12 castillos espa?oles que dialogan con el mar: de Salobre?a a Monterreal con parada en Pe?¨ªscola
Proteg¨ªan de incursiones piratas y controlaban fronteras, pero hoy estas fortalezas se han convertido en un lugar para viajar a tiempos pasados y tambi¨¦n disfrutar de sus cercanas playas, hoteles o restaurantes
Proteg¨ªan a las naves en busca de arribo seguro; imped¨ªan desembarcos y aguadas hostiles; controlaban el territorio y custodiaban fronteras. C¨®mo no, los castillos junto al mar transmit¨ªan la se?al de alarma mediante toques a rebato y ahumadas, cobijando a la poblaci¨®n de pescadores. Tambi¨¦n se usaron como presidios. Pero, ante todo, esas fortalezas manifestaban, con sus elementos defensivos, un indubitable poder¨ªo que hoy nos transporta a la Edad Media y al Renacimiento. Almenas que actualmente sirven para mirar el mar, m¨¢s que para defenderse de posibles peligros.
Esta docena de fortalezas espa?olas, replicables en la arena con cubo y pala, justifican el viaje, aprovechando la diafanidad invernal que dispensa las mejores fotograf¨ªas.
Excelencia en arquitectura ¨¢rabe defensiva
El castillo de Salobre?a forma parte de la memoria visual de cualquier viajero que se acerque a la Costa Tropical granadina. Llegando desde Motril, se observa el contraste entre la vega ¡ªanta?o rebosante de ca?a de az¨²car¡ª y el poblado salobre?ero, ¨ªntimo, morisco, en un apretujamiento indefinido de casas blancas bajo el formidable castillo-alcazaba, punto de control estrat¨¦gico del norte de ?frica. Su primera menci¨®n se remonta al a?o 913 (es decir hace 1.111 a?os), y durante su ¨¦poca dorada, entre los siglos XIII y XV, proporcion¨® descanso y asueto a los sultanes. Tambi¨¦n fue jaula dorada de miembros inc¨®modos de la familia real nazar¨ª.
Como la subida a pie agota (y en coche resulta algo procelosa y sin apenas aparcamiento), lo suyo es llegar hasta ¨¦l, de lunes a s¨¢bado (tambi¨¦n los domingos en temporada), en microb¨²s y bajar despu¨¦s a pie. La entrada cuesta cuatro euros. Aparte de disponer de audiogu¨ªa y plano del castillo, es buena idea recabar los servicios del gu¨ªa Manuel Morales, quien ense?a tanto el monumento como el pueblo blanco de Salobre?a. Son visitas guiadas free tour con libre aportaci¨®n al final (se aconseja 10 euros por persona).
Estos baluartes de ¨¦poca musulmana y planta trapezoidal resaltan por su buena conservaci¨®n. La terraza de la torre Puerta ofrece las mejores perspectivas a los cuatro puntos cardinales, limitadas al norte por Sierra Nevada, con el Mulhac¨¦n y el Veleta; al este, con la vega motrilera y, a sus pies, a la vista del pe?¨®n de Salobre?a, que aloj¨® un santuario fenicio y una factor¨ªa de garum (un tipo de salsa romana). Qu¨¦ placer transitar los adarves, desde la torre del Homenaje, donde cuentan que la princesa Zorahaida se aparece a los visitantes en forma de mariposa, a la del Flanqueo, con su balc¨®n, o a lo largo del palacio, teniendo siempre presente Las tres hermosas princesas, cuento que Washington Irving ambient¨® en esta fortaleza, en la que destacan los elementos originales de un hammam ¨¢rabe del siglo XIV.
Tras la puesta de sol desde el Pe?¨®n, lo mejor es dar cuenta, domingos y festivos, del pulpo a la salobre?a que preparan en el chiringuito El Campano. Para poder pernoctar en alguna de las ocho habitaciones del hotel Miba, todas con preciosas vistas al castillo, hay que reservar con antelaci¨®n.
