Grecia, el pa¨ªs sin esperanza

CHRISTOS VOSKOPOULOS est¨¢ sentado en el parque ateniense que rodea el Memorial de la Resistencia de Kaisariani, el barrio emblema de la izquierda en Grecia. Es su futuro alcalde. Aqu¨ª, el 1 de mayo de 1944 los nazis asesinaron a 200 presos pol¨ªticos, la mayor¨ªa comunistas. Nada m¨¢s tomar posesi¨®n como primer ministro, el 26 de enero de 2015, Alexis Tsipras trajo una corona de rosas rojas, s¨ªmbolo de ¡°libertad frente a la ocupaci¨®n alemana¡±. Voskopoulos ser¨¢ el primer edil que no es de izquierdas en este feudo hist¨®rico, si exceptuamos el periodo de la Dictadura de los Coroneles y otro mandato que no triunf¨®. Este ha sido uno de los desenlaces de las elecciones europeas, regionales y locales celebradas en Grecia el 26 de mayo, en las que los votantes dieron la espalda a Tsipras en todos los niveles.

En los comicios al Parlamento Europeo, Kyriakos Mitsotakis (l¨ªder del partido conservador Nueva Democracia; bisnieto, nieto e hijo de pol¨ªticos de la saga Mitsotakis) sac¨® nueve puntos al joven pol¨ªtico que encarn¨® el sue?o griego con el triunfo de Syriza y del ¡°no¡± en el refer¨¦ndum del 5 de julio de 2015. El 61% de los ciudadanos vot¨® entonces contra la austeridad impuesta por la Uni¨®n Europea (UE). Ante el reciente descalabro, el primer ministro adelant¨® las elecciones generales al domingo 7 de julio. Atr¨¢s quedan las im¨¢genes de la plaza Syntagma con los l¨ªderes del partido de izquierda radical, rodeados de miles de ciudadanos que les acompa?aban con sus gritos, banderas y esperanzas.

¡°Lo que ha pasado en estos cuatro a?os es que los griegos se han topado con la realidad. La clase media ha sido una de las v¨ªctimas de Tsipras, aunque tambi¨¦n hay v¨ªctimas ideol¨®gicas, decepcionadas¡±, resume el arquitecto Voskopoulos, un independiente que el 1 de septiembre ser¨¢ alcalde con los votos de alg¨²n socialdem¨®crata, liberales e incluso exvotantes de la izquierda radical. ¡°Este barrio fue tan utilizado como s¨ªmbolo que se olvidaron de los problemas cotidianos. Mi programa ha sido recuperarlo para la gente sin olvidar la historia. Quiero hacer una alianza de ciudades hist¨®ricas contra los fascismos que avanzan en Europa¡±.

Al lado de Christos Voskopoulos escucha Manolis Tyrakis, uno de esos griegos de clase media que hace cuatro a?os vot¨® a Tsipras y meti¨® la papeleta en la urna con las dos manos como su madre, Pen¨¦lope Tyrakis, uno de los muchos pensionistas griegos que levantaron su voz contra la ciega pol¨ªtica de austeridad. Pen¨¦lope ya se ha ido, pero su hijo sigue peleando. ¡°Cre¨ª en Tsipras, cre¨ª en Syriza. Eran algo nuevo frente a las sagas tradicionales de los pol¨ªticos griegos. En estos cuatro a?os aguant¨¦ tan solo. Soy funcionario de un hospital, me rebajaron el sueldo entre un 50% y un 60% con los recortes. Ganaba unos 1.000 euros y me recortaron a 500; ahora he recuperado hasta los 750. Tengo otro trabajo, gracias al espa?ol que aprend¨ª a hablar cuando fui emigrante en Argentina, y hago traslados de turistas para otras empresas. Al inicio de la crisis cobr¨¢bamos 14 euros por hora, ahora 7. Trabajo entre 12 y 13 horas al d¨ªa. Esto no es vida; ni para nosotros, ni para nadie¡±.

Aun as¨ª, Manolis se siente un privilegiado porque gracias a las 12 horas que trabaja y con el sueldo de Marisa, su mujer, pueden pagar la hipoteca de su casa en Nea Makri y han logrado mantener a Mart¨ªn, su ¨²nico hijo, durante su primer a?o estudiando en la universidad de Heraklion, la capital de Creta, su tierra natal.

