La nueva era de la carrera espacial: los millonarios quieren conquistar la Luna

Olvidada ya la vieja era de lucha sin cuartel entre la URSS y Estados Unidos, la irrupci¨®n de ambiciosos magnates como Elon Musk, Jeff Bezos o Richard Branson marca un nuevo tiempo en el devenir de la carrera espacial
SON CASI las tres de la madrugada en la Costa del Espacio. La furgoneta circula solitaria por el bulevar de los Astronautas en direcci¨®n al que un d¨ªa fue el coraz¨®n del orgullo americano. Pasa un control militar y se detiene junto a un prado al borde del agua. El fuerte viento sacude los letreros que avisan de la presencia de caimanes. Pero el teniente Walker, de la divisi¨®n encargada de la seguridad de los lanzamientos del 45? batall¨®n espacial de la Fuerza A¨¦rea, que esta noche ejerce de mera contratista, explica que el aire en la superficie terrestre no es un problema. El joven oficial mira en su m¨®vil la informaci¨®n en directo del lanzamiento. Lo ha visto ya muchas veces, pero apenas puede disimular la emoci¨®n.
¡ªEn 5 o 10 a?os, esta comunidad va a volver a explotar. Es un gran momento para estar aqu¨ª.
Al otro lado del r¨ªo, las ¨²nicas luces de la noche cerrada iluminan la nube de vapor que rodea al cohete mientras se carga el combustible. Queda media hora para la cuenta atr¨¢s. El Falcon 9, bautizado en honor del Halc¨®n Milenario de Han Solo, se yergue fantasmag¨®rico amarrado a la lanzadera. Desde aqu¨ª despeg¨® tambi¨¦n el Apollo 11 que llev¨® al hombre a la Luna hace ahora 50 a?os.

Todo parece igual, pero todo es distinto. El Falcon 9 que se prepara para volar no ha sido desarrollado por la NASA, sino por una compa?¨ªa privada, SpaceX, propiedad de un joven multimillonario llamado Elon Musk, que ni siquiera hab¨ªa nacido cuando, aquel 20 de julio de 1969, Neil Armstrong dio ¡°un peque?o paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad¡±. Aquel d¨ªa, este pedazo de la costa de Florida ocup¨® el centro de la Tierra. Encarn¨® el s¨ªmbolo de la superioridad del mundo libre en la Guerra Fr¨ªa. Hasta que, de pronto, la conquista del espacio se convirti¨® en historia.
Despu¨¦s de la era Apollo, aqu¨ª el sue?o futurista por antonomasia se empez¨® a conjugar en pasado. La carrera espacial era un decadente patrimonio de hangares en desuso, pistas desiertas y enigm¨¢ticas estructuras de hormig¨®n corro¨ªdas por el calor h¨²medo, la lluvia y la vegetaci¨®n tropical. Ruinas de una civilizaci¨®n que ardi¨® en las llamas del transbordador Challenger el 28 de enero de 1986, al explotar en el cielo ante los ojos del mundo con siete astronautas dentro a los 73 segundos de despegar. Volvi¨® a arder en el Columbia ¡ªcon otros siete tripulantes a bordo¡ª, que se desintegr¨® al reingresar en la atm¨®sfera terrestre el 1 de febrero de 2003. Y se extingui¨® oficialmente cuando, con el lanzamiento del ¨²ltimo transbordador Atlantis, el 8 de julio de 2011, se puso fin oficialmente al programa Shuttle y se renunci¨® a enviar m¨¢s seres humanos a la Luna desde suelo estadounidense. Desde entonces, los astronautas americanos viajan a la Estaci¨®n Espacial Internacional con escala en Rusia a bordo del Soyuz, el programa espacial del que fuera el archienemigo gal¨¢ctico a batir.
La Costa del Espacio, que Gay Talese describi¨® en 1965 como un lugar ¡°de garitos glamurosos con chicas j¨®venes bailando el twist en las barras, jugadores apostando al p¨®quer en el piso de arriba y ruido por todos lados¡±, se transform¨® entonces en s¨ªmbolo de los sue?os abandonados. Perdi¨® m¨¢s de 20.000 puestos de trabajo y, de paso, su identidad. Porque aqu¨ª los adolescentes estudian en el instituto Astronauta, las familias comen en el restaurante Apolo, los coches circulan por Venus, Saturno o Plut¨®n, y los n¨²meros de tel¨¦fono empiezan por 321, en honor a la cuenta atr¨¢s con que despegan los cohetes. En este lugar de la Tierra, el espacio no se borra tan f¨¢cilmente.
La zona intent¨® reinventarse. Se agasaj¨® a nuevas empresas con ventajas fiscales. Se apost¨® por los cruceros, por el surf. Sobre las ruinas del espacio se levant¨® un reclamo para turistas aficionados a la historia.
Y, de repente, el espacio volvi¨® a su costa.
¡°Despu¨¦s de 50 a?os, esto no ha hecho m¨¢s que empezar¡±, dice hoy la publicidad de los autobuses del Kennedy Space Center, que llevan a los turistas a visitar las modernas lanzaderas y los impresionantes hangares, hoy llenos de nueva vida, donde los logos de la NASA compiten con los de las compa?¨ªas privadas que han resucitado la carrera espacial. Entre ellas, SpaceX y Blue Origin, las empresas de Elon Musk y Jeff Bezos, dos so?adores que crecieron consumiendo ciencia-ficci¨®n y comprendieron que la misma tecnolog¨ªa que les hizo inmensamente ricos permit¨ªa cumplir sus sue?os infantiles alimentados por las haza?as de la NASA. La competencia entre estos dos nuevos amos del universo, como en su d¨ªa la de las dos potencias de la Guerra Fr¨ªa, va camino de ser el impulso que lleve de nuevo al ser humano a la Luna.

