Peter Sloterdijk, fil¨®sofo: ¡°El ser humano contempor¨¢neo solo se refugia del futuro con actitudes fr¨ªvolas¡±
El gran pensador alem¨¢n sostiene que el futuro pinta sombr¨ªo. Vivimos como si no pasara nada pero, con el calentamiento global, todos tenemos la sensaci¨®n de que vamos a acabar como ¡°huevos fritos¡±
A Peter Sloterdijk siempre le fascin¨® la capacidad que tienen los novelistas de pintar. S¨ª, de pintar con sus palabras, de hacernos ver cosas mientras leemos. Y leyendo novelas fue como este tit¨¢n del pensamiento contempor¨¢neo fue inspir¨¢ndose para intentar pintar a su modo, trazando un ensayo construido en torno a un color, el gris, que, cuenta, aparec¨ªa una y otra vez en sus lecturas. El veterano fil¨®sofo arquea las cejas, se ajusta las gafas, con ese mostacho entre rubio y cano que le define, y confiesa que, para ¨¦l, este ¨²ltimo libro es una de las mayores sorpresas que se ha llevado consigo mismo: empez¨® como un peque?o ensayo y acab¨® siendo un diagn¨®stico filos¨®fico de nuestros tiempos.
A sus 77 a?os, Sloterdijk es, junto a su compatriota J¨¹rgen Habermas, uno de los m¨¢s grandes fil¨®sofos europeos vivos. Pol¨¦mico, po¨¦tico, incorrecto, siempre ha estado presente en el debate p¨²blico, y en esas sigue. El pensador que en 1983 revolucion¨® el ensayo con Cr¨ªtica de la raz¨®n c¨ªnica, introduciendo una nueva forma de escribir que mezclaba la filosof¨ªa con antropolog¨ªa, poes¨ªa, historia y lenguaje coloquial, acaba de publicar (en mayo) en Espa?a Gris. El color de la contemporaneidad. Editado por Siruela (por Arcadia, en la versi¨®n en catal¨¢n, Pensar el gris), el libro parte del gris como color, como met¨¢fora, para hablar de C¨¦zanne, de la Alemania reunificada, de Kafka, del Estado, del ser humano¡ y del arte de vivir.
El exrector de la Universidad de Artes y Dise?o de Karlsruhe, autor de m¨¢s de una treintena de ensayos, entre ellos, la celebrada trilog¨ªa Esferas, nos recibe con los pies descalzos en un elegante apartamento de una zona residencial del suroeste de Berl¨ªn. Los techos son altos; los sof¨¢s, cl¨¢sicos, y hay libros por todas partes.
La entrevista se celebra en su porche acristalado con vistas al jard¨ªn, con dos vasos de agua con gas. Le gusta tomarse su tiempo antes de responder, hace pausas para reflexionar y, una vez se arranca, sentencia con aplomo. Aborda la entrevista pidiendo una inversi¨®n transitoria de papeles. ?l quiere hacer la primera pregunta. Muestra una suerte de esfera y pregunta qu¨¦ es. Ni idea. Y explica que es el primer objeto filos¨®fico. Fue creado por el pensador m¨¢s importante del siglo XV, Nicol¨¢s de Cusa. Lo arroja sobre la mesa para demostrar que su trayectoria es impredecible. Es, dice, un reflejo de la condici¨®n humana. Una expresi¨®n de nuestra imperfecci¨®n.
Pregunta. ?Y por qu¨¦ buscamos con tanto ah¨ªnco la perfecci¨®n?
Respuesta. Vivimos bajo el estr¨¦s de nuestra imperfecci¨®n. Seg¨²n dec¨ªa Plat¨®n, esa es la ra¨ªz de lo que llamamos amor o el eros. El amor es el deseo de sentirse completo. Mi impresi¨®n personal es que incluso cuando te sientes completo, te falta algo.
P. El historiador franc¨¦s Michel Pastoureau, que est¨¢ trabajando en una historia de los colores, sostiene, como usted, que vivimos tiempos grises. Argumenta que el futuro es sombr¨ªo, que el estado del mundo es inquietante y que no somos muy felices.
R. S¨ª, s¨ª, es verdad. El horizonte es sombr¨ªo, el sentimiento de que nuestro mundo est¨¢ condenado es omnipresente. Y el hombre contempor¨¢neo solo se refugia del futuro con actitudes fr¨ªvolas. Vivimos como si no pasara nada, pero hay algo en el ambiente. Y desde ese punto de vista, el gris tambi¨¦n es el color de esa falsa hilaridad que todo el mundo despliega.