Paseo de ronda, de la r¨ªa al mar
La pontevedresa ciudad de Baiona se sit¨²a en la cabecera de una bah¨ªa se?alada por el castillo de Monterreal, cuya estructura se adapta como un guante ¡ªcomo una leng¨¹eta de zapato, dec¨ªa un cronista del siglo XVII¡ª a la pen¨ªnsula en la que descansa el Monte Boi. Estamos en la m¨¢s importante fortaleza erigida en la costa meridional de Galicia. ¡°El enclave se puede rodear extramuros, sinti¨¦ndose el viajero un invasor o un turista; bien por el adarve que recorre las almenas, tal que un habitante de Monterreal¡±, apunta Anxo Rodr¨ªguez Lemos, doctor en Historia y cronista de la Villa de Baiona. Escogemos para la visita este ¨²ltimo itinerario.
Lo que fue un camino de ronda con funciones defensivas, de casi dos kil¨®metros, hoy es un subibaja junto a torres, almenas y bastiones por una fortaleza empezada a reforzarse en el siglo XVI, una experiencia en la que resalta la domesticidad del mar al toparse con la r¨ªa de Baiona. Tampoco faltan ca?ones y bancos para disfrutar del paisaje. Abre a diario, de 10.00 a 22.00; en verano se cobra por acceder a 1 euro a los viandantes y 5 euros a los coches.
Franqueado el arco de la puerta principal, a mano izquierda se sale a una calzada peatonal que lleva a la puerta del Sol, erigida en la zona mejor fortificada, la orientada a tierra, y cuya campana, que alertaba de las incursiones de piratas, actualmente se encuentra en la Torre del Reloj del antiguo ayuntamiento. Sobre la clave del arco interior de la puerta aparece representada una concha jacobea.
En el puerto veremos a lo lejos atracada la r¨¦plica de la carabela Pinta, la que, capitaneada por Mart¨ªn Alonso Pinz¨®n, trajo a Europa, el 1 de marzo de 1493, la noticia del descubrimiento de Am¨¦rica. De ah¨ª que, en marzo Baiona se convierta en una villa del siglo XV con ocasi¨®n de la Fiesta de la Arribada, declarada de inter¨¦s tur¨ªstico internacional.
Al pasar cerca de la torre de la Tenaza, entenderemos la raz¨®n de su apelativo. Rodearemos el Parador de Baiona, construido en 1965 sobre lo que fue un palacio neog¨®tico, para bordear la airosa torre del Pr¨ªncipe (del siglo XV), mascar¨®n de proa de Monterreal, que cumpli¨® la funci¨®n de faro. La siguiente parada es en el imponente mirador de la Bater¨ªa de Santiago, volcado al Atl¨¢ntico y a las islas C¨ªes, muy difuminadas en invierno por las brumas.
Pese a no estar se?alizadas, hay que fijarse en la cisterna del siglo XVII y en el pozo, de supuesto origen romano. A la altura de la Casa de Pedro Madruga est¨¢ la playa Concheira, por la que podemos pasear m¨¢s tarde. El restaurante Rocamar, situado junto al Atl¨¢ntico, tiene previsto reabrir por temporada a mediados de marzo.
En sede pontificia
La evocaci¨®n se dispara ante la sola menci¨®n de Benedicto XIII, el Papa Luna. En pleno Cisma de Occidente (1378-1417) mantuvo su legitimidad desde el castillo de Pe?¨ªscola con una tozudez aragonesa tan contundente como el t¨®mbolo castellonense en que residi¨® hasta morir a los 95 a?os. Tras engullir una alcazaba musulmana, este fue el ¨²ltimo castillo que levant¨® la Orden del Temple (1307), tan cara al misterio y a la c¨¢bala. Todo este per¨ªmetro de 230 metros est¨¢ rodeado de leyenda. Como casi todo en el mar. En 1319 pas¨® a manos de la Orden de Montesa, que la cedi¨® al Sumo Pont¨ªfice; y de 1411 a 1423, la fortificaci¨®n alberg¨® una de las tres sedes papales de la Historia; las otras fueron Roma y Avi?¨®n.