Adem¨¢s de los estudios de Mart¨ªn, el otro gran logro de Manolis ha sido poder comprar un coche ?de gas natural! Ha tenido que esperar ocho meses porque hay muy pocos a¨²n en Atenas y solo tiene cinco lugares para repostar. Cada jornada hace unos 50 kil¨®metros desde Nea Makri, cerca de Marat¨®n, para llegar a su hospital a las seis de la ma?ana. ¡°Llenar mi antiguo coche ¡ªotro Seat que hace ya cuatro a?os se ca¨ªa a pedazos¡ª me costaba casi 60 euros; este no llega a los 9 o 10 euros y no contamino tanto¡±. El veh¨ªculo es su principal herramienta de trabajo. A veces ¡ª?en situaciones extremas¡ª ha aparcado en un subterr¨¢neo cerca de la plaza Syntagma. La primera hora cuesta 10 euros; la segunda, 1 euro.

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Atenas: entre la crisis y los dioses

La dif¨ªcil convivencia entre refugiados y griegos

Es imposible concebir Atenas sin el tr¨¢fico, que marca la vida de la ciudad y de sus habitantes. Como Kostas Jaritos, el famoso inspector de asesinatos de ficci¨®n, Manolis Tyrakis es feliz cuando no hay atascos. Es domingo y a las cinco de la tarde se puede aparcar bien en Kypseli, en la calle Tenedou, un barrio de clase media donde crecen los airbnb y alg¨²n spat, los edificios y casas ocupados por los refugiados, aunque en menor medida que en los alrededores de la plaza Omonia o Exarchia. Aqu¨ª vive Petros M¨¢rkaris, el padre de Jaritos, escritor, dramaturgo, guionista del cineasta Theo Angelopoulos. Hoy es el principal cronista internacional de la crisis griega, precisamente a trav¨¦s de la vida de Jaritos. M¨¢rkaris abre la puerta con su buena estatura recortada al trasluz, su vozarr¨®n acogedor y sin la pipa. Sonr¨ªe cuando se le comenta el asunto del tr¨¢fico. Est¨¢ convencido de que nunca mejorar¨¢ en Atenas porque los pol¨ªticos no quieren: ¡°Tomar medidas contra el tr¨¢fico les quitar¨ªa votos¡±.

?D¨®nde se fueron las esperanzas levantadas con Tsipras y su resistencia por la dignidad? ¡°No eran esperanzas, eran ilusiones. ?bamos a cambiar Europa cuando est¨¢bamos quebrados como pa¨ªs. Pero si no encuentras a nadie que te ayude, es imposible¡±, reflexiona M¨¢rkaris, convencido de que al a¨²n primer ministro griego en funciones le pudo el establishment de Bruselas.

¡°Cuando aqu¨ª se habla de que baja el desempleo, deben saber que una persona que ingresa 50 euros al a?o ya no cuenta como parado¡±, explica el escritor Petros M¨¢rkaris

Cuesta digerir tanta decepci¨®n cuando la econom¨ªa ha mejorado. El paro ha bajado del 27% al 18%, el PIB crece al 2%. ¡°Los j¨®venes con sueldos de 300 euros no pueden pagar el alquiler. Cuando se habla de que baja el desempleo, deben saber que una persona que ingresa 50 euros al a?o ya no cuenta como parado¡±, relata el escritor, mientras por la ventana abierta entra el calor sofocante y h¨²medo de las tardes de junio en Atenas, y el ruido de la calle no logra acallar su voz ni sus gestos, su fuerza deslumbrante a los 84 a?os.

M¨¢rkaris, como el helenista espa?ol Pedro Olalla, autor de Grecia en el aire, que vive en Atenas desde los noventa, es un esc¨¦ptico de las cifras griegas. ¡°Entramos en los rescates en 2010 con una deuda p¨²blica de 300.000 millones de euros y a diciembre del a?o pasado la deuda era de 350.000 millones, despu¨¦s de un aumento del paro del 190% y un mill¨®n de despidos durante la crisis y los recortes. La deuda no es viable y, si los acreedores quieren seguir cobrando, tienen que hacer parecer que se rebajan las necesidades financieras de Grecia¡±, reflexiona Olalla desde una terraza de Petra Leona, uno de los barrios populares de Atenas. Est¨¢ convencido de que Tsipras traicion¨® a los griegos.