¡°Nunca vamos a repetir el patr¨®n de la era Apollo¡±, advierte Dale Ketcham, vicepresidente de Space Florida, agencia de desarrollo econ¨®mico aeroespacial del Estado. ¡°De hecho, uno de los problemas que ha habido desde entonces es que todos los programas posteriores se han juzgado frente al Apollo. Y eso es injusto porque aquello fue un cheque en blanco del Gobierno: ¡®No importa lo que hag¨¢is, pero venced a los rusos¡¯. Por eso nosotros hablamos ahora de un renacimiento. El modelo se est¨¢ renovando, con nuevas ideas y nueva gente en la ecuaci¨®n. Es el sector privado el que est¨¢ aportando el negocio y la innovaci¨®n¡±.
El proyecto espacial de Jeff Bezos, hoy el hombre m¨¢s rico del mundo, empez¨® con augurios no aptos para supersticiosos. El 6 de marzo de 2003, seg¨²n recuerda Christian Davenport en su libro The Space Barons, el fundador de Amazon sobrevolaba la ¨¢rida geograf¨ªa del Texas occidental en un helic¨®ptero, acompa?ado de un exc¨¦ntrico cowboy, una abogada y un piloto apodado Tramposo.
¡°?Mierda!¡±, grit¨® Tramposo, poco antes de que la h¨¦lice se hiciera a?icos contra un arroyo premonitoriamente llamado Calamidad. Sobrevivieron todos. Bezos, cuya apretada agenda le hab¨ªa llevado a exigir realizar la visita en helic¨®ptero y no a lomos de caballos como era costumbre, apenas sufri¨® unos rasgu?os. ¡°Pens¨¦ que habr¨ªa sido una forma muy tonta de morir¡±, admitir¨ªa despu¨¦s en la CNN.
Los m¨¦dicos de emergencias no tardaron en llegar al lugar en una ranchera. Y uno de ellos reconoci¨® a Bezos de una portada del n¨²mero de la persona del a?o de la revista Time de 1999.

Los rumores empezaron a circular. Se ataron cabos y se dedujo que podr¨ªa ser Bezos el misterioso comprador que llevaba meses adquiriendo ranchos colindantes por la zona, oculto detr¨¢s de empresas bautizadas con nombres de m¨ªticos exploradores, todas vincu?ladas con una desconocida corporaci¨®n con domicilio en Seattle y un nombre que, descubrir¨ªan despu¨¦s, ofrec¨ªa ya pistas sobre sus intenciones: Zefram Sociedad Limitada, como Zefram Cochrane, el personaje de Star Trek que cre¨® el primer motor capaz de superar la velocidad de la luz.
Un lunes de enero de 2005, Jeff Bezos se present¨® en la redacci¨®n de The Van Horn Advocate, un diario del condado de Culberson con una circulaci¨®n de mil ejemplares, para proporcionarle a su director la exclusiva de su vida. Estaba comprando todos esos terrenos para instalar ah¨ª su compa?¨ªa de viajes gal¨¢cticos, Blue Origin, fundada cinco a?os antes y cuyas andanzas Bezos hab¨ªa mantenido en el m¨¢s absoluto secreto.
Elon Musk, muy al contrario, nunca ocult¨® sus sue?os futuristas. La NASA no se tomaba en serio a aquel arrogante ni?o rico. Pero el fundador de PayPal y Tesla, cuya infancia transcurri¨® entre abusos de sus compa?eros de clase en una dura escuela de Sud¨¢frica, no se iba a dejar amedrentar por los abusadores ahora que se hab¨ªa convertido en un joven empresario de culto y hab¨ªa demostrado de lo que era capaz. Si la NASA no iba a Musk, Musk ir¨ªa a la NASA.
El 4 de diciembre de 2003 Elon Musk se present¨® en Washington con su cohete de 21 metros de largo, escoltado por la polic¨ªa, que hab¨ªa atravesado el pa¨ªs en un tr¨¢iler desde la f¨¢brica de SpaceX en el sur de California, y lo aparc¨® en la avenida de la Independencia. Justo enfrente del Museo Nacional del Aire y el Espacio, donde se preparaba un acto para conmemorar el centenario del primer vuelo de los hermanos Wright.
En diciembre de 2003 Elon Musk, de 32 a?os, se present¨® en Washington con un cohete construido en 18 meses y capaz de volar al espacio
Musk, entonces un joven de apenas 32 a?os, ten¨ªa un mensaje para Washington y la NASA. Eso que hab¨ªa aparcado delante de sus narices era un cohete capaz de volar al espacio. Su compa?¨ªa lo hab¨ªa construido en menos de 18 meses desde su creaci¨®n. La calculada puesta en escena, al m¨¢s puro estilo Silicon Valley, subrayaba el contraste entre el pasado (las reