban aquellos primeros grafiteros para dejar su sello personal en los exteriores urbanos. Lo que se nos muestra en el libro es cu¨¢l era el universo social y cultural en que esa conducta urbana cobraba sentido como interpelaci¨®n de j¨®venes de barrios populares a la ciudad en su conjunto, desaf¨ªos en que estos advert¨ªan de la parad¨®jica presencia de su invisibilidad. No se les ve¨ªa, pero estaban ah¨ª. Sus huellas les delataban.
El movimiento hip-hop se origin¨® en los barrios negros e hispanos de Nueva York, Harlem, South Bronx y Brooklyn como un veh¨ªculo de expresi¨®n y protesta de su poblaci¨®n joven. Los elementos centrales de su autoidentificaci¨®n eran, adem¨¢s de las pintadas, el rap, una especie de cruce entre el funky y los viejos blues hablados; el scratching, ritmos que trasladan el protagonismo creativo a los pinchadiscos, al igual que estilos de danza como el break-dance o el electric-boogie.
El uso del skate para desplazarse por la ciudad o para ejecutar ejercicios acrob¨¢ticos suele estar asociado tambi¨¦n al movimiento. Pero acaso lo que m¨¢s singularizaba este movimiento cultural es que sus integrantes parec¨ªan estar pose¨ªdos por una especie de v¨¦rtigo expresivo, una suerte de horror vacui que hac¨ªa que rotularan cualquier superficie disponible, incluso en lugares arriesgados, como si toda la epidermis urbana fuera una colosal pizarra.
La variable b¨¢sica y radical de este tipo de agitaci¨®n gr¨¢fica es el tag o firma, trazo fulminante que aparece de pronto, llevado a cabo en fracciones de segundo, cuya equivalencia sonora son las modulaciones sincopadas del rap o el scratching, a cargo de un writer, "escritor". Una l¨®gica de actuaci¨®n que luego heredar¨ªa el "picha??o", ejecutado con una tipograf¨ªa ¨²nica y sin significado, en lugares inaccesibles y peligrosos, tambi¨¦n con t¨¦cnicas de comando.
Practicados originalmente por j¨®venes de favelas de S?o Paulo en los a?os ochenta, agrupados en crews, este tipo de irrupci¨®n gr¨¢fica disidente puede encontrarse ya en muchas otras ciudades del mundo como expresi¨®n de esa misma voluntad de territorializaci¨®n por medio de signos o se?ales.
Los Gobiernos municipales suelen ocuparse de acosar a estos disidentes est¨¦ticos del rotulador y del espray la bomba, aquellos que se niegan en convertir su rebeld¨ªa en "arte", responsables de garabatos que estropean la imagen de ciudades empe?adas en ser m¨¢s bonitas que bellas, a la manera de la campa?a "Barcelona, posa¡¯t guapa" de la capital catalana. Como si al criterio institucional de ornamentaci¨®n de la piel urbana siguiendo el "modelo maquillaje" le desobedeciera otra forma de dibujo basada en el "modelo tatuaje", cuya vocaci¨®n no es cubrir la verdad sino descubrirla, hacerla visible.
La relaci¨®n que las autoridades gubernativas mantienen con los escritores, tanto grafiteros como pichaderos, es ambivalente: pueden ser al mismo tiempo perseguidos y subvencionados. La polic¨ªa insiste en detener a activistas gr¨¢ficos ¡ªincluso tan famosos como Shepard Fairey¡ª acus¨¢ndoles de da?os en bienes p¨²blicos o privados.
En cambio, los m¨¢s celebrados han recibido apoyos institucionales para llevar a cabo sus creaciones. Los propios escritores suelen reconocer que su actividad solo puede aceptar una naturaleza clandestina, furtiva, aplicada con t¨¢cticas de guerrilla urbana ¡ªese es el asunto de una novela de P¨¦rez Reverte, El francotirador paciente¡ª, pero algunos de ellos han asumido satisfechos su "artistizaci¨®n", aunque algunos al mismo tiempo la nieguen sin renunciar al correspondiente patrocinio oficial.
En cualquier caso, este campo de batalla entre las l¨ªneas de adorno urbano oficiales y las est¨¦ticas insolentes del grafiti y el "picha??o" contin¨²a siendo el ah¨ª afuera de la ciudad, una colosal superficie en que m¨²ltiples textos estampados dialogan, se entrecruzan indiferentes o que se interfieren o compiten. Algunas de sus expresiones quieren ser y son bellas, tanto que algunas merecen ser enmarcadas y expuestas en un museo o convierten el lugar en que est¨¢n en un museo al aire libre. Las hay que pueden gritar alguna cosa.
Pero est¨¢n esas otras marcas en la pared que no proclaman nada en concreto. Son como exabruptos o emergencias gr¨¢ficas que dan la impresi¨®n de no haber sido dejadas ah¨ª por nadie, como si fueran huellas de fantasmas. No dicen nada que sea apenas "M¨ªrame; no me ves, pero existo".
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