Razones para no abandonar la energ¨ªa nuclear en Espa?a
Mantener operativas las centrales supone una cuesti¨®n esencial de independencia y soberan¨ªa

En un art¨ªculo publicado ayer en este peri¨®dico, la diputada socialista Cristina Narbona explica las razones para el abandono de la energ¨ªa nuclear en Espa?a. Son las tradicionales y bien conocidas: su peligrosidad y el problema milenario de los residuos radiactivos. Presentar¨¦ otras razones en el sentido opuesto en unos terrenos en los que la diputada no se adentra. Pero antes es imprescindible rebatir los dos famosos argumentos.
Ha habido tres accidentes serios de centrales el¨¦ctricas nucleares: el de Three Mile Island en 1979 fue causado por errores humanos t¨¦cnicos con el resultado de ning¨²n afectado y mucho menos v¨ªctimas mortales. El de Chern¨®bil de 1986, desastre m¨¢s pol¨ªtico y organizativo, se cobr¨® 57 v¨ªctimas durante el accidente y entre 4.000 y 6.000 posteriores entre los afectados, seg¨²n informes oficiales de Naciones Unidas y otros organismos y universidades internacionales, todos ellos coincidentes en el margen referido. El de Fukushima lo caus¨® un impresionante tsunami generado por el mayor terremoto detectado en las cercan¨ªas de Jap¨®n. La cat¨¢strofe provoc¨® m¨¢s de 18.000 muertos, que a menudo se achacan a la central nuclear afectada, que caus¨® exactamente cero muertos y el mismo n¨²mero entre los pocos afectados. Reconozcamos que la diputada Narbona en cualquier caso reconoce que el riesgo de accidente nuclear es baj¨ªsimo.
Sobre los residuos radiactivos se dice que son peligrosos durante miles de a?os. Lo que se obvia es que posiblemente sean los ¨²nicos residuos industriales que permanecen localizados y gestionados. Y, sobre su peligrosidad, no se compara con otros mucho m¨¢s letales, como pueden ser los metales pesados y otras sustancias venenosas. ?Recuerda o sabe alguien d¨®nde est¨¢n los de la mina de Aznalc¨®llar esparcidos tras el vertido de lodos t¨®xicos en 1998? Estamos hablando de ars¨¦nico, cromo, mercurio, plomo e incluso uranio. Estos no duran miles de a?os, sino lo mismo que el planeta, porque son estables. Tampoco menciona la diputada los proyectos tan avanzados que existen hoy para la transmutaci¨®n de esos residuos y, mucho menos, de los modelos de reactores que se est¨¢n desarrollando para utilizarlos como combustible. No parece bien conocido que los famosos residuos contienen un 95,6% de uranio un poco m¨¢s enriquecido del que se obtiene en las minas. Los almacenes de esos residuos bien pueden considerarse futuras minas de uranio.
En cualquier caso, lo que nunca se explora desde el punto de vista pol¨ªtico ajeno a la intrigante divisi¨®n entre pronucleares de derechas y antinucleares de izquierda es el problema esencial de la soberan¨ªa y la independencia. Hablemos de Espa?a primero, como propone la diputada. Olvidemos que llevamos produciendo electricidad de origen nuclear sin problema alguno durante muchas d¨¦cadas (por cierto, casi todas las centrales fueron inauguradas durante el m¨¢s largo mandato socialista, aunque tambi¨¦n entonces se detuvo el programa de UCD ante la presi¨®n de ETA, error que Felipe Gonz¨¢lez considera el m¨¢s grave que cometi¨®). Algo que no se sabe bien es que en Juzbado (Salamanca) producimos combustible nuclear en una mod¨¦lica f¨¢brica que aprovisiona cinco reactores espa?oles y 17 europeos. Y que en Santander otra empresa igual de estatal que la anterior fabrica los componentes esenciales de un reactor nuclear de cierto modelo. Lo estrat¨¦gico del asunto es que en Espa?a tenemos una ingenier¨ªa extraordinariamente acreditada. Perderla ser¨ªa un dislate, porque la avalancha nuclear que se nos viene encima en todo el mundo resulta imparable. Las razones no son solo ecol¨®gicas (la energ¨ªa nuclear es, simple y llanamente, escasamente contaminante), sino estrat¨¦gicas.
El inevitable respaldo a las deseables renovables no puede venir m¨¢s que del carb¨®n, el gas y el petr¨®leo, a los que Estados Unidos tanto apego tiene, o de la nuclear, hacia la que los chinos est¨¢n lanzados imparablemente. Entramos as¨ª en nuestro gran problema actual: Europa.
Alemania ha cerrado unas centrales que eran joyas de la ingenier¨ªa; Francia tiene 56 reactores operativos e Italia ninguno; Finlandia ha construido la mayor central del continente; Portugal no tiene; B¨¦lgica pas¨® de decidir cerrar los que ten¨ªa a construir nuevos; Suecia, Suiza, Chequia¡ para qu¨¦ seguir. Se puede arg¨¹ir ¡ªa la diputada tambi¨¦n se le ha pasado¡ª que el uranio acabar¨¢ extingui¨¦ndose. Claro, pero, por una parte, recu¨¦rdese el contenido de los residuos y por otra, mucho m¨¢s interesante para Europa, est¨¢ la alternativa del torio, del dios n¨®rdico Thor. Resulta que solo en Noruega tenemos torio suficiente como para abastecer un nutrido parque nuclear por muchos, muchos siglos. El uso del torio no se ha afrontado hasta ahora, salvo en India, por la sencilla raz¨®n de que el uranio sigue siendo abundante y barato. Adem¨¢s, estamos hablando de una energ¨ªa de transici¨®n, la fisi¨®n, porque las posibilidades de que consigamos la fusi¨®n son cada vez m¨¢s realistas.
Si se sigue atacando a la energ¨ªa nuclear ideol¨®gica y fiscalmente, lo pagaremos caro los espa?oles y, peor a¨²n, los europeos. Es un problema de soberan¨ªa e independencia a resolver tratando de bordear el abismo de la irrelevancia al que est¨¢n llevando a Europa.
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