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EN PORTADA
An¨¢lisis
Exposici¨®n did¨¢ctica de ideas, conjeturas o hip¨®tesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados ¡ªno necesariamente del d¨ªa¡ª que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima m¨¢s al g¨¦nero de opini¨®n, pero se diferencia de ¨¦l en que no juzga ni pronostica, sino que s¨®lo formula hip¨®tesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relaci¨®n datos dispersos

Gaza: Occidente no se entera de nada

El Sur Global ve a Israel como una potencia subrogada de Occidente que destruye cuerpos morenos, como en tiempos coloniales. Los grandes medios occidentales, que acusan a Putin de barbarie pero no aplican el mismo rasero con Netanyahu, no comprenden lo que est¨¢ pasando en el resto del mundo

Israel y Gaza
Ilustraci¨®n de Sr. Garc¨ªa sobre una foto de un campamento bombardeado en Nuseirat, Gaza, tomada por Emad El Byed.Sr.Garc¨ªa

¡°En el principio fue la prensa y despu¨¦s apareci¨® el mundo¡±, escribi¨® Karl Kraus en 1921. La alusi¨®n b¨ªblica no era una floritura ret¨®rica. En una era apocal¨ªptica, el escritor austriaco ¡ªseguramente el primer gran analista de los medios de comunicaci¨®n¡ª ten¨ªa motivos para creer que el periodismo hab¨ªa dejado de ser un filtro neutral entre la imaginaci¨®n popular y el mundo exterior y hab¨ªa decidido construir una nueva realidad.

Kraus hab¨ªa refinado su cr¨ªtica durante la I Guerra Mundial, cuando empez¨® a culpar a los peri¨®dicos de estar agravando el desastre sobre el que deb¨ªan informar. ¡°?C¨®mo es posible que se est¨¦ empujando al mundo hacia la guerra?¡±, preguntaba; en su opini¨®n, el origen de la guerra fundacional del siglo XX estaba en el hundimiento de las facultades cognitivas e imaginativas en todo el continente que hab¨ªa provocado la prensa y que facilit¨® que las naciones europeas cayeran en la trampa de una guerra que no supieron prever ni detener. ¡°Gracias a d¨¦cadas de pr¨¢ctica¡±, escribi¨®, ¡°[el periodista] ha creado en la humanidad tal falta de imaginaci¨®n que es capaz de enzarzarse en una guerra de exterminio contra s¨ª misma¡±.

Puede parecer f¨¢cil despreciar, desde nuestra perspectiva privilegiada y bien informada, el mundo provinciano de las publicaciones peri¨®dicas vienesas contra las que despotricaba Kraus. Sin embargo, ahora que se extienden, imparables, unas guerras encarnizadas en Europa y Oriente Pr¨®ximo que amenazan con convertirse en conflagraciones m¨¢s amplias y est¨¢n desgarrando el tejido de varias sociedades, la cr¨ªtica de Kraus al cuarto poder, el llamado pilar de la democracia, no solo es m¨¢s pertinente, sino que resuena como un an¨¢lisis general de la decadencia de las instituciones democr¨¢ticas en Occidente.

La fragilidad innata de esas instituciones la vieron hace mucho tiempo los s¨²bditos asi¨¢ticos y africanos de los colonialistas europeos. Mohandas ¡°Mahatma¡± Gandhi, para quien la democracia era literalmente el gobierno del pueblo, insist¨ªa en que, en Occidente, era pura teor¨ªa. No pod¨ªa ser una realidad mientras ¡°persista el inmenso abismo entre los ricos y los millones de personas hambrientas¡± y los votantes ¡°se dejen guiar por sus peri¨®dicos, tantas veces deshonestos¡±.

Hoy, una evaluaci¨®n as¨ª de contundente llegar¨ªa a la conclusi¨®n de que la deshonestidad de gran parte de los medios digitales que trafican con bulos y teor¨ªas de la conspiraci¨®n es sistem¨¢tica. La prensa tradicional, que suele estar en manos de grandes magnates, mantiene su pretensi¨®n de tener una responsabilidad pol¨ªtica y ¨¦tica, de ser una luz en esa oscuridad en la que supuestamente muere la democracia. Pero las pruebas de su ineptitud e incluso su car¨¢cter corrupto no han hecho m¨¢s que acumularse de forma siniestra en las tres d¨¦cadas que llevo dedicado al periodismo.

