C¨®mo restaurar un tibur¨®n putrefacto: as¨ª funciona el ¡®servicio posventa¡¯ del arte contempor¨¢neo
Si un cuadro antiguo se deteriora, asumimos que hay que arreglarlo. Sin embargo, no estamos preparados para reaccionar ante la variedad de formatos que ofrece el arte en la actualidad. Hablamos con varios profesionales del sector para descubrir las virguer¨ªas que conlleva el proceso de reparaci¨®n
Hace cinco a?os, la artista alemana Karin Sander clav¨® una larga hilera de hortalizas dentro de la madrile?a galer¨ªa Helga de Alvear. No eran esculturas que representaran puerros, coles o berenjenas, sino puerros, coles y berenjenas aut¨¦nticos, y pod¨ªa apreciarse en vivo su proceso natural de descomposici¨®n. De hecho, un par de semanas despu¨¦s de que se inaugurara las verduras ya presentaban un aspecto muy poco lozano, y de muchas ellas se deslizaba, pared abajo, un peque?o reguero de materia org¨¢nica. Sander actualizaba el tema del barroco de una forma tan hermosa como radical y muchos visitantes disimulaban su desconcierto preguntando por lo bajo: ¡°?De verdad esto se puede comprar y colgar en casa?¡±.
Naturalmente, pod¨ªa comprarse y tambi¨¦n colgarse donde fuera, incluida una casa. Como explica Alberto Gallardo, director de la galer¨ªa: ¡°Las indicaciones de la artista eran bastante flexibles y simplemente dejaban en manos del coleccionista la opci¨®n de sustituir las piezas una vez comenzado su deterioro¡±.
No siempre sucede as¨ª. Por ejemplo, la exposici¨®n de Mar¨ªa Jerez La mancha, que puede verse ahora mismo en Twin Gallery (tambi¨¦n en Madrid), incluye varias esculturas hechas con pan, pero en este caso no se espera que los compradores localicen barras y hogazas del mismo tipo y las vaya reponiendo. La autora les propone reproducir los panes en otro material menos perecedero en pos de una vida larga y ajena a la amenaza de la corrupci¨®n.
Se asume sin discusiones que, cuando un cuadro antiguo se deteriora, hay que restaurarlo, y que para ello debe atravesar un largo y delicado proceso guiado por expertos. Pero estamos mucho menos preparados para reaccionar ante la variedad de posibilidades y formatos que ofrece el arte contempor¨¢neo. Cuando The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living (el cad¨¢ver de un tibur¨®n que el brit¨¢nico Damien Hirst meti¨® en un tanque de formaldehido y que se vendi¨® por 12 millones de d¨®lares) dio muestras de putrefacci¨®n, muchos esc¨¦pticos encontraron la ocasi¨®n definitiva para calificar de cantama?anas al autor y de gran estafa a la propia pieza, cuando en realidad la soluci¨®n para tenerla a pleno rendimiento era tan sencilla como cambiar el escualo: nada de su vigencia se perd¨ªa con este reemplazo, como nada se perdi¨® de La Anunciaci¨®n de Fra Ang¨¦lico cuando se aplicaron nuevas l¨¢minas de oro sobre las alas del arc¨¢ngel.
Los Young British Artists ¨Cgrupo de artistas que eclosion¨® en los a?os noventa de la mano de la galer¨ªa Saatchi y al que Hirst pertenece¨C se han mostrado particularmente proclives a presentar retos en este sentido, empezando por la cama deshecha y rodeada de residuos de Tracey Emin (My Bed). Pero en esta carrera quiz¨¢ cueste superar los autorretratos de Marc Quinn, realizados con su propia sangre congelada, que en teor¨ªa requieren extracciones peri¨®dicas para su puesta a punto.
En el museo Reina Sof¨ªa tambi¨¦n saben algo de materiales perecederos o dif¨ªciles de reponer. El guante de chocolate de A tray of objects de Dal¨ª o los bustos de cera y escayola de Medardo Rosso son algunas de sus obras m¨¢s comprometidas por este motivo. Jorge Garc¨ªa, jefe de restauraci¨®n del museo, explica que el plan de emergencias de las colecciones del museo define cuatro escenarios diferentes, desde las incidencias del d¨ªa a d¨ªa o de nivel 0 hasta las de nivel 3, donde habr¨ªa que emplear medios de car¨¢cter auton¨®mico o nacional y que nunca ha tenido que activarse. En cambio, un caso conocido fue la desaparici¨®n de una escultura de 38 toneladas firmada por Richard Serra perteneciente a la colecci¨®n del museo, que tuvo de ser reproducida con la cooperaci¨®n del artista: ¡°Efectivamente una vez se lleg¨® a un acuerdo amistoso, el proceso de producci¨®n fue llevado directamente por Serra en el taller que ¨¦l eligi¨®, y el museo asumi¨® los costes¡±. Si la pieza original llegara a aparecer en alg¨²n momento, una de las dos deber¨ªa destruirse para asegurar su unicidad.
En otro ¨¢mbito, Seven Magic Mountains, instalaci¨®n monumental de piedras de Ugo Rondinone en pleno desierto en Las Vegas, acaba de someterse a su segunda restauraci¨®n desde 2016, ya que la exposici¨®n al viento y la luz solar mengua el brillo de sus ic¨®nicos colores. ¡°Lo que hay que entender es que todo envejece, y el arte tambi¨¦n¡±, afirma Miqui Guill¨¦n, socio de la empresa de producciones art¨ªsticas MadFABER. ¡°Al arte contempor¨¢neo se le pide que haga cosas experimentales y creativas, pero que a la vez d¨¦ una garant¨ªa para la eternidad, porque el coleccionista lo ve como una inversi¨®n para siempre. Mientras que con un coche, por ejemplo, eso no pasa: se asume que dura un tiempo y ya est¨¢¡±. MadFABER se dedica a materializar todo tipo de proyectos de artistas, por complejos que puedan parecer, y tambi¨¦n lleva a cabo las correspondientes restauraciones cuando se lo solicitan.
¡°Lo ideal es que, llegado el momento, quien haga la reparaci¨®n sea la misma empresa que produjo la pieza, ya que tiene el conocimiento necesario¡±, aclara. ¡°Tambi¨¦n es mejor si el artista est¨¢ vivo, para que se le pueda consultar. Pero siempre hay opciones. Una vez me llamaron de la galer¨ªa brit¨¢nica Lisson porque en una obra de Juan Mu?oz se hab¨ªa roto un espejo y nadie sab¨ªa de qu¨¦ tipo era, si se trataba o no de un est¨¢ndar. Como Mu?oz ya hab¨ªa muerto, se localiz¨® a un antiguo colaborador de su estudio y se le pregunt¨® a ¨¦l¡±.
En cuanto a qui¨¦n asume normalmente el coste de esa reparaci¨®n, Alberto Gallardo distingue distintas situaciones: ¡°Todo depende de la naturaleza de ese desperfecto. Si procede de una incorrecta producci¨®n, responden tanto la galer¨ªa como el artista. Pero cuando los da?os se producen por una mala conservaci¨®n preventiva de las obras, es el coleccionista quien se debe encargar. Tambi¨¦n si hay que sustituir los elementos perecederos que forman parte de la obra¡±.
Por eso, lo m¨¢s recomendable es suscribir un seguro. ¡°Si el coleccionista se asegura adecuadamente, se evitan problemas¡±, explica Jos¨¦ Casta?al, director de la galer¨ªa parisina Thaddaeus Ropac. ¡°Pero hay que tener en cuenta que cuando concluyes un proceso de adquisici¨®n empiezas otro de conservaci¨®n. A menudo los coleccionistas dicen que ellos no son meros propietarios de la obra de arte sino sus custodios, y eso es muy cierto. Coleccionar implica una responsabilidad moral con la obra¡±. Su galer¨ªa, una de las m¨¢s prestigiosas de Europa, representa grandes nombres internacionales, entre ellos el legado de Joseph Beuys, conocido por sus piezas realizadas con materiales sensibles como cera o grasas.
