Lecturas decisivas para las elecciones estadounidenses

El Libro de Washington es un g¨¦nero ciertamente menor de la literatura estado?unidense que se abastece de materiales de diversa procedencia. De las memorias de los presidentes, antes o despu¨¦s de serlo, a la carta de presentaci¨®n al mundo de un candidato en campa?a. De las revelaciones, explosivas o no tanto, del paso de un funcionario por la Casa Blanca a la en¨¦sima biograf¨ªa de Ronald Reagan o lo nuevo de aquel ya-no-tan-legendario-reportero.

Como todo g¨¦nero, tiene sus propias reglas: el pacto con sus lectores no necesariamente garantiza la gran literatura, acostumbran a estar escritos en colaboraci¨®n con un sufrido autor a sueldo y generan jugosos adelantos casi imposibles de recuperar. Suelen tener una nutrida secci¨®n de agradecimientos, en la que no es raro acordarse de Dios, pero a menudo prescinden del ¨ªndice onom¨¢stico: as¨ª evitan la tentaci¨®n a las personas que salen citadas de buscarse en sus p¨¢ginas y, satisfecha la curiosidad, ahorrarse la compra.

No necesariamente tienen por qu¨¦ estar escritos por protagonistas o tratar asuntos de la capital estadounidense, porque Washington, m¨¢s que un lugar, es un estado mental. As¨ª, las confesiones de, pongamos, la gobernadora de Dakota del Sur y asesina de perros Kristi Noem tambi¨¦n pueden considerarse un Libro de Washington siempre y cuando sirvan para alimentar el ciclo incesante de noticias.

Desde el punto de vista de su vida en las librer¨ªas (especialmente en las de Washington, la ciudad, no el estado mental), son f¨¢ciles de reconocer porque pasan en un parpadeo del escaparate a engordar la pila de saldos. Tambi¨¦n porque el g¨¦nero, que en realidad nunca descansa, registra un pico de producci¨®n cada cuatro a?os, poco antes de las elecciones.

Estos meses han visto la luz en Estados Unidos reveladores reportajes que desentra?an las ¨²ltimas mutaciones del trumpismo, ensayos destinados a influir en el debate p¨²blico sobre los problemas que aquejan a la democracia m¨¢s antigua del mundo y una trascendental defensa de la libertad que firma el siempre l¨²cido historiador Timothy Snyder (Sobre la libertad, Galaxia Gutenberg). Y tambi¨¦n han salido muchos Libros de Washington. Entre otros, una perezosa y selectivamente amn¨¦sica colecci¨®n de recuerdos de Melania Trump (Melania) ¡ªque al menos nos ha servido para saber que se cartea con Carlos III de Inglaterra y que apoya el derecho al aborto pese a estar casada con el hombre que lo tumb¨®¡ª; las ¡°reflexiones sobre la vida, el amor y la libertad¡± de Hillary Clinton (Something Lost, Something Gained); las memorias de Ketanji Brown Jackson, primera jueza negra del Supremo (Lovely One); la historia personal de c¨®mo Nancy Pelosi pas¨® ¡°de ama de casa a congresista y de ah¨ª a presidenta de la C¨¢mara de Representantes¡± (The Art of Power); y el ¨²nico del lote verdaderamente recomendable: The Wolves of K Street (los lobos de la calle K).

'The Wolves of K Street' cuenta c¨®mo la industria del ¡®lobby¡¯ pas¨® de tener 50 agentes en 1967 a casi 15.000 en 2007

Escrito por dos hermanos periodistas, los Mullins, The Wolves of K Street cuenta, a ratos con el aire de un true crime, la espeluznante historia de c¨®mo la industria del lobby, que sol¨ªa arracimarse en la calle K de la capital, pas¨® de tener ¡°50 o 60 agentes registrados¡± en 1967 a ¡°casi 15.000¡å en 2007, momento de su apogeo, y a recibir el a?o pasado 4.200 millones de d¨®lares a cambio de influir en el Gobierno federal. Dif¨ªcil encontrar entre la producci¨®n reciente una lectura m¨¢s esclarecedora sobre Washington. La ciudad y el estado mental.