Mi carrera como escritor de literatura de no ficci¨®n empez¨® en serio con la guerra contra el terrorismo, la guerra fundacional de nuestro propio siglo, que asol¨® grandes partes de Asia y ?frica y vaci¨® las libertades civiles en Occidente para, al final, terminar con la humillante retirada occidental de Afganist¨¢n en 2021. A principios de 2001 viaj¨¦ a Afganist¨¢n y Pakist¨¢n por encargo de Granta y The New York Review of Books. Los largos art¨ªculos que escrib¨ª bas¨¢ndome en esos viajes aparecieron justo despu¨¦s del 11 de septiembre, por lo que, en los medios de comunicaci¨®n estadounidenses y europeos, muchos consideraron que era un ¡°experto en terrorismo¡±.

No rechac¨¦ esta etiqueta tan absurda con la vehemencia que deber¨ªa haber tenido. En aquella ¨¦poca hab¨ªa muy pocos escritores de origen no occidental en la prensa angloamericana; las p¨¢ginas de opini¨®n estaban llenas de diatribas intolerantes contra el islam y sent¨ª el peso de tener cierta responsabilidad. Aunque la pueril pregunta de ¡°?por qu¨¦ nos odian?¡± me produc¨ªa rechazo, quer¨ªa hacer todo lo posible para luchar contra la deshumanizaci¨®n de unas sociedades tan profundamente da?adas como Afganist¨¢n e Irak y la demonizaci¨®n de las minor¨ªas en Occidente.

Tuve que ver, incr¨¦dulo, c¨®mo la BBC proyectaba en horario de m¨¢xima audiencia un documental sobre los efectos beneficiosos del Imperio Brit¨¢nico para el mundo entero. Cuando escrib¨ªa para publicaciones occidentales, me sent¨ªa presionado para no apartarme demasiado de su consenso general: que la invasi¨®n simult¨¢nea de m¨²ltiples pa¨ªses era buena, justa y necesaria, concebida para liberar a su poblaci¨®n, en especial a las mujeres, de unos opresores crueles y hacer avanzar la democracia.

Y no me qued¨® m¨¢s remedio que observar con impotencia c¨®mo los sectores m¨¢s respetables de la prensa occidental no solo alentaban una guerra basada en la mentira, sino que adem¨¢s contribu¨ªan a racializarla. Hoy conocemos las fantas¨ªas de los nacionalistas de extrema derecha actuales, en las que un enemigo infrahumano de piel oscura, que devora animales dom¨¦sticos, se dispone a destruir la civilizaci¨®n blanca occidental. Pero las teor¨ªas sobre la violencia ejercida contra esta n¨¦mesis de tez oscura florecieron durante a?os en las publicaciones peri¨®dicas ¡°de toda la vida¡± y los intelectuales progresistas.

¡°Es hora de pensar en la tortura¡±, proclamaba Newsweek unas semanas despu¨¦s del 11 de septiembre. ¡°Una brutalidad selectiva¡±, recomendaba Time. Cuando la invasi¨®n de Irak estaba en marcha, The Atlantic expuso en un reportaje de portada las ventajas de la ¡°tortura light¡±. En The New York Times Magazine, Michael Ignatieff instaba a los estadounidenses a asumir su destino imperial e invadir Irak; pero, adem¨¢s, este profesor de derechos humanos tambi¨¦n defin¨ªa c¨®mo era posible someter a los cuerpos negros y morenos a ¡°formas de privaci¨®n del sue?o¡± y ¡°desorientaci¨®n (como mantener a los prisioneros encapuchados) que causaran estr¨¦s¡±. La fecha de publicaci¨®n del art¨ªculo fue inoportuna: justo cuando aparecieron las primeras fotos de prisioneros encapuchados de la c¨¢rcel de Abu Ghraib.

La impunidad con la que Israel ha asesinado a casi 200 escritores, acad¨¦micos y periodistas en Gaza, despu¨¦s de prohibir la presencia de periodistas extranjeros en el lugar de las ejecuciones, se la concedieron sus amigos occidentales poco despu¨¦s del 11 de septiembre. En 2002, despu¨¦s de que Israel bombardeara y destruyera una emisora de radio en Cisjordania, Anne Applebaum, en la actualidad una destacada cr¨ªtica de la ¡°autocracia¡±, declar¨® que ¡°los medios de comunicaci¨®n oficiales de los palestinos son un blanco apropiado para la ira de Israel¡±. La ¡°prohibici¨®n a los musulmanes¡± de Trump y las fantas¨ªas violentas de J. D. Vance nos escandalizan solo si nos olvidamos de que, en 2006, Martin Amis confes¨® en tono c¨®mplice a un periodista de The Times su ¡°clara necesidad¡± de decir cosas como esta: ¡°La comunidad musulmana tendr¨¢ que sufrir hasta que ponga sus asuntos en orden. ?Qu¨¦ tipo de sufrimiento? Prohibirles viajar. M¨¢s adelante, deportaciones. Restringirles las libertades. Obligar a desnudarse, para cachearla, a cualquier persona que tenga aspecto de ser de Oriente Medio o Pakist¨¢n¡±.