El arco de acceso, con her¨¢ldica templaria en el dintel, es una puerta a la Edad Media. Piedras defensivas m¨¢s que religiosas, vigilantes no solo del mar y del puerto, sino del entramado de azoteas morunas que se amoldan al pe?asco como su prolongaci¨®n. Del castillo se conserva, en excelente estado, el 80% de su f¨¢brica. Centenares de miles de ba?istas disfrutan cada a?o de su estampa, guarnecido por las murallas renacentistas, que cierran con su silueta el horizonte. El recorrido impresiona. De las b¨®vedas del cuerpo de guardia al g¨®tico valenciano, presente en las caballerizas, con muros de tres metros de espesor. En las paredes del patio y en la iglesia de est¨¦tica g¨®tica se conservan los secretos mejor guardados del Cisma. Y hay tambi¨¦n un aljibe, un sal¨®n g¨®tico y otro de c¨®nclave. Y una mazmorra. Varias proyecciones documentan el itinerario. Tras el escudo de la media luna invertida, tiara y llaves papales, se abre el estudio donde la atracci¨®n del m¨ªtico personaje se har¨¢ m¨¢s cercana, m¨¢s ¨ªntima junto a la maqueta de su mausoleo. A las mentes cinematogr¨¢ficas nada les costar¨¢ imaginar a Pedro de Luna apoyado en la ventana ajemizada oteando el horizonte en direcci¨®n a Roma.
Hay que salir despu¨¦s a la terraza del castillo, llamada el Macho, con aguas a diestra y siniestra, que invita a tocar el cielo a 64 metros de altitud. La golondrina Olimpia, a partir de Semana Santa, circunnavegar¨¢ el castillo, ¨²nica posibilidad de columbrar las escaleras talladas en la roca. Restan los jardines del parque de Artiller¨ªa, que rodean la foratelza por su banda mar¨ªtima, donde se rodaron secuencias de la serie Juegos de tronos. En verano se organizan visitas guiadas gratuitas. Adem¨¢s, el castillo de Pe?¨ªscola (entrada: 5 euros; audiogu¨ªa gratuita disponible en Google Play) es escenario de varios festivales de m¨²sica, y en verano se realizan visitas teatralizadas nocturnas recreando la ¨¦poca templaria.
Justo bajo el castillo, el Hotel Boutique Barra Alta, solo para adultos, reabrir¨¢ el pr¨®ximo 21 de marzo. Y una vez en la playa, se puede degustar el Capricho del Papa Luna, especialidad del restaurante Casa Jaime compuesta de c¨¢scara de erizo de mar rellena de alcachofa de Benicarl¨®, langostino de Pe?¨ªscola y yemas de erizo.
Lo paranormal a orillas del Guadalquivir
Cuando el castillo de Santiago fue erigido a finales del siglo XV sobre una barranca natural del barrio Alto de Sanl¨²car de Barrameda (C¨¢diz), el Guadalquivir discurr¨ªa mucho m¨¢s cerca de lo que lo hace en la actualidad. Sus torres luc¨ªan m¨¢s imponentes si cabe, y a sus pies se constru¨ªan barcos en las atarazanas, entre el bullicio mercantil ¡ªgolpazos, gritos de vendedores, rebuznos, tintineo de fragua¡ª producto de la Flota de Indias, todo lo cual decidi¨® al segundo duque de Medina Sidonia a levantar esta fortaleza para extender sus dominios sobre la desembocadura del r¨ªo.
Quedan 5.000 metros cuadrados en planta, y su dise?o se considera muestra palmaria de la transici¨®n entre la arquitectura defensiva medieval y la propia de la Edad Moderna, m¨¢s resistente (y expugnable) ante la fuerza artillera.
El ceremonial de acatamiento se celebraba en la torre del Homenaje, hexagonal, cuyas vistas desde la terraza, con Do?ana al fondo, bastar¨ªan para justificar el viaje. Lo singular aqu¨ª es que conserva el precedente de la torre del Homenaje, el Aula Mayor, joya del g¨®tico civil donde primero se celebraron las ceremonias de vasallaje y que conserva restos de pinturas con el emblema ducal en las pechinas. Otros detalles curiosos de la fortificaci¨®n son la puerta de la Sirena, representada con cola b¨ªfida y sustentadora de los dos escudos de la casa, y el t¨²nel de 40 metros que comunica con el palacio de Medina Sidonia. Y hay tambi¨¦n una sala en la que se expone desde indumentaria del siglo XVIII hasta armas del siglo XIX, fondos pertenecientes a la colecci¨®n de ?lvaro Taboada de Z¨²?iga, a quien se debe la reapertura del castillo en 2007, tras siglo y medio de abandono.
Al parecer, en el edificio se cuentan casos de voces, muebles rastreantes, velas que se encienden por generaci¨®n espont¨¢nea, no solo por parte del personal, sino tambi¨¦n por boca de algunos visitantes. El programa Cuarto Milenio estuvo aqu¨ª.
Con la entrada (9 euros adultos y 5 la entrada infantil) se incluye una audiogu¨ªa. Lo mejor es comprar el bono de visita conjunta (20 euros), tanto del castillo como de La Catedral de bodegas Barbadillo, cuya visita guiada incluye cata de dos vinos. Durante los mi¨¦rcoles estivales, cuando el castillo cierra a las 22.00, se llevan a cabo las visitas teatralizadas.
Remembranza de Emilia Pardo Baz¨¢n
El castillo de Santa Cruz, en Oleiros (A Coru?a), est¨¢ enclavado en la isla hom¨®nima, situada al costado de la r¨ªa coru?esa y a la que se accede a pie vali¨¦ndose de una pasarela de 150 metros de largo. Sus bastiones eran elementos cardinales del sistema defensivo de la bah¨ªa, y sus ca?ones cubr¨ªan la bocana de la r¨ªa juntamente con los del castillo capitalino de San Ant¨®n, con el que guarda muchas similitudes. Fue mandado construir en 1594 para reforzar el sistema defensivo de A Coru?a, vista la facilidad con que el pirata Drake se acerc¨® a la ciudad en 1589.
El exmarido de la escritora Emilia Pardo Baz¨¢n, Jos¨¦ Quiroga, compr¨® la isla al Ej¨¦rcito ¡ªpor lo que entonces val¨ªa una pareja de bueyes¡ª, erigi¨® el pazo y en ¨¦l pas¨® la familia varias temporadas alternando con el pazo de Meir¨¢s, enclavado a solo seis kil¨®metros de distancia. Se cuenta que la novelista se trasladaba desde la capital en una fal¨²a en la que se hac¨ªa acompa?ar de violinistas. El de Santa Cruz aloj¨® despu¨¦s colonias de verano para hu¨¦rfanos; y hoy es sede de Ceida, consorcio dedicado a la educaci¨®n ambiental.
Por la ma?ana, el sol ba?a la fachada y se puede acceder al castillo para ver dos exposiciones: una dedicada al intelectual y ceramista Isaac D¨ªaz Pardo, y otra consagrada al coleccionismo. Junto al curioso palomar subterr¨¢neo nos detendremos ante ¨¢rboles singulares, como el pino de Monterrey, catalogado como ¨¢rbol singular de Galicia, el cipr¨¦s de California o el par de tejos. Por la tarde se recomienda rodear la isla y contemplar el atardecer.
La playa es placentera y compensa subir la escalinata hasta el parque de las Trece Rosas y el mirador de As Galeras. Cerca del castillo se encuentra el rompedor Noa Boutique Hotel.
Ascensor al medievo
Pocas playas como El Postiguet, en Alicante, han estado tan a resguardo de los desembarcos indeseados. Y es que a solo 100 metros de la arena se alza el escabroso monte Benacantil, de 166 metros de altitud, habitado por las principales civilizaciones mediterr¨¢neas. Uno de sus perfilados escarpes adopta la Cara del Moro, discernible con mayor nitidez a la altura de la oficina de turismo del puerto. El monte est¨¢ coronado por el castillo de Santa B¨¢rbara, al que se puede ascender a pie, en coche (solo para carga y descarga de pasajeros) y en microb¨²s; aunque lo m¨¢s recomendable y singular sea tomar el ascensor que por 2,70 euros (ida y vuelta) lleva desde El Postiguet hasta esta fortaleza cuya primigenia estructura isl¨¢mica a¨²n perviv¨ªa en el siglo XIII.
Al salir del ascensor, en la planta alta, pasaremos por el Cuerpo de Ingenieros ¡ªalberga una exposici¨®n en torno a la ciudad alicantina¡ª, los calabozos y el reci¨¦n restaurado baluarte de la Mina, que en ¨¦poca estival sirve de escenario a conciertos y recitales de reducido aforo. Y de ah¨ª al Macho, el basti¨®n cumbre?o. Su impacto visual sobre la ciudad, junto a los ca?ones y a la ic¨®nica garita de La Campana, es m¨¢s que notable. Cerrado por acantilados que desaf¨ªan al paseante, la mirada discurre pl¨¢cidamente por la bah¨ªa de Alicante, desde la isla de Tabarca hasta Benidorm.
A trav¨¦s del arco de la torre de Santa Catalina desembocamos en el patio de armas y en el baluarte de la Reina, que conserva en el suelo grafitis inscritos por presos republicanos durante la Guerra Civil. Aqu¨ª se encuentra tambi¨¦n un quiosco de bebidas.
La entrada es gratuita, y nada m¨¢s llegar es aconsejable apuntarse a las visitas guiadas (las teatralizadas se desarrollan los s¨¢bados y domingos al mediod¨ªa). Adem¨¢s, siempre es una gran idea preguntar por las Experiencias Gastron¨®micas KM 0, consistentes en degustar chocolates, turrones y vinos con denominaci¨®n de origen Alicante. Y un dato siempre bienvenido: en verano el castillo abre hasta las once de la noche.
Es buena idea bajar a pie por el pintoresco barrio de Santa Cruz, salpicado de casas blancas y macetas, y que cuenta con el restaurante panor¨¢mico La Ereta, a cargo del chef Dani Fr¨ªas. Ofrece men¨²s degustaci¨®n de 75 y 95 euros (bebidas aparte). Quien prefiera darse un subid¨®n de arroz del senyoret (todo pelado) o abanda, qu¨¦ mejor que el restaurante D¨¢rsena (men¨² de fin de semana, 51 euros, bebidas incluidas).
Almer¨ªa, espejo del mar
Desde la alcazaba uno comprende el origen ¨¢rabe de la palabra Almer¨ªa: espejo del mar. En pocos lugares se siente el poder¨ªo de la historia como desde este conjunto monumental mandado construir a partir del a?o 955 por el califa Abderram¨¢n III. Se trata de uno de los mejores momentos de la arquitectura andalus¨ª, una ciudadela abrochada por 1,4 kil¨®metros de cortina de murallas. El coche se puede dejar en el p¨¢rking de la plaza Mar¨ªn, para ascender seguidamente por la cuesta de Almanzor.
Es f¨¢cil deshacerse en elogios del isl¨¢mico acceso defensivo: dispuesto en recodo, articulado con puertas y torres superpuestas y en rampa, cerca de la torre de los Espejos. Una lontananza de techumbres planas y un cubismo de azoteas digno de un clima necesitado de agua se atisba desde el muro de la Vela. La torre adjunta ofrece vistas a ojo de gaviota de la muralla de Jayr¨¢n, que salva desde el siglo XI el barranco de La Hoya, enlazando con el cerro de San Crist¨®bal, en el que los restos musulmanes se est¨¢n musealizando.
En las casas hispanomusulmanas del siglo XIII, sin ventanas, con patio interior y puerta en recodo, se alojaba el servicio. Los aljibes del segundo recinto tambi¨¦n acaban de ser restaurados.
La fortaleza fue tomada por los Reyes Cat¨®licos en 1489. De aquella efem¨¦ride ha llegado a nuestros d¨ªas un castillo de transici¨®n entre el g¨®tico tard¨ªo y el renacentista, cuya torre del Homenaje ha sido completamente remozada. Se puede subir a la azotea por una escalera de caracol para el disfrute del barrio de La Chanca, que se agazapa a sus pies. El novelista Juan Goytisolo, que hizo de la provincia almeriense su ¡°patria chica¡± de adopci¨®n, consideraba en su obra La Chanca la perspectiva desde la alcazaba de Almer¨ªa como ¡°una de las m¨¢s hermosas del mundo¡±.
La entrada es gratuita; muy interesante resulta la visita guiada y gratuita de los s¨¢bados (a las 9.00, y bajo reserva actividades.alcazaba@gmail.com). En verano, el recinto abre hasta las 22.00 y acoge visitas teatralizadas.
Y tras la visita, bares a mano para el tapeo son Casa Puga y Bah¨ªa de Palma.
G¨®tico y circular
Sobreponi¨¦ndose a los pinares que integran el pulm¨®n verde de Palma (Mallorca), a cuatro kil¨®metros del casco hist¨®rico y a caballo entre el centro y el faro de Porto Pi, la efigie redondeada del castillo de Bellver asoma con una gravidez soberbia sobre una colina elevada 112 metros sobre el nivel del Mediterr¨¢neo.
Este, que se considera el ¨²nico castillo g¨®tico circular del mundo, ¡°recibi¨® el impulso constructivo del rey Jaime II de Mallorca [1243-1311] y en pr¨¢cticamente todos los episodios b¨¦licos de la isla sirvi¨® de prisi¨®n a condenados por motivaciones pol¨ªticas y militares¡±, apunta la directora del castillo, Magdalena Rossell¨®. Sus cuatro grandes torres est¨¢n orientadas a los puntos cardinales, en tanto que el imponente patio se articula con galer¨ªas superpuestas: la inferior de arcos de medio punto y la superior sobre airosa arquer¨ªa ojival. Entre la museograf¨ªa hay que destacar, en el primer piso, la colecci¨®n de estatuaria cl¨¢sica que el cardenal Antonio Despuig trajo de Roma a finales del siglo XVIII. Adem¨¢s de las piezas del Museo de Historia de la Ciudad, donde aprender sobre el desarrollo urbano de Palma desde la Prehistoria, est¨¢ la sala dedicada al ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, la m¨¢s alta autoridad literaria de la Espa?a de finales del siglo XVIII, el preso m¨¢s eximio que conocieron estos muros, de 1802 a 1808, y que con tanta precisi¨®n los describi¨®. A la torre del Homenaje, que alberg¨® en sus estancias, entre otros, a los generales franceses de la batalla de Bail¨¦n (la clase de tropa fue confinada en Cabrera), solo se puede entrar con visita guiada, un servicio que por el momento est¨¢ suspendido (entrada, 4 euros; las audiogu¨ªas est¨¢n disponibles en mp3).
Una fortaleza muy musical
En la Costa del Sol resulta sorpresivo toparse con un mont¨ªculo junto al Mediterr¨¢neo; cuanto m¨¢s en un altozano coronado por un castillo circundado de vegetaci¨®n, detr¨¢s de una playa tranquila y sin apartamentos que afeen el conjunto. As¨ª se presenta en la malague?a Fuengirola el castillo de Sohail, ubicado en la margen derecha de la desembocadura del r¨ªo Fuengirola, anta?o navegable un kil¨®metro tierra adentro, de aguas muy codiciadas por los barcos que cubr¨ªan la derrota entre Motril y Gibraltar.