¡°Las clases medias insatisfechas son la fuerza impulsora de las revoluciones¡±
P. ?Y qu¨¦ es lo que hay en el ambiente?
R. Hay un desastre que a¨²n no tiene nombre. Algunos fil¨®sofos o historiadores hablan de una tercera guerra mundial, pero somos demasiado vagos para darnos cuenta. Y luego est¨¢ el cambio clim¨¢tico. Todo se est¨¢ calentando demasiado para la vida humana. As¨ª que todos vamos a acabar fritos. Anticipamos la sensaci¨®n de huevo frito.
P. En su libro dice que en caso de que nuestra existencia, nuestra alma, pudiera tener una meteorolog¨ªa, esta se describir¨ªa como gris. ?Qu¨¦ quiere decir con esto?
R. El gris es una met¨¢fora de nuestros tiempos. Pero hay otro tipo de gris, el de la vida ordinaria. Nuestros momentos cumbre tienen un car¨¢cter claro, colorido. Pero lo cotidiano tiene tendencia a la grisura.
P. ?Considera usted que corren buenos tiempos para la filosof¨ªa?
R. No estamos en tiempos de superh¨¦roes filos¨®ficos. Foucault, que muri¨® en 1984, fue la primera v¨ªctima de la ¨²ltima gran cosecha. Deleuze falleci¨® en 1995, luego Derrida¡
P. Con todo, ?hay alg¨²n pensador o fil¨®sofo contempor¨¢neo que le interese?
R. Me siento muy conectado con el trabajo de Bruno Latour, a quien me uni¨® una especie de amistad. Y tambi¨¦n siento una extra?a simpat¨ªa por Slavoj ?i?ek. Es el ¨²nico que realmente ha introducido una dimensi¨®n de humor negro, que era el ¨²nico tono que realmente faltaba en la filosof¨ªa. Tiene ese gran m¨¦rito, incluso al precio de renunciar a la pretensi¨®n de seriedad.
P. Usted siempre ha tenido en Alemania una reputaci¨®n de provocador, de fil¨®sofo pol¨¦mico. ?Debe ser el fil¨®sofo un provocador?
R. No, no lo creo. Al menos, no debe ser su intenci¨®n. Nunca tuve intenci¨®n de ser un provocador.
¡°Hay algo en el ambiente. El gris es el color de esa falsa hilaridad que todo el mundo despliega¡±
P. Hablemos de la situaci¨®n pol¨ªtica. La extrema derecha, la AfD (Alternativa para Alemania), qued¨® en segundo lugar en las ¨²ltimas elecciones europeas. ?Por qu¨¦ cree que est¨¢ sucediendo esto en su pa¨ªs?
R. Es el resultado de un efecto parad¨®jico. Los partidos han hecho una campa?a permanente contra la AfD desde su creaci¨®n. Una campa?a permanente es una propaganda permanente para el enemigo. La AfD es un fantasma. Estamos persiguiendo el espectro de la derecha radical. Pero no hay, excepto en Hungr¨ªa, ning¨²n ejemplo de un partido de derecha gobernando que haya hecho cosas realmente da?inas hasta ahora. Ni siquiera Meloni en Italia¡
P. Bueno, Meloni est¨¢ siendo criticada por cargar contra el derecho al aborto¡
R. S¨ª. Y tambi¨¦n se produjo ese ominoso incidente con Scurati [veto al escritor en la televisi¨®n p¨²blica], muy feo, pero esas cosas suceden en democracia. Ese no es el problema, sino la falta de sustancia de los partidos establecidos, su falta de credibilidad, de capacidad para motivar. Todo eso se proyecta en el espectro de la derecha radical.
P. Tras ese ascenso de la derecha radical late un descontento. ?Cu¨¢les son para usted las ra¨ªces de ese descontento?
R. Hay que recordar el famoso ensayo de Sigmund Freud La civilizaci¨®n y sus descontentos. Para Freud estaba claro que toda civilizaci¨®n est¨¢ basada en el constre?imiento del control de la libido. Civilizaci¨®n es solo una manera distinta de decir renuncia. Para el Goethe tard¨ªo, la vida es, en la juventud, deseo; y en la vejez, madurez, cuando debes desarrollar la poes¨ªa de la renuncia. Y, si dejas la poes¨ªa a un lado, s¨®lo queda la renuncia: esa es la insatisfacci¨®n en su m¨¢s pura expresi¨®n. Y mi sensaci¨®n es que Freud solo habla de un peque?o fragmento de todo el espectro de cosas a las que tenemos que renunciar. Por ejemplo, la mayor¨ªa de nosotros tenemos que renunciar a riquezas que otros tienen y nosotros, no. Ah¨ª est¨¢ la ra¨ªz del descontento. Todo deseo insatisfecho incuba la posibilidad de su satisfacci¨®n en el futuro.