Con este panorama, ?c¨®mo una sociedad en una crisis tan profunda, que vive del turismo y de su imagen, ha podido soportar la entrada de un mill¨®n de refugiados sin estallar? Seg¨²n M¨¢rkaris, ¡°la isla de Lesbos es el ejemplo m¨¢s claro. Sufre y sufri¨® mucho por los refugiados, y su turismo ¡ªprincipal fuente de riqueza¡ª ha ca¨ªdo. Pero no hay problemas de violencia. Lo que los extranjeros no saben es que el problema de los refugiados atraviesa nuestra historia. La ola m¨¢s grande de inmigraci¨®n sucedi¨® entre 1920 y 1922, cuando llegaron los griegos de Esmirna, en Asia Menor. Entraron en un pa¨ªs destruido, lleno de dolor y tristeza, pero los acogimos. Y esa historia se ha contado de padres a hijos¡±. Aquella guerra greco-turca, tras la I Guerra Mundial y la ca¨ªda del Imperio Otomano, marc¨® a los griegos como la Guerra Civil a los espa?oles. Cada d¨ªa, a las seis de la ma?ana, desde Lesbos llega a El Pireo el ferri de la Blue Star. Hoy es el Samos; otros d¨ªas atraca el Rodas. La enorme boca de ballena que es la puerta del barco expulsa de su vientre a cientos de griegos, camiones y coches, de pronto deslumbrados por el sol que amanece sobre el m¨ªtico puerto, actualmente de propiedad china. Aunque no es el mismo de Tem¨ªstocles o de Pericles ¡ªel viejo El Pireo est¨¢ un poco m¨¢s all¨¢¡ª, el muelle donde desembarcan es el lugar donde hace tres a?os se hacinaban miles de personas, refugiados de la guerra de Siria, de Afganist¨¢n, de Irak, y que en la primavera del a?o 2016 quedaron atrapados en una ratonera, v¨ªctimas del cierre de las fronteras griegas con los Balcanes. La UE acord¨® pagar a Turqu¨ªa 6.000 millones de euros para que ejerciese de gendarme migratorio. Miles de familias, ni?os, adolescentes solitarios, mujeres, sobreviv¨ªan aqu¨ª, atendidos por la solidaridad griega y las ONG. Lora Pappa, presidenta de METAdrasi, la ONG griega fundamental para los ni?os y adolescentes varados en Grecia, teme que esa solidaridad se agote: ¡°Abrieron sus puertas en 2015, 2016, 2017¡­, pero se preguntan si van a seguir as¨ª siempre¡±. A Lora le irrita la burocracia, el tiempo que se pierde para legalizar a un ni?o porque, por ejemplo, hay una letra confundida en sus documentos. ¡°Si les apoyamos, nos dar¨¢n mucho m¨¢s de lo que les ofrecemos; pero si los dejamos solos, se volver¨¢n en nuestra contra¡±. Su voz pidiendo ayuda ¡ªdejen actuar ¡°a los que sabemos¡±¡ª es casi un ruego.

A finales del a?o pasado, el Gobierno de Tsipras cifraba en unas 72.000 personas los refugiados que permanecen en Grecia, de los que unos 15.000 sobreviven en las islas. En la zona continental se reparten en campamentos de la UE y de la ONU. Otros cuantos miles se hacinan en espacios vac¨ªos ocupados ¡ªlos spats¡ª, distribuidos por los barrios centrales de la capital y del pa¨ªs. La voz de algunos gu¨ªas que reciben a los turistas dice: ¡°Bienvenidos a Grecia, pa¨ªs con 10 millones de habitantes, la mayor¨ªa de los cuales vivimos en el continente y la pen¨ªnsula del ?tica. Aproximadamente 1,3 millones se reparten por las 227 islas habitadas de las 3.000 que tenemos. El a?o pasado recibimos 30 millones de turistas, la mayor¨ªa de la UE. En 2015 entr¨® un mill¨®n de refugiados. Ustedes los van a ver por muchos lugares¡±.

Del barco que llega de Lesbos no salen turistas ni refugiados. ¡°Ahora ya no los traen en grupos de centenares¡±, explica Christos, empleado del ferri Samos. ¡°Vienen familias o grupos que no llegan a las 100 personas. Los est¨¢n esperando aqu¨ª los miembros de la polic¨ªa mar¨ªtima, con las listas dispuestas para comprobar sus datos, y los suben a autobuses, quiz¨¢ hacia alg¨²n campo oficial¡±. Cuando los ¨²ltimos viajeros rezagados que llegan de Lesbos toman el autob¨²s, suena el carill¨®n del puerto que entona las notas de la emocionante canci¨®n Los ni?os de El Pireo, que hizo popular mundialmente la gran Melina Mercouri. Es lo ¨²nico que flota en el ambiente de los muelles de aquellos terribles meses de 2015 y 2016. Muchos de los que estaban all¨ª siguen acogidos ahora en el campo de Skaramagas, a pocos kil¨®metros. Las antiguas construcciones militares, en tiempos tambi¨¦n lugar de fabricaci¨®n de los grandes barcos de los armadores griegos ¡ªNiarchos, Onassis, Eug¨¦nides¡ª, albergan a unos 3.000 refugiados.

Es s¨¢bado por la tarde y familias enteras hacen cola para tomar el autob¨²s entre Skaramagas y Atenas. Se han puesto sus mejores ropas, han hecho turnos en las duchas y se han engominado. Son refugiados de primera, tienen papeles e incluso una tarjeta de cr¨¦dito de la ONU en la que cada mes se les ingresan 150 euros por unidad familiar y 50 por hijo. Los que no tienen familia reciben 90 euros.

Jasmine School es para refugiados de segunda. Est¨¢ en la calle Acharnon, detr¨¢s de la plaza Omonia y del Mercado Central. Una vieja escuela abandonada es hoy uno de esos lugares ocupados donde los sin papeles han tomado las riendas de su vida, olvidados ¡°por el Gobierno griego, por las autoridades de Europa, por los organismos internacionales. Aqu¨ª estamos unas 50 familias, 250 personas, aunque hemos llegado a ser 500¡±, explica uno de ellos. Al fondo, observando a los ni?os que juegan, hay tres j¨®venes: Hamid (34 a?os), Behnoud (29) y Said (25). Llegaron hace siete meses. ¡°Tenemos un cuarto para los tres. Hay dos duchas para m¨¢s de 200 personas¡±.

Enfrente est¨¢ la tienda donde trabaja Noor Kahn. Vende o presta a los habitantes de Jasmine. ¡°Soy afgano, llegu¨¦ aqu¨ª hace 17 a?os huyendo de la guerra y la invasi¨®n de mi pa¨ªs por los rusos y los americanos. Los griegos me acogieron bien y trabajo aqu¨ª desde hace dos a?os. He conocido a muchas familias de muchos pa¨ªses¡±. De debajo del mostrador saca un cuaderno azul lleno de nombres y n¨²meros. Son las deudas de mucho tiempo. ¡°Aqu¨ª el nombre de la familia; esta es siria, esta otra afgana. Estos me dejaron a deber 90 euros; estos otros, 200. Un d¨ªa desaparecen. Si les llamo, no cogen el tel¨¦fono; sus amigos me dicen que ya se han ido a Alemania o al Reino Unido. ?Qui¨¦n lo sabe?¡±.

Algunos de los clientes de Noor quiz¨¢ han obtenido papeles y hayan venido a parar al campo de refugiados de Cabo Suni¨®n, un antiguo campamento del Ministerio de Cultura, ahora bajo la protecci¨®n de la UE. Aparentemente, Cabo Suni¨®n est¨¢ bien, ofrece las mejores playas que rodean Atenas, es zona de clase media, media alta y tambi¨¦n de ricos. Un viernes de una calurosa tarde de junio, el campo de Suni¨®n est¨¢ silente. Solo Om¨¢n Hebadod se ha retrasado para bajar a la playa con su mujer y sus hijos. ¡°Llegamos de Damasco hace tres a?os y a¨²n no hemos perdido la esperanza, pero el campo tiene problemas con el agua y los peque?os sufren picaduras de insectos¡±. Unos kil¨®metros m¨¢s all¨¢, en Lavrio, otro lugar de playas y veraneo, est¨¢n los refugiados kurdos del PKK, perseguidos por el r¨¦gimen turco de Erdogan. Hace a?os que se organizaron en una escuela, pero tienen a otros compa?eros en un nuevo campamento de barracones-contenedores, rodeados de basura. ¡°Por favor¡±, ruega el joven sirio que lo regenta, ¡°ense?ad este lugar. Tenemos ni?os, y despu¨¦s de los incendios del a?o pasado esto puede ser terrible¡±.

Los incendios. Una pesadilla que el verano pasado result¨® terror¨ªfica. El 23 de julio lleg¨® el fuego que llov¨ªa del cielo, empujado por un viento en remolinos que convirti¨® el pino de la costa en una tea; arrasaba casas, destru¨ªa en segundos la m¨¢s humilde, despu¨¦s se llevaba por delante la parte de arriba de la m¨¢s grande; convert¨ªa los coches en bombas que reventaban, y la gente hu¨ªa despavorida a la playa arrastrando a hijos y animales. Todo esto sucedi¨® entre Mati y Nea Makri, en la zona de Marat¨®n, a 50 kil¨®metros de Atenas. Cuando intentaban escapar al mar, la bajada a la playa estaba cerrada por alambradas, la mayor¨ªa vallando terrenos ilegales. Murieron 102 personas, algunas enviadas al fuego por polic¨ªas que les desviaron mal, como Vicky Voukena, embarazada de ocho meses, con su hijo de siete a?os y su marido. Sobrevivi¨®: ¡°Estuve horas en el agua, esperando en fila para que los pescadores me recogieran¡±.

A Petros M¨¢rkaris, el incendio de Mati le sublev¨®, la sangre le herv¨ªa. Es una muestra m¨¢s de la ineptitud de la clase pol¨ªtica: ¡°Dejaron construir casas ilegales a muchos ricos que se pegaron a las de los pobres desde hace d¨¦cadas. Toda la clase pol¨ªtica, toda, ha ofrecido a los due?os de las casas irregulares que las legalizar¨ªan a cambio de los votos. La campa?a m¨¢s eficaz era ¡®V¨®tanos y te condonamos la casa¡±. El escritor est¨¢ tan enojado como triste. La casa y el archivo de su amigo el cineasta Theo Angelopoulos, fallecido en 2012, ardieron en el incendio.

Si para M¨¢rkaris hay responsabilidades ¡°graves¡± en los incendios, para Stergios Tsirkas, el nuevo alcalde de Mati, elegido el pasado 26 de mayo, ¡°los mecanismos de ayuda no funcionaron. Tardaron mucho en llegar y ten¨ªamos muy pocos medios. El mismo d¨ªa, unas horas antes, se declar¨® un incendio en otro lugar y nos dejaron solos¡±, recuerda, con el rostro sombr¨ªo. ¡°Ha cambiado por completo nuestro modo de vida, todos conoc¨ªamos a alguna v¨ªctima. Nadie ha asumido responsabilidades, aunque hay 22 personas denunciadas¡±.

De vuelta a Atenas, en la plaza Syntagma, frente al Parlamento, est¨¢ alojada la fiesta del Orgullo Gay en vez de las manifestaciones de otros tiempos. Miles de personas esperan el desfile que avanza por Estadiou, desde Omonia, con carrozas y charangas. El ambiente es tan festivo como en cualquier otra ciudad europea, aunque aqu¨ª, entre banderas arco¨ªris, est¨¢ el retrato de Zak Kostopoulos, el activista queer de los LGTBI muerto a patadas por el due?o de la joyer¨ªa que presuntamente iba a robar.