Pocas colecciones privadas de arte hay en este pa¨ªs tan heterog¨¦neas y audaces como la de Fernando Meana (fallecido en 2020) y Mariv¨ª Larrucea, que incluye una escultura de papel mach¨¦ y yeso de Rosemarie Trockel y otra rellena de azafr¨¢n de Ernesto Neto, entre otras piezas delicadas. Quiz¨¢ por eso siempre han invertido grandes esfuerzos para mantenerla en condiciones. ¡°Cuando hay que restaurar una obra se hace, pero nosotros realizamos un trabajo muy importante de conservaci¨®n para que no se llegue a da?ar¡±, afirma Estefan¨ªa Meana, hija de los coleccionistas. Para todas las obras de la colecci¨®n familiar se dispone de un condition report (informe que recoge su estado de conservaci¨®n y posibles desperfectos), fotos incluidas, que se actualiza antes de cada pr¨¦stamo. Adem¨¢s, una profesional de confianza est¨¢ encargada de revisar y en su caso reparar las obras (recurriendo cuando sea posible al asesoramiento del propio artista), as¨ª como de determinar las condiciones necesarias para su posible traslado. ¡°Si no se cumplen, la obra no viaja¡±, concluye Meana.
El caso de Estefan¨ªa Meana presenta una particularidad adicional, ya que adem¨¢s de gestionar la colecci¨®n de sus padres posee otra a su nombre especializada en videoarte. Aqu¨ª su principal preocupaci¨®n es la posible obsolescencia del formato, de manera que se ha asegurado de quedar legalmente cubierta frente a este riesgo: ¡°Siempre pido que el galerista, y sobre todo el artista, firmen conmigo un contrato que los compromete a transformar el v¨ªdeo al formato vigente en cada momento. Mis primeras piezas las compr¨¦ en un DVD, luego pasaron a blue ray y actualmente todo se transforma a mp4 y se entrega en un dispositivo USB. Aunque, en mi opini¨®n, el artista deber¨ªa tener sus obras en una nube, a la que yo acceder¨ªa con mi usuario y contrase?a, de manera que si un museo me pidiera la obra en pr¨¦stamo yo me la bajar¨ªa adaptada al formato que sea¡±.
Cita tambi¨¦n las esculturas de neones del artista minimal Dan Flavin: esas l¨¢mparas ya no se fabrican industrialmente, pero el legado del artista se encarga de producirlas para que puedan servir de repuesto: ¡°Aunque lo cobran car¨ªsimo, claro. Quiz¨¢ sea ese el futuro de la restauraci¨®n, que el t¨ªpico chispas que antes ven¨ªa a arreglarte la tele ahora se dedique a reparar los monitores de televisi¨®n que hay en obras de arte por el mundo. Si se han conservado los bisontes de Altamira, pues se conservar¨¢n las teles de Nam June Paik, por poner un ejemplo¡±.
Una obra de arte es en ¨²ltima instancia un objeto (cuando lo es), pero tambi¨¦n otra cosa, un campo de fuerzas donde confluyen determinadas aspiraciones y expectativas. En cierto sentido no resulta muy distinta de un fetiche religioso, y como tal la dotamos de un aura, por usar el t¨¦rmino del fil¨®sofo Walter Benjamin. Cuando sobreviene un desperfecto queda al descubierto su pura materialidad, y por tanto esa aura se desvanece. Esto, seg¨²n Miqui Guill¨¦n, implica casi siempre una desafecci¨®n: ¡°Cuando un coleccionista tiene un problema de conservaci¨®n con una pieza, se convierte en un problema y ya no quiere saber nada de ella, porque nadie quiere problemas¡±.
Pero no hay que dramatizar, o as¨ª lo cree Jos¨¦ Casta?al: ¡°Siempre digo que m¨¢s problemas de conservaci¨®n tendr¨¢s t¨² que la obra que te compres, que te sobrevivir¨¢ en un 99% de los casos. Como dijo Hip¨®crates, Ars longa vita brevis [el arte es largo, la vida breve]¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.