Este enclave ha visto sucederse todo tipo de civilizaciones (fenicia, romana, ¨¢rabe), como evidencia el ribat (recinto fortificado) mandado construir en el siglo X por Abderram¨¢n III. M¨¢s recientemente, se libr¨® aqu¨ª la batalla de Fuengirola, que enfrent¨® en 1810 a 60 polacos del banco napole¨®nico con las tropas hispano-brit¨¢nicas del general Blayney, quien fue hecho prisionero. El contingente polaco, al marcharse, dinamit¨® el pa?o de muralla orientado a Marbella. La factura actual de la fortaleza, muy remozada, se consigui¨® a finales del siglo XX gracias a una escuela taller. Nada como acceder por la barbacana y subir por el muro de aspilleras, dotados con tres ca?ones, para contemplar el per¨ªmetro del castillo desde el adarve, as¨ª como las torres del Homenaje y de la Harina, accesibles por pelda?os tan altos como angostos. La entrada es gratuita.
Los conciertos con aforos inferiores a 2.400 personas, como el festival Ciudad de Fuengirola o Las Noches del Castillo, se celebran en el patio-auditorio de la fortaleza; por su parte, en los dos escenarios del Mare Nostrum, erigidos en la falda del mont¨ªculo, tiene lugar un multitudinario festival entre primavera y verano.
En la playa est¨¢n saliendo a la luz los restos de la factor¨ªa pesquera de la Ciudad Romana de Suel, datada, por el momento, en el siglo II. La del Castillo es una playa de abundante arena gris oscura, con un sector para el disfrute de mascotas perrunas; el r¨ªo se salva a pie por un moderno puente colgante. Referente playero, aparte del Bar Bikini Beach (670 27 88 11), que reabrir¨¢ renovado el pr¨®ximo mayo, es el hotel IPV Palace & Spa.
Gracias, Mr. Deering
Existen playas que se convierten en iconos. Tal ocurre con la cala Jovera, en Tarragona capital, generadora de uno de los selfis de mayor impacto monumental en la costa espa?ola al contar como tel¨®n de fondo con el pueblo amurallado y castillo de Tamarit, que defend¨ªa de la rapi?a corsaria uno de los puertos medievales m¨¢s pr¨®speros del litoral tarraconense.
Se aprecian restos de la recia muralla del siglo XIV, en especial un torre¨®n almenado sin aspilleras. Fue en 1916 cuando las ruinas pasaron a manos del plut¨®crata y protector de las artes estadounidense Charles Deering (due?o tambi¨¦n del Palau de Maricel, en la ciudad barcelonesa de Sitges), quien encarg¨® la rehabilitaci¨®n de Tamarit, en clave rom¨¢ntica, al famoso pintor modernista Ram¨®n Casas, de quien fue su mecenas.
Tamarit, al ser de propiedad privada, no admite visitas, pero se alquila para bodas y eventos. La iglesia rom¨¢nica de Santiago no hay que perd¨¦rsela, en especial por su retablo barroco (abre para la misa dominical, a las 11.00). El acceso no es f¨¢cil. Lo mejor es dejar el coche en el aparcamiento gratuito de la estaci¨®n de tren Altafulla-Tamarit, caminar hasta la orilla y seguir hacia el sur por la playa de Tamarit (Altafulla) disfrutando en todo momento del castillo mar¨ªtimo, al que habr¨¢ que rodear por el interior salvo que uno est¨¦ dispuesto a llegar nadando a la cala Jovera.
Al regreso podremos sentarnos en la terraza del restaurante Brisa para tomar un refrigerio sin perder de vista la silueta almenada. Otra opci¨®n gastron¨®mica pasa por marchar a pie hasta el paseo mar¨ªtimo de Botigues de Mar, donde se encuentra el restaurante Blau, conocido por sus tapas y su comida marinera.
La Coracha que une
Tanto la alcazaba como el castillo de Gibralfaro retrotraen a la M¨¢laga de finales del siglo XV, erigida sobre una ciudadela del siglo XI. El palacio-fortaleza se levant¨® junto al teatro romano y conserva su estructura con doble l¨ªnea de murallas ¡ªde preciosa iluminacion nocturna¡ª y su caracter¨ªstica puerta en recodo. Atrae la barbacana en buen estado, la puerta de la B¨®veda Va¨ªda, las salas del palacio nazar¨ª y la estupenda torre del Homenaje. Todo se aprecia en la visita virtual.
El uso de la p¨®lvora y la aparici¨®n de las bombardas a mediados del siglo XIV convirtieron esta plaza en un tal¨®n de Aquiles, por lo que el sult¨¢n Yusuf I de Granada acometi¨® la obra de Gibralfaro, un castillo m¨¢s elevado que diera cobertura, junto con una muralla de conexi¨®n, de 600 metros de largo, dibujada en zigzag, de nombre La Coracha.
Gibralfaro corona un lugar prominente sobre el mar, a 132 metros de altura, dando la raz¨®n al poeta Vicente Aleixandre, cuando defini¨® M¨¢laga como ¡°vertical ca¨ªda a las ondas azules¡±. El castillo conserva 30 lienzos de murallas reforzadas por ocho torres, entre la que destaca la torre Blanca, albarrana, es decir exenta pero conectada con el amurallamiento. La fortificaci¨®n est¨¢ muy rehabilitada, pero el placer visual encuentra desde el paseo almenado su m¨¢xima expresi¨®n. Se trata de una panor¨¢mica omnisciente en la que sale retratada toda la ciudad andaluza: en d¨ªas claros se aprecia Torremolinos, la hoya de M¨¢laga y la sierra de Mijas.
El Centro de Interpretaci¨®n sintetiza la historia como guarnici¨®n militar, entre 1487 y 1925, con una sorprendente maqueta que retrata la ciudad musulmana inserta en la M¨¢laga actual. La entrada conjunta a la alcazaba y al castillo cuesta 5,50 euros. En la web hay servicio de audiogu¨ªas disponibles mediante c¨®digo QR.
De regreso tendremos a mano pernoctar o visitar el parador de M¨¢laga Gibralfaro.
El pueblo amurallado
Lo que Pe?¨ªscola a la Comunidad Valenciana es Tossa de Mar a Catalu?a. En este caso, una imponente muralla medieval del siglo XIV, defendida por cuatro torreones y tres grandes torres reforzadas con matacanes circulares, as¨ª como con almenas rectangulares, m¨¦nsulas y aspilleras como elementos impulsores, formando un conjunto arrebujado en la topograf¨ªa acantilada del cabo d¡¯Or. Esta fortaleza, dispuesta contra el ataque de los piratas, dependi¨®, hasta 1784, del monasterio de Santa Mar¨ªa de Ripoll.
Junto al port¨®n de acceso, la torre de las Horas rememora el reloj p¨²blico que alberg¨® marcando la entrada al patio de armas. Intramuros, 80 casas de teja del mismo color alineadas en calles arracimadas con pavimento de canto rodado. Bordeando la muralla se llega a la torre de Es Codolar, o del Homenaje, defensora del peque?o varadero. En la muralla pueden caminarse varios tramos del adarve. Para captar su fisonom¨ªa y ganarnos una valiosa fotograf¨ªa, lo mejor es subir la escalinata del Cam¨ª de Ronda por el bar Rocamar.
Para llegar al faro se recomienda volver a la Platja Gran y bordear una escultura de prosapia cinematogr¨¢fica. En Tossa de Mar dej¨® Ava Gardner su rastro, y su figura en bronce recuerda a Pandora y el holand¨¦s errante (1951), filme que supuso el despertar tur¨ªstico de la Costa Brava. C¨®mo ser¨¢ de popular fotografiarse junto a la actriz que los hombros y pechos de la escultura tuvieron que ser restaurados.
De los ca?ones pasamos a los vestigios de la iglesia (siglo XV) y a la torre d¡¯en Joan¨¤s, la m¨¢s alta del conjunto, que ejerce dominadora de bah¨ªa, con la L¡¯Illa (Isla) enfrente.
En la cumbre del Cap d?Or goza de envidiable posici¨®n el faro, cuya antigua vivienda aloja una exposici¨®n de se?ales mar¨ªtimas.
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