P. ?No influyen en el descontento actual otros factores?
R. El descontento crecer¨¢, porque los objetos de deseo se multiplican, las posesiones de otros crecen cada d¨ªa. Ese es el significado profundo tras ese eslogan de que los ricos son cada vez m¨¢s ricos.
P. S¨ª, hay muchas voces que se?alan que la desigualdad es la ra¨ªz de todo este descontento¡
R. Ese eslogan es una expresi¨®n de esa insatisfacci¨®n creciente. Esconde que consideras que los ricos deber¨ªan compartir m¨¢s. Cuando la respuesta deber¨ªa ser que tal vez deber¨ªas desear menos.
P. ?Eso cree usted?
R. S¨ª.
P. Esto me recuerda a esa pol¨¦mica que usted protagoniz¨® hace unos a?os al decir que los impuestos sobre la renta deber¨ªan abolirse. Que los ricos deber¨ªan hacer contribuciones voluntarias. ?Considera que ser¨ªa un mejor sistema que el actual?
R. Ser¨ªa una revoluci¨®n psicopol¨ªtica. Si todos los impuestos dejaran de entenderse como un deber hacia la comunidad y fueran considerados como regalos de donantes, el contribuyente se percibir¨ªa como alguien que da, no se sentir¨ªa culpable de no dar lo suficiente. Desde el nivel m¨¢s alto hasta el nivel m¨¢s bajo. La donaci¨®n se interpretar¨ªa como un honor.
P. Pero, ?usted cree que funcionar¨ªa mejor si a las personas se les dejara decidir por s¨ª mismas cu¨¢nto tienen que pagar?
R. El Estado no ganar¨ªa ni un euro menos que ahora.
P. ?Eso cree?
R. S¨ª. Porque permanecer¨ªa la obligatoriedad de hacer ese regalo. Desde el punto de vista psicol¨®gico y pol¨ªtico, significar¨ªa el paso de la econom¨ªa de la deuda a la econom¨ªa de la generosidad.
P. Perm¨ªtame que le pregunte, ?usted cree en el Estado de bienestar?
R. S¨ª. El Estado de bienestar encuentra su justificaci¨®n en la transici¨®n de la cultura de la misericordia a la cultura de la inclusi¨®n. Y la inclusi¨®n es siempre mejor que la exclusi¨®n, por supuesto.
P. En este punto de su vida, ?c¨®mo se define usted pol¨ªticamente?
R. Trato de evitar las definiciones siempre que puedo, pero pol¨ªticamente siempre estuve, de alg¨²n modo, en el ¨¢mbito de la izquierda liberal. Pero, en la ¨²ltima d¨¦cada, desarroll¨¦ una versi¨®n m¨¢s conservadora de liberalismo. Creo que la mejor respuesta a esto la dio Leszek Kolakowski una vez cuando se defini¨® a s¨ª mismo como un conservador liberal socialista.
P. La posici¨®n de Alemania ante el conflicto entre Israel y Ham¨¢s est¨¢ condicionada por su pasado. ?C¨®mo se sit¨²a usted ante este conflicto?
R. Alemania, sin duda, tiene una culpa infinita hacia los jud¨ªos como pueblo. Hoy aborrecemos lo que Netanyahu ha hecho desde hace m¨¢s de medio a?o. Pero al mismo tiempo justificamos el derecho a defenderse. Hay un elemento hiperb¨®lico en la respuesta israel¨ª: aun siendo leg¨ªtimo querer destruir las capacidades de Ham¨¢s, no hay justificaci¨®n para las v¨ªctimas civiles. Pero me gustar¨ªa a?adir algo sobre el descontento.
P. Claro.
R. En Alemania tenemos un debate sobre si deber¨ªamos prohibir la AfD como partido pol¨ªtico. Pero eso significar¨ªa hacer un esfuerzo por prohibir el descontento. ?Qu¨¦ tipo de satisfacci¨®n se podr¨ªa ofrecer a estas personas? Lo que est¨¢ pidiendo esta gente es menos migraci¨®n, que significa menos competencia. Los m¨¢s competentes entran en nuestro sistema de producci¨®n y los menos cualificados, en nuestro sistema de bienestar. Provocan, pues, un resentimiento probablemente m¨¢s o menos justificado.