Hoy en d¨ªa, la opini¨®n general es que la guerra contra el terrorismo fue un fracaso militar y geopol¨ªtico. Pero todav¨ªa no somos plenamente conscientes de que fue un inmenso fracaso intelectual y moral: un intento de los medios de comunicaci¨®n y la clase pol¨ªtica de Occidente de construir una realidad, que tuvo resultados catastr¨®ficos, pero consigui¨® integrar la crueldad y la mendacidad, a fondo y de forma duradera, en la vida p¨²blica. Y, en parte porque este desastre no se reconoci¨® ¡ªlos periodistas y escritores que promov¨ªan los falsos relatos y jaleaban la violencia a gran escala siguieron en sus puestos e incluso obtuvieron ascensos¡ª, hoy volvemos a verlo en las informaciones que dan los medios de comunicaci¨®n occidentales sobre la guerra de Israel contra Gaza: otra guerra que ha quemado en la hoguera todas las normas jur¨ªdicas y morales internacionales y que ha adormecido y pervertido las conciencias.

Edificios derruidos en la ciudad de Chasiv Yar en la regi¨®n de Donetsk el pasado 3 de septiembre
Edificios derruidos en la ciudad de Chasiv Yar en la regi¨®n de Donetsk el pasado 3 de septiembre PRESS SERVICE OF 24 MECHANIZED BRIGADE ( HANDOUT/EPA/EFE)

El historiador Omer Bartov ha se?alado que Israel, con su aparente respuesta a un ataque terrorista de Ham¨¢s sin precedentes, quiso desde el principio ¡°hacer inhabitable toda la Franja de Gaza y debilitar a su poblaci¨®n hasta que muera o busque todas las formas posibles de huir del territorio¡±. Ahora, con las bombas de mil kilogramos que les proporciona Estados Unidos, los l¨ªderes israel¨ªes de extrema derecha quieren militarizar a¨²n m¨¢s la ocupaci¨®n de Cisjordania y Gaza, y provocar a sus enemigos, mediante actos de terrorismo en L¨ªbano e Ir¨¢n, para generalizar la guerra. Pero todas estas realidades innegables e incluso la aniquilaci¨®n de Gaza, que, a diferencia de muchas otras atrocidades, vemos retransmitida en directo por sus autores y por sus v¨ªctimas, se ocultan e incluso se niegan cotidianamente en los principales medios de comunicaci¨®n de Occidente.

Los palestinos y los ¨¢rabes conocen desde hace d¨¦cadas las numerosas l¨ªneas rojas ocultas que limitan el debate sobre la trayectoria de Israel. Mis propios intentos espor¨¢dicos de abordar el tema me han mostrado un p¨¦rfido r¨¦gimen de represiones y prohibiciones en Occidente. Pero no solo se reprimen o se desoyen los puntos de vista no occidentales como el m¨ªo. Cada vez est¨¢ m¨¢s claro que los periodistas occidentales m¨¢s destacados parecen haber decretado una receta general con la que tratan de proteger su retorcida l¨®gica: que, como dijo Gideon Rachman, responsable de Opini¨®n sobre pol¨ªtica internacional de Financial Times, ¡°la mejor forma de evitar una cat¨¢strofe humanitaria en Gaza es apoyar a Israel¡±.

En llamativo contraste con la identificaci¨®n inequ¨ªvoca de la barbarie rusa en Ucrania, el modo verbal preferido en las noticias occidentales sobre las atrocidades israel¨ªes es la voz pasiva, que dificulta saber qui¨¦n hace qu¨¦ a qui¨¦n y en qu¨¦ circunstancias. (¡°La solitaria muerte de un hombre de Gaza con s¨ªndrome de Down¡±, dec¨ªa el primer titular de un reportaje de la BBC sobre unos soldados israel¨ªes que soltaron un perro de ataque contra un palestino con discapacidad y luego lo dejaron morir). El reportaje de The New York Times sobre un siniestro hito, la matanza de 30.000 palestinos ¡ªen su inmensa mayor¨ªa mujeres y ni?os¡ª a manos de Israel, se titulaba Vidas acabadas en Gaza. Otro reportaje m¨¢s reciente de Associated Press sobre la pol¨ªtica del hambre impuesta por Israel se titula Un beb¨¦ palestino de 10 meses dej¨® de gatear de repente. La polio hab¨ªa llegado a Gaza.

Los periodistas y el propio presidente de Estados Unidos dieron protagonismo a unas informaciones no confirmadas, y que finalmente resultaron falsas, sobre beb¨¦s israel¨ªes decapitados. Mientras tanto, todos guardan silencio a prop¨®sito de m¨²ltiples informaciones corroboradas sobre violaciones y torturas en las c¨¢rceles israel¨ªes. Un art¨ªculo en The Atlantic, revista hoy dirigida por un antiguo miembro de las Fuerzas de Defensa israel¨ªes que difundi¨® un famoso informe falso sobre Irak, se atrevi¨® a afirmar, incluso despu¨¦s del asesinato de miles de ni?os en Gaza, que ¡°es posible matar ni?os legalmente¡±.

Desde luego, el relato de los medios de comunicaci¨®n occidentales sobre la ¡°defensa propia¡± de Israel es una muestra m¨¢s de la dr¨¢stica discrepancia entre lo que dicen los principales periodistas de Occidente y lo que los dem¨¢s vemos que est¨¢ pasando en el mundo. No puedo evitar una sensaci¨®n de d¨¦j¨¤ vu ni dejar de hacerme una vieja pregunta: ?a¨²n es posible aumentar la capacidad cognitiva en el menguante ¨¢mbito del periodismo occidental, el reino encantado en el que he pasado provechosamente la mayor parte de mi vida?

Al fin y al cabo, vivimos en un mundo mucho m¨¢s grande que el que habitaba Karl Kraus en la Viena de principios del siglo XX, con una variedad infinitamente mayor de experiencias y perspectivas. Hay mucha m¨¢s diversidad demogr¨¢fica en las redacciones de los peri¨®dicos y los medios de comunicaci¨®n que cuando yo empec¨¦ a escribir. ?Podr¨ªan evitarse las constantes debacles intelectuales y morales del periodismo cultivando un clima de opini¨®n menos conformista y la apertura a experiencias y puntos de vista diferentes?

En las fantas¨ªas ultra, un enemigo de piel oscura devora mascotas y se dispone a destruir la civilizaci¨®n blanca

Tal vez, pero, para ello, el primer paso es ser conscientes de los formidables obst¨¢culos que nos aguardan: vivimos en una ¨¦poca muy confusa, especialmente desconcertante para la generaci¨®n de periodistas y comentaristas occidentales de m¨¢s edad, que alcanzaron la madurez en las d¨¦cadas posteriores al final de la Guerra Fr¨ªa y la ca¨ªda del comunismo, cuando la democracia y el capitalismo occidental parec¨ªan definir el futuro del mundo entero.

Hoy, todos los supuestos que han sustentado la pol¨ªtica y el periodismo occidentales durante casi tres d¨¦cadas yacen hechos a?icos. Vivimos en un mundo en el que el futuro de la democracia no est¨¢ garantizado ni siquiera en Europa y Am¨¦rica, y mucho menos en la India. El capitalismo occidental ha creado demasiadas desigualdades y ahora est¨¢ generando una reacci¨®n violenta. Los demagogos y los l¨ªderes desp¨®ticos est¨¢n en pleno auge. Y lo m¨¢s inquietante es que, tras un largo par¨¦ntesis, hay grandes partidos pol¨ªticos, a ambos lados del Atl¨¢ntico, que vuelven a exhibir expl¨ªcitamente el nacionalismo blanco como ideolog¨ªa.

En una ¨¦poca de dificultades econ¨®micas generalizadas, los etnonacionalistas de Estados Unidos y el Reino Unido, como los de Alemania, Francia, Hungr¨ªa, Polonia e Italia, comparten la hostilidad hacia los inmigrantes y atacan unas instituciones que consideran insuficientemente patri¨®ticas o demasiado indulgentes con las minor¨ªas sexuales, ¨¦tnicas y raciales. Este panorama tan sombr¨ªo puede extenderse m¨¢s. Las principales ideolog¨ªas econ¨®micas de crecimiento sin fin y prosperidad global se han topado con las restricciones medioambientales y la innovaci¨®n tecnol¨®gica, adem¨¢s de sus propios l¨ªmites, y parecen insostenibles.

Los responsables y redactores de las publicaciones m¨¢s veneradas no se hab¨ªan preparado mentalmente para el derrumbe de su ideolog¨ªa de la globalizaci¨®n capitalista ni para la r¨¢pida p¨¦rdida de poder, legitimidad y prestigio de Occidente. Estaban demasiado aferrados, por origen nacional y de clase y por formaci¨®n, a las tesis intelectuales desarrolladas durante su hegemon¨ªa total. Estaban tan involucrados en los estertores de muerte del viejo mundo que ahora no pueden sentir las contracciones del nuevo que est¨¢ naciendo. Es m¨¢s, les cuesta comprender sus propias sociedades, que est¨¢n cambiando dr¨¢sticamente a su alrededor; se obsesionan con cosas que no son m¨¢s que meros s¨ªntomas de un consenso social roto, como las ¡°guerras culturales¡±, y acaban extrayendo con dificultad el significado de abstracciones como ¡°populismo¡±, ¡°retroceso democr¨¢tico¡± y ¡°crisis del liberalismo¡±.

Otro problema, m¨¢s grave, es que las ¨¦lites intelectuales y pol¨ªticas de Occidente cuentan con muy pocos medios para comprender ¡ªy mucho menos para explicar¡ª el resto del mundo. Los periodistas de los grandes medios intentan plasmar la velocidad y la magnitud de la transformaci¨®n hist¨®rica actual ¡ªel ascenso del sur global¡ª mediante an¨¢lisis cuantitativos. Presentan datos estad¨ªsticos sobre la importancia creciente de China en el comercio exterior y el volumen cada vez mayor de las econom¨ªas de la India, Brasil e Indonesia.

Pero estos datos y estas cifras no son m¨¢s que peque?as ondas en el aluvi¨®n de cambios mundiales que est¨¢ barriendo todo lo que antes cre¨ªamos.

Vivimos en un mundo que difiere por completo, en todas sus variantes de mentalidad pol¨ªtica, actitud emocional y estructura econ¨®mica, del mundo de hace solo dos d¨¦cadas. La historia siempre ha consistido en un choque entre distintos relatos en los que la gente desea reconocerse. El relato que escogemos sobre el pasado nos orienta hacia el mundo actual, nos ofrece un lugar y una identidad, y explica en l¨ªneas generales nuestros sentimientos sobre lo que es posible. El marco del periodismo occidental, muy utilizado, se construy¨® sobre los triunfos de Occidente: la derrota de los reg¨ªmenes totalitarios en dos guerras mundiales, la contenci¨®n de Alemania, Italia y Jap¨®n en la posguerra y la victoria sobre el comunismo en la Guerra Fr¨ªa, seguida de la propagaci¨®n mundial del capitalismo y la democracia occi?dentales. Esta experiencia excepcional de progreso en el Occidente de posguerra llev¨® a sus beneficiarios a hacer generalizaciones optimistas sobre los cambios en el resto del mundo y la capacidad de Occidente para dirigirlos.

Miembros de una familia palestina se re¨²nen alrededor de una hoguera en el techo de su casa destruida en Jan Yunis, sur de la Franja de Gaza, el pasado 30 de septiembre
Miembros de una familia palestina se re¨²nen alrededor de una hoguera en el techo de su casa destruida en Jan Yunis, sur de la Franja de Gaza, el pasado 30 de septiembreHAITHAM IMAD (EPA/EFE)

Pero esta versi¨®n de la historia en la que les gustaba reconocerse a varias generaciones de periodistas occidentales choca ahora con otro relato mucho m¨¢s amplio, resonante y convincente: el de la descolonizaci¨®n, el acontecimiento fundamental del siglo XX para la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n humana.

La palabra se utiliz¨® por primera vez para describir el proceso hist¨®rico que comenz¨® en los a?os cuarenta, cuando ¡°las personas de piel oscura¡± (en expresi¨®n del soci¨®logo estadounidense W. E. B. Du Bois) de Asia y ?frica empezaron a liberarse del poder occidental directo e indirecto. Pero ahora se refiere a algo m¨¢s que un simple traspaso del poder pol¨ªtico y econ¨®mico en la historia mundial. La descolonizaci¨®n es una forma abreviada de describir c¨®mo numerosos pueblos no blancos, entre ellos muchos afroamericanos y grupos de poblaci¨®n inmigrante en Occidente, se sit¨²an en un continuo hist¨®rico m¨¢s largo, ven su pasado y miden sus posibilidades para el futuro.

Es indudable que, si hay un marco anal¨ªtico capaz de explicar una gran variedad de fen¨®menos nacionales e internacionales ¡ªdesde el auge del nacionalismo chino y la extrema derecha en Occidente hasta las guerras culturales en Europa y Norteam¨¦rica, los disturbios en las universidades estadounidenses a prop¨®sito de Gaza, las divisiones en PEN Am¨¦rica o el hecho de que Kylie Jenner haya perdido casi un mill¨®n de seguidores en Instagram¡ª, es el de la descolonizaci¨®n.

Ese es el motivo de que los l¨ªderes y comentaristas occidentales, en especial los que se dejaron absorber en exceso por la fantas¨ªa del fin de la historia despu¨¦s de 1989, tengan ahora el deber de reaccionar ante una din¨¢mica hist¨®rica crucial ¡ªel reequilibrio del poder occidental construido a trav¨¦s del imperialismo¡ª y, adem¨¢s, comprender las numerosas formas culturales y psicol¨®gicas de manifestarse ese reequilibrio.

Es una tarea muy dif¨ªcil, sin duda. Porque no es f¨¢cil descubrir ni siquiera ciertos hechos esenciales de la historia mundial como el imperialismo y la descolonizaci¨®n: languidecen en la oscuridad, ocultos por los relatos monumentales sobre la civilizaci¨®n occidental que van de Plat¨®n a la OTAN. Recuerdo que, cuando, en los a?os noventa, empec¨¦ a publicar en Europa y Estados Unidos, todo escritor y periodista que se preciara sol¨ªa decir que su pa¨ªs era heredero espiritual de la democracia ateniense, el individualismo renacentista y la racionalidad de la Ilustraci¨®n.

Era posible leer millones de palabras sobre los m¨¦ritos de la democracia y el liberalismo occidentales y los males del totalitarismo oriental, escritas por figuras intelectuales angloamericanas como Michael Ignatieff, Timothy Garton Ash, Martin Amis, Thomas Friedman y Anne Applebaum, sin encontrar ni un solo p¨¢rrafo sobre las consecuencias de la esclavitud, el imperialismo y la descolonizaci¨®n. Parec¨ªan obsesionados con los cr¨ªmenes de Hitler, Stalin y Mao, pero, para ser supuestamente unos internacionalistas liberales, no parec¨ªan tener en cuenta la historia occidental moderna de esclavitud en masa, expolio colonial y guerras genocidas contra los pueblos ind¨ªgenas.

Esa ignorancia, en otro tiempo un lujo asequible, hoy ser¨ªa fatal para la generaci¨®n actual de periodistas y comentaristas: se encuentran con un orden mundial en el que la democracia y el liberalismo, o incluso la estabilidad pol¨ªtica normal, han dejado de ser unas cosas que se pueden dar por sentadas. Se les exige que vean el mundo tal como es, sin la obligaci¨®n de embellecer su propio bando que impon¨ªa la Guerra Fr¨ªa. En cierto sentido, se ven obligados a trazar con precisi¨®n nuestro fragmentado paisaje geopol¨ªtico y cultural y a reconocer sus m¨²ltiples historias y geograf¨ªas, adem¨¢s de la nueva constelaci¨®n de fuerzas.

Esto significar¨ªa, en primer lugar, reconocer que el elemento que ten¨ªan en com¨²n las diversas luchas de los condenados de la tierra ¡ªy que ha sobrevivido a los fracasos poscoloniales de muchos Estados-naci¨®n¡ª era la convicci¨®n de que el orden mundial no pod¨ªa seguir apoy¨¢ndose en el privilegio racial. Hoy, las historias y las visiones del mundo determinadas e incluso agresivas de los pa¨ªses de Asia, ?frica y Am¨¦rica Latina est¨¢n poniendo completamente en tela de juicio las tesis tradicionales de Occidente. Se supon¨ªa que la historia hab¨ªa terminado con el triunfo del liberalismo y el capitalismo occidental. Sin embargo, en la actualidad, los miembros de una clase intelectual que est¨¢ fuera de Occidente ¡ªun arquitecto en Yakarta, un m¨¦dico en Kuala Lumpur, un abogado en Mumbai, un soci¨®logo en Estambul, un economista en Doha, un profesor en Lahore o un estudiante en Ciudad del Cabo¡ª quieren articular sus propias experiencias, explorar sus propias historias y tradiciones.

Veo con impotencia a parte de la prensa alentando una guerra basada en la mentira y, adem¨¢s, contribuyendo a racializarla

Ven que los l¨ªderes, los pol¨ªticos y los periodistas responsables de las calamitosas guerras de Occidente no han rendido cuentas todav¨ªa. Tambi¨¦n ven el gran contraste entre la generosa hospitalidad occidental para con los refugiados ucranianos y los muros y vallas que los pa¨ªses europeos y Estados Unidos construyen para mantener alejadas a las personas de piel oscura v¨ªctimas de sus propias guerras.

Recuerdan que Occidente no solo neg¨® a los pa¨ªses m¨¢s pobres la tecnolog¨ªa para fabricar sus propias vacunas durante una larga y devastadora pandemia, sino que acapar¨® vacunas que ya estaban caducadas. Este ¡°apartheid de las vacunas¡± cost¨® millones de vidas en Asia, ?frica y Latinoam¨¦rica y volvi¨® a confirmar, a juicio de muchos, que lo que quiere siempre Occidente es proteger sus intereses bajo el disfraz de una ret¨®rica universalista de democracia y derechos humanos.

Esta nueva conciencia se observa con gran claridad en el furioso rechazo del mundo no occidental a la violencia cometida por Israel y Occidente en Oriente Pr¨®ximo. El antagonismo aparentemente irreconciliable entre israel¨ªes y palestinos se perfila sobre una de las l¨ªneas divisorias m¨¢s traicioneras de la historia moderna: la ¡°l¨ªnea del color¡±, calificada por W. E. B. Du Bois como el problema esencial de la pol¨ªtica internacional: ¡°La cuesti¨®n de hasta qu¨¦ punto las diferencias raciales se convertir¨¢n a partir de ahora en la base para negar a m¨¢s de la mitad del mundo el derecho a compartir en la medida de sus posibilidades las oportunidades y los privilegios de la civilizaci¨®n moderna¡±. La indignaci¨®n se dispara entre las mayor¨ªas cuando una potencia subrogada de Occidente en Oriente Pr¨®ximo demuestra con qu¨¦ facilidad se pueden seguir capturando, quebrando y destruyendo los cuerpos negros y morenos al margen de todas las normas y leyes de la guerra.

Mucho antes de que estallara la guerra y de que las informaciones sobre ella se convirtieran en mentiras descaradas, las personas de ascendencia no occidental ya estaban exigiendo urgentemente la descolonizaci¨®n de los sistemas occidentales de conocimiento y un cambio en la imagen que tienen de s¨ª mismos los antiguos imperios que impusieron la supremac¨ªa blanca. Eso quiere decir una transformaci¨®n de las culturas p¨²blicas, desde la sustituci¨®n de top¨®nimos, estatuas y fondos de museos hasta la modificaci¨®n y correcci¨®n de los planes de estudios acad¨¦micos, el periodismo y la ret¨®rica pol¨ªtica.

Como es l¨®gico, este cambio de imagen es inaceptable para muchos occidentales, cuya reacci¨®n es obstinarse en ideas fracasadas y tesis destrozadas y apresurarse a reforzar las estructuras de desigualdad que siempre los ha beneficiado. El nacionalismo blanco en la pol¨ªtica actual ha empezado a tener una siniestra contrapartida en el ¨¢mbito cultural que trata de acabar con la diversidad intelectual, aunque de boquilla defienda el pluralismo demogr¨¢fico.

Hemos visto actuar a este poder desp¨®tico en el intento de muchos miembros de la clase pol¨ªtica, empresarial y medi¨¢tica occi?dental de suprimir las investigaciones acad¨¦micas y art¨ªsticas sobre el racismo y el imperialismo. Lo vemos ahora en la represi¨®n de las discrepancias pol¨ªticas. Ten¨ªa previsto dar una conferencia sobre Israel, Gaza y Occidente para la London Review of Books, pero los organizadores, del Barbican Centre de Londres, decidieron anularla para evitar problemas. Al llegar a Canad¨¢ he descubierto m¨¢s casos de personas que intentan resistirse a la despolitizaci¨®n forzosa de la literatura y las artes y se encuentran con que les hacen el vac¨ªo.

En 2018, The New York Times llam¨® a Wanda Nanibush ¡°una de las voces m¨¢s poderosas de la cultura ind¨ªgena en el mundo del arte norteamericano¡±. El a?o pasado, de pronto, desapareci¨®, despu¨¦s de varias publicaciones sobre Palestina en Instagram, un caso que evoca siniestros recuerdos de c¨®mo se borraba de las fotograf¨ªas incluso a las personas m¨¢s poderosas en las sociedades totalitarias. Naomi Klein escribe que ¡°las extraordinarias redadas, detenciones e incautaciones de bienes de los 11 de Indigo [un grupo pacifista que organiz¨® una protesta en Toronto y que fue acusado de vandalismo y antisemitismo] constituyen un ataque a la libertad de expresi¨®n pol¨ªtica que no hab¨ªa visto nunca en Canad¨¢¡±. ?Es pura coincidencia que el diario canadiense The Globe and Mail suprimiera todas las referencias a Israel de este discurso cuando me propuso publicar un extracto?

La escritora sudafricana Kagiso Lesego Molope pregunt¨® en la gala del Writers¡¯ Trust celebrada en Toronto hace unos meses: ¡°Se acerca el momento en el que el mundo empezar¨¢ a pedir perd¨®n por lo que est¨¢ ocurriendo, y entonces nos preguntar¨¢n: ?para qu¨¦ usasteis vuestro poder?¡±. Es una pregunta que tenemos que hacernos todas las personas y todas las instituciones. Pero muchos han adoptado, en el mejor de los casos, la postura de los delegados dem¨®cratas en la Convenci¨®n de Chicago, que se taparon los o¨ªdos para no o¨ªr los nombres de los ni?os palestinos muertos mientras sal¨ªan del centro de convenciones.

Porque, en el peor de los casos, hay una serie de instituciones occidentales ¡ªdesde universidades de la Ivy League hasta cadenas p¨²blicas de televisi¨®n¡ª que han tomado medidas claramente antidemocr¨¢ticas y han infringido sus propios principios de libertad de conciencia y expresi¨®n. Ayer, la Universidad de California public¨® en su p¨¢gina web una lista del armamento militar que necesita para librar una guerra contra sus estudiantes: la lista incluye 3.000 cartuchos de munici¨®n de pimienta, 500 cartuchos de munici¨®n de impacto de 40 mil¨ªmetros, 12 drones y nueve lanzagranadas.

A finales de febrero escrib¨ª que asistimos a una especie de desmoronamiento del mundo libre. Desde entonces, las pruebas se acumulan a una velocidad siniestra. Quiz¨¢ no deber¨ªa sorprendernos. La incompetencia intelectual y la bajeza moral del cuarto poder quedaron diagnosticadas desde el momento en que Kraus advirti¨® contra ¡°el suicidio intelectual de la humanidad por medio de su prensa¡±. Con la vista puesta en el futuro, en nuestra ¨¦poca, Gandhi predijo que era probable que incluso ¡°los Estados que hoy en teor¨ªa son democr¨¢ticos (¡­)se vuelvan claramente totalitarios¡±, porque un r¨¦gimen en el que ¡°los m¨¢s d¨¦biles van al pared¨®n¡± y ¡°unos cuantos propietarios capitalistas¡± prosperan ¡°no puede sostenerse m¨¢s que por medio de la violencia, velada o incluso descarada¡±. Vaclav Havel, elogiado en Occidente por haber sido un ¡°disidente¡± anticomunista, en realidad afirmaba en su ensayo Pol¨ªtica y conciencia (1984) que los sistemas totalitarios de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Europa del Este representaban el futuro del mundo occidental; advert¨ªa contra el poder que act¨²a ¡°al margen de toda conciencia, un poder arraigado en una ficci¨®n ideol¨®gica omnipresente que puede racionalizar cualquier cosa sin necesidad de rozar jam¨¢s la verdad¡±.

Observamos indefensos c¨®mo Israel act¨²a al margen de toda conciencia y racionaliza un genocidio emitido en directo

Estamos destinados a ser observadores indefensos mientras una potencia que act¨²a al margen de toda conciencia y se basa en ficciones ideol¨®gicas es capaz de racionalizar hasta un genocidio retransmitido en directo. Desde luego, despu¨¦s de Gaza tengo todav¨ªa menos confianza en que sea posible recuperarnos de la era de la posverdad. Mis contribuciones al periodismo literario e intelectual durante tres d¨¦cadas resultan hoy insignificantes, desproporcionadas en comparaci¨®n con el reconocimiento y las recompensas materiales que he recibido.

Pero no tengo m¨¢s remedio que reconocer que necesitamos con urgencia ideas nuevas para reexaminar nuestro pasado y trazar el rumbo que nos lleve desde el presente hasta un futuro habitable. Estoy convencido de que esas ideas saldr¨¢n de una nueva generaci¨®n de escritores, artistas y periodistas. Tambi¨¦n s¨¦ que, a medida que se agrave nuestra policrisis ¡ªguerras inevitables, desastres clim¨¢ticos y terremotos pol¨ªticos¡ª, el ansia de contar con una descripci¨®n fresca y justa del mundo ser¨¢ a¨²n m¨¢s irreprimible; y muchos de nosotros nos sentiremos obligados a satisfacerla.

Hay muchos escritores y periodistas que no nos acompa?ar¨¢n en esta tarea esencial: son los escritores, acad¨¦micos y periodistas asesinados por las Fuerzas de Defensa de Israel. Me parece incre¨ªble que las ejecuciones extrajudiciales de nuestros colegas y la destrucci¨®n de escuelas, universidades y bibliotecas en Gaza sigan sin merecer una menci¨®n por parte de las comunidades literarias, acad¨¦micas y period¨ªsticas de Occidente. Cada vez parece m¨¢s evidente que, como se?al¨® Arundhati Roy, ¡°lo ¨²nico ¨¦tico que pueden hacer los palestinos, por lo visto, es morir. Lo ¨²nico legal que podemos hacer los dem¨¢s es verlos morir. Y guardar silencio. Si no, ponemos en peligro becas, subvenciones, sueldos y medios de vida¡±.

Hoy debo unirme a quienes intentan romper los inhumanos grilletes que nos atenazan la mente y el alma. Dedico este premio a la memoria de los escritores asesinados en Gaza. Ya he dado gran parte del dinero que lo acompa?a, y dar¨¦ el resto, a escritores y periodistas de Palestina. Gracias.

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