El columnista Carlos Lozada ha pasado casi una d¨¦cada (en el Post y en The New York Times) entregado al trabajo de cr¨ªtico especializado en esos libros pol¨ªticos, labor que acaba de resumir reuniendo 50 de sus art¨ªculos en un jugoso volumen titulado The Washington Book, del que salen algunas de las ideas que encabezan este texto. En ¨¦l, recuerda la frase que m¨¢s ha escuchado despu¨¦s de contarle a un extra?o a qu¨¦ se dedica: ¡°?Lees esos libros para que no tengamos que hacerlo los dem¨¢s!¡±. Tambi¨¦n defiende los beneficios de ir m¨¢s all¨¢ de la ¡°lectura de Washington¡± (caracterizada por un escaneo r¨¢pido y superficial del contenido); es en lo m¨¢s profundo de la sima del aburrimiento de esos ejercicios literarios, advierte Lozada, un cr¨ªtico agudo y divertido, donde aguarda a veces, solo a veces, el destello de la verdad.

Tres de los cuatro candidatos a presidente y vicepresidente de estas elecciones son autores publicados. Est¨¢n las obras completas de Donald Trump: 2.212 p¨¢ginas, sin contar con los tres fotolibros que ha sacado tras dejar a rega?adientes la Casa Blanca (el ¨²ltimo sali¨® en verano, y es otro tributo a su megaloman¨ªa). Y luego est¨¢n los libros sobre su figura, toda una industria que, sorprendentemente, contin¨²a dando valiosos frutos como Lucky Loser (perdedor con suerte), de los reporteros de investigaci¨®n de The New York Times Russ Buettner y Susanne Craig, quienes desmontan con eficacia las ¡°ilusiones de ¨¦xito¡± como empresario del expresidente y prueban que dos de las principales fuentes de su riqueza poco tienen que ver con la destreza en los negocios: la herencia que recibi¨® de su padre y el dinero que hizo como estrella de la telerrealidad.

¡®Lucky Loser¡¯ rebate a Trump como exitoso empresario: hered¨® su fortuna y gan¨® mucho dinero como estrella de la telerrealidad

Lucky Loser acaba resultando una lectura m¨¢s interesante que El camale¨®n (Pen¨ªnsula), de Maggie Haberman, tambi¨¦n periodista del Times, una biograf¨ªa centrada en la forja del magnate en Nueva York perjudicada por la gran expectaci¨®n que la precedi¨®. Haberman fue una de las periodistas de referencia durante la era de Trump y uno habr¨ªa esperado m¨¢s de su cambio de formato. El vigesimotercer ensayo del periodista que destap¨® el Watergate Bob Woodward (War) tambi¨¦n se centra (de nuevo) en la figura del expresidente. Los editores de Woodward lo promocionan con un eslogan que por fuerza tiene que ser reciclado ¡ª¡±?el libro que tienes que leer antes de votar!¡±¡ª tal vez porque habr¨ªa quedado peor destacar que el reportero de The Washington Post ha vuelto a guardarse una exclusiva (que Trump envi¨® test de covid a Putin en lo peor de la pandemia) para poder vender as¨ª mejor su producto.

Es muy probable que la balda de t¨ªtulos sobre Kamala Harris nunca engorde tanto como la de su rival. A¨²n son ¨²tiles las biograf¨ªas publicadas con motivo de su ascenso a la vicepresidencia ¡ªla del periodista californiano Dan Morain en Roca Editorial, por ejemplo, o la que escribi¨® entonces la espa?ola Mar¨ªa Ram¨ªrez, que reedita ampliada Debate y es una eficaz introducci¨®n a su figura¡ª, y muy seguramente haya unos cuantos proyectos en marcha, parados a la espera de saber si se convierte o no en la primera presidenta de la historia de Estados Unidos. Entre tanto, ah¨ª est¨¢n sus dos vol¨²menes de memorias que, si bien se dejan leer, se?alan otra diferencia de la candidata con Barack Obama, al que Lozada define como ¡°un pol¨ªtico que podr¨ªa haberse ganado la vida como escritor¡±.

El cr¨ªtico no incluye en The Washington Book a J. D. Vance, compa?ero de papeleta de Trump, y eso que Vance es autor de uno de esos pocos Libros de Washington que adem¨¢s leyeron sus compradores. Hillbilly, una eleg¨ªa rural (Deusto) son las memorias de cierto valor literario de un nieto de los Apalaches e hijo de la epidemia de los opi¨¢ceos al que las ¨¦lites liberales buscaron con gran inter¨¦s en 2016 para tratar de entender el desencanto de las clases bajas blancas que auparon a Trump. En cuanto a Tim Walz, que aspira a segundo de a bordo por Harris, se ve que su irrupci¨®n en la escena pol¨ªtica nacional fue inesperada tambi¨¦n para ¨¦l: en todos sus a?os como congresista y gobernador de Minnesota no pens¨® que deb¨ªa escribir una carta de presentaci¨®n para cuando llegara el momento, porque tal vez no crey¨® que fuera a llegar.

El libro de Vance se public¨® en junio del a?o de la victoria de Trump, tres meses antes que Extra?os en su propia tierra (Capit¨¢n Swing), de la soci¨®loga Arlie Russell Hochschild, y ambos se disputaron la atenci¨®n de quienes buscaban explicaciones a la derrota de Hillary Clinton. Hochschild vuelve en estas elecciones a apostar en la ruleta de la relevancia con su reci¨¦n publicado Stolen Pride (orgullo robado). Si en aquel viajaba al sur de Estados Unidos para escribir sobre la contradicci¨®n que representa que quienes m¨¢s necesitan al Gobierno hayan acabado en brazos del partido que aspira a desmantelarlo, ahora pone la lupa sobre un condado de los Apalaches, puro territorio de Vance. Y no en cualquier condado, sino en el m¨¢s blanco y uno de los m¨¢s pobres del pa¨ªs. A Hochschild esta vez le interesa la astucia de Trump a la hora de entender ¡°la paradoja del orgullo¡± de esos habitantes de Kentucky: la fuente de su satisfacci¨®n, esa fe en el ¡°trabajo duro y la responsabilidad personal¡±, es la misma que les deja con la amarga sensaci¨®n de verg¨¹enza propia del fracaso cuando las cosas vienen mal dadas.

El problema de Stolen Pride es que las ¨¦lites (los medios) hace mucho que dejaron de ignorar el universo MAGA (Make America Great Again), que ocupa a diario m¨¢s p¨¢ginas de peri¨®dico y minutos de televisi¨®n de las humanamente asimilables, y por eso, ocho a?os despu¨¦s de que su big bang cogiera desprevenidos a todos (menos a Hochschild), tal vez sean necesarios acercamientos m¨¢s sofisticados. Por ejemplo, los que ofrecen las j¨®venes periodistas Elle Reeve y Paola Ramos.

Reeve, enviada especial de la CNN a los m¨¢rgenes del trumpismo, investiga en Black Pill (p¨ªldora negra, en un homenaje a Matrix) c¨®mo los rincones m¨¢s oscuros de internet se han materializado en la realidad de la extrema derecha estadounidense. En otras palabras: cuenta c¨®mo Pepe, tal vez el meme m¨¢s famoso e inquietante, se convirti¨® en ¡°un guerrero de Trump¡±, como le dice a la autora un asistente al mitin que desencaden¨® el asalto al Capitolio. Ramos, por su parte, se fija en Desertores (Vintage Espa?ol) en el auge entre los latinos del Partido Republicano m¨¢s extremo, fen¨®meno que alientan tres ideas fuerza: el tribalismo ¡ªla discriminaci¨®n entre distintas comunidades de hispanos¡ª, el tradicionalismo y los traumas causados por el pasado pol¨ªtico de Am¨¦rica Latina. Ramos se adelanta as¨ª a una de las posibles paradojas de estas elecciones: el aumento del apoyo latino a un candidato de discurso xen¨®fobo que promete una deportaci¨®n masiva si gana.

Para escribir sus despachos, ambas reporteras recorrieron el pa¨ªs en busca de historias, lo que las convierte en eso que Cristina Olea, corresponsal de TVE, llamar¨ªa ¡°periodistas de barro¡±, en contraposici¨®n a las ¡°de moqueta¡±. Olea, diestra en ambas superficies, acaba de publicar La gran fractura americana (La Esfera de los Libros), un destilado de sus seis a?os en Washington (o mejor ser¨ªa decir: m¨¢s all¨¢ de la moqueta de Washington) a trav¨¦s de los personajes que ha ido encontrando como enviada especial: desde un veterano de Irak y Afganist¨¢n acosado por los recuerdos a la madre de un ca¨ªdo en otra guerra, la del fentanilo. Su cr¨®nica, narrada con el estilo claro y convincente con la que da las noticias en el Telediario, se inscribe as¨ª en dos fecundas tradiciones: la mirada del extranjero sobre Estados Unidos, g¨¦nero tan viejo como Tocqueville, y las memorias de los corresponsales de paso por un pa¨ªs siempre interesante. ¡°Como corresponsal¡±, escribe Olea, ¡°no solo cuentas las promesas de los l¨ªderes, tambi¨¦n documentas c¨®mo las rompen¡±.