P. Entonces, ?qu¨¦ cree que se deber¨ªa hacer con la inmigraci¨®n?
R. La soluci¨®n m¨¢s sensata es, al mismo tiempo, la soluci¨®n m¨¢s inmoral: la canibalizaci¨®n de los segmentos calificados de otras naciones. Los Estados modernos est¨¢n en competencia entre ellos vampirizando las ¨¦lites de las naciones de la periferia.
P. Hay muchos estudios que demuestran que, entre otras cosas, sin la inmigraci¨®n no es posible mantener el Estado de bienestar.
R. Sin inmigraci¨®n ser¨ªa completamente imposible, s¨ª. Pero tenemos que lidiar con la insatisfacci¨®n de modo que no quiera expresarse en formas m¨¢s violentas. No debemos olvidar que no son los perdedores los que organizan revoluciones. Las clases medias insatisfechas son la fuerza impulsora de la disidencia revolucionaria.
P. ?Qu¨¦ cree que podr¨ªa pasar con esas expresiones de descontento?
R. Esas expresiones ya est¨¢n ah¨ª, a veces conducen al asesinato pol¨ªtico, a matar a personas, a envenenar el ambiente pol¨ªtico. Son muy t¨®xicas. Cada fechor¨ªa se multiplica por millones a trav¨¦s del sistema contempor¨¢neo de prensa y medios de comunicaci¨®n. Matas a uno y haces que millones se sientan asustados.
¡°Una campa?a permanente contra la extrema derecha es propaganda permanente para el enemigo¡±
P. Profesor, una pregunta para ir acabando. Si mira hacia atr¨¢s, en su vida, ?hay algo que desear¨ªa cambiar?
R. En mi vida he tenido que saltar varios rubicones. Me he casado cuatro veces, y me temo que eso lo volver¨ªa a hacer. Pero lo primero que siento hacia mi propio pasado es asombro, aunque tal vez el asombro sea el hermano peque?o de la gratitud. Porque tengo unos or¨ªgenes pobres, crec¨ª en una no familia. Mi madre fue la ¨²nica hija de un soldado que muri¨® en octubre de 1914, una de las primeras muertes de la I Guerra Mundial. Ella naci¨® en marzo de 1915.
P. ?Su madre?
R. S¨ª. Soy un precursor de lo que luego llamar¨ªan las familias parcheadas. Mi abuela se volvi¨® a casar con un hombre joven, a los dos meses de conocerle, que se parec¨ªa a su primer marido. As¨ª que mi madre fue una ni?a que desembarc¨® en un mundo desastroso y siempre hab¨ªa una especie de miedo profundo a la vida en su interior. Yo hered¨¦ eso de ella. Por cierto, mi primera esposa tambi¨¦n fue la hija de un oficial que muri¨® antes de que ella naciera. Es la magia de la elecci¨®n de parejas. Con este triste y tr¨¢gico trasfondo, pas¨¦ por varias etapas. Transit¨¦ de la filosof¨ªa de la tristeza, Her¨¢clito, el fil¨®sofo llor¨®n, y me fui acercando al otro polo, el de Dem¨®crito. Mi vida es el descubrimiento de la hilaridad. Y mientras esta tendencia prevalezca, no estoy seguro de poder mantenerla, no hay nada de lo que pueda arrepentirme.
P. Perm¨ªtame hacerle una pregunta y si¨¦ntase libre de no responderla si no lo desea. Durante nuestra vida siempre caminamos acompa?ados por la muerte. La muerte siempre est¨¢ ah¨ª. ?C¨®mo afronta un fil¨®sofo la muerte?
R. La filosof¨ªa comenz¨® con una reflexi¨®n sobre la diferencia entre mortalidad e inmortalidad. Y aqu¨ª seguimos atormentados por lo mismo, pregunt¨¢ndonos si realmente tenemos derecho a la inmortalidad o no. Pero la cuesti¨®n fundamental es si nosotros, como seres mortales, podemos conseguir algo durante nuestra vida que valga la pena transmitir a otra generaci¨®n. Producir algo que sobreviva a nuestra vida. Creo que as¨ª es como lidian los fil¨®sofos con la mortalidad. Poniendo la firma al final de un texto.
P. ?Y as¨ª es como lidia usted con ella?
R. S¨ª. Pero para un fil¨®sofo, la firma de sus ense?anzas, su testamento, no est¨¢ al final del texto, sino que es su nombre en la primera p¨¢gina. Aunque agregar¨ªa que si puedes firmar al final del texto tambi¨¦n, el nombre de la primera p¨¢gina pierde sentido.
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