Froso canta esta noche en Monasterakis, acompa?ada por Tassos y Lambros Vasiliu. Hace cuatro a?os, Froso, nacida en Drapetsona, uno de los barrios hist¨®ricos m¨¢s pobres de El Pireo, era una de las v¨ªctimas brutales de la crisis. Veintea?era, con una voz que parte el alma, lo que ganaba como cocinera lo gastaba en clases de m¨²sica y canto. Cuando pod¨ªa. Syriza y Tsipras fueron su esperanza. ¡°En estos cuatro a?os no han cambiado mucho las cosas. Tsipras ha mejorado la situaci¨®n de los m¨¢s pobres, pero los medios no lo hab¨¦is contado. La clase media ha pagado el esfuerzo con las subidas de impuestos. Para nosotros, los artistas, algo ha mejorado. Ahora los empresarios est¨¢n obligados a hacernos un seguro, declarar que trabajamos en su local. Y ganamos un poco m¨¢s, no porque paguen mejor, sino porque somos m¨¢s conocidos y tenemos m¨¢s actuaciones¡±. Es la menos desencantada de todos los entrevistados.

¡°Estoy enojada, decepcionada. El Gobierno hizo algo por los pobres, nada contra los ricos y a la clase media nos machac¨®¡±, se queja la maestra de m¨²sica Stella Tyrakis

Stella Croneau ¡ªStella Tyrakis en su familia, la sexta de los nueve hijos de Pen¨¦lope¡ª es profesora de m¨²sica y canto en varios conservatorios privados de Atenas. Ha dado clases a Froso y Tassos, como a otros muchos chicos de Drapetsona que no ten¨ªan medios. Llega para escuchar a Froso y sus compa?eros. Stella tambi¨¦n puso sus ilusiones en el cambio de Tsipras. ¡°Durante estos a?os he sobrevivido porque he doblado mi trabajo. Doy hasta 10 o 12 horas de clase en conservatorios privados, sin recreos. Y cobro 5 euros la hora frente a los 10 de antes. Soy una maestra reconocida en Atenas. Lo que me salva es que amo mi profesi¨®n. Estoy enojada, decepcionada. El Gobierno hizo algo por los pobres, no hizo nada contra los ricos y a la clase media nos machac¨®. Si tengo jubilaci¨®n, ser¨¢ la m¨ªnima, 350 euros¡±. Stella no va a votar el 7 de julio porque se ve ¡°una hu¨¦rfana de los partidos¡±.

Tampoco Lambros Moustakis, la persona sin hogar a la que Yanis Varoufakis, el exministro de Econom¨ªa de Tsipras, prometi¨® ante la prensa que no le fallar¨ªa, se ha salvado de la decepci¨®n. ¡°En los dos primeros a?os no recortaron tanto: el Gobierno increment¨® las pensiones bajas y el subsidio de paro. Pero luego comenzaron a subir la luz, el agua, los impuestos. Me quit¨® los 200 euros que recib¨ªa de la UE por vender la revista de los pobres. Ahora ha estallado el asunto del nombre de Nueva Macedonia. En vez de hacer un refer¨¦ndum, Tsipras aprob¨® una ley de acuerdo con una minor¨ªa del Parlamento. No, no les votar¨¦¡±.

El acuerdo sobre el nombre de Nueva Macedonia ha reventado finalmente la paciencia de los griegos. A finales de enero, en medio de una bronca monumental en las calles, se firm¨® el pacto por el que la Rep¨²blica de Macedonia, surgida en 1991 de la antigua Yugoslavia, pasar¨¢ a llamarse Macedonia del Norte, tocando la fibra m¨¢s sensible de millones de griegos. Pedro Olalla mantiene que, simplificando mucho, es como si ¡°a una parte de Andaluc¨ªa le pusieran el nombre del Algarve. Incluso esa comparaci¨®n estar¨ªa m¨¢s justificada porque los ¨¢rabes ocuparon el Algarve¡±.

Atardece en Atenas. Vallado el centro de Omonia por reformas, griegos y refugiados se dirigen a sus casas o escondites. Los turistas bajan de la Acr¨®polis, pasan por Monasterakis hacia las terrazas que ofrecen mejor vista sobre el Parten¨®n para hacerse un selfi. Es la ¨²nica imagen id¨¦ntica a la de hace cuatro a?os.?