Otro que no ha querido perderse estas elecciones es el pensador conservador Yuval Levin. En 2016, habl¨® en The Fractured Republic de una rep¨²blica rota por la nostalgia. Cuatro a?os despu¨¦s examin¨® en A Time to Build (tiempo de construir) la desconfianza de sus compatriotas en las instituciones e imagin¨® un plan para restituirla. En su reciente American Covenant (pacto estadounidense) propone contemplar la Constituci¨®n ¡°m¨¢s como una soluci¨®n que como un problema¡±.

Erwin Chemerinsky cree que la Constituci¨®n est¨¢ obsoleta y es ¡°la mayor amenaza a la democracia nunca vista¡±

Esa visi¨®n optimista contrasta con el sombr¨ªo acercamiento del ensayo No Democracy Lasts Forever (ninguna democracia dura para siempre), en el que el decano de la Facultad de Derecho de Berkeley, Erwin Chemerinsky, se propone demostrar que los enormes cambios registrados en el ¨²ltimo medio siglo en el ¡°paisaje pol¨ªtico¡± de Estados Unidos no solo han hecho del texto fundamental, aprobado en 1787, un documento obsoleto, sino que tambi¨¦n lo han convertido en ¡°la mayor amenaza a la democracia nunca vista¡±. ¡°Tal vez piensen que estoy siendo demasiado apocal¨ªptico¡±, escribe Chemerinsky. ¡°Despu¨¦s de todo, Estados Unidos ha prosperado durante m¨¢s de 200 a?os con la Constituci¨®n. Pero ning¨²n pa¨ªs permanece en esa posici¨®n [de riqueza y poder] para siempre¡±.

En el an¨¢lisis de las m¨²ltiples amenazas a la democracia, tema favorito de los escritores de discursos de ambos partidos y todo un subg¨¦nero del actual ensayismo estadounidense, Daniel Schlozman y Sam Rosenfeld se ocupan en The Hollow Parties (partidos huecos) en el sistema de partidos, del que se declaran ¡°firmes creyentes¡± para, con esas credenciales, lanzar un SOS en toda regla. Es un repaso hist¨®rico, pero antes que nada es la denuncia de un secuestro: el que desde los a?os setenta han perpetrado ¡°grupos sat¨¦lites¡± para poner ambos partidos, y sobre todo el republicano, al servicio de intereses particulares. Y eso explicar¨ªa una figura como la de Trump, que, consideran los autores, nunca habr¨ªa podido abrirse paso en otro tiempo, un tiempo de partidos fuertes y llenos de contenido.

La deriva antidemocr¨¢tica del Partido Republicano es uno de los elementos centrales de La dictadura de la minor¨ªa (Ariel), la vuelta de la pareja de profesores de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt tras el fen¨®meno global de su anterior ensayo, C¨®mo mueren las democracias. Hablan, claro, del 6 de enero, pero tambi¨¦n de c¨®mo la formaci¨®n conservadora se resiste a la transformaci¨®n de Estados Unidos en una democracia multirracial (¡°que apoya la mayor¨ªa de los estadounidenses¡±) echando mano de triqui?uelas como el dibujo partidista de los distritos electorales o la supresi¨®n del voto de afroamericanos o latinos.

¡°Esta mayor¨ªa por s¨ª sola no basta para salvar la democracia, porque en Estados Unidos las mayor¨ªas no gobiernan realmente. No es solo que los pasos que se han dado hacia una pol¨ªtica m¨¢s inclusiva hayan ocasionado una reacci¨®n feroz de una minor¨ªa autoritaria, sino que nuestras instituciones han potenciado la fuerza de ese peque?o grupo¡±, escriben Levitsky y Ziblatt al final de su ensayo, en el que parten del an¨¢lisis de los cuatro a?os de Trump como ¡°una excepci¨®n¡± y ¡°una advertencia¡± cuya repetici¨®n solo podr¨¢ evitarse emprendiendo una profunda reforma del sistema.

Ese esfuerzo, reclamado desde ambos lados del espectro pol¨ªtico pero especialmente desde la izquierda, se antoja tan gigantesco que tiene al pa¨ªs sumido en la melancol¨ªa de un sistema que sienten que no funciona del todo bien, pero que tampoco parece posible arreglar. Eso, sin contar que La dictadura de la minor¨ªa, de reciente aparici¨®n en espa?ol, se public¨® a finales del a?o pasado en Estados Unidos. Entonces, las opciones de que el expresidente repitiera en la Casa Blanca parec¨ªan m¨¢s remotas que las de que acabara en la c¨¢rcel. A menos de 20 d¨ªas de las elecciones m¨¢s re?idas de la historia reciente, la idea de una segunda vuelta ya no suena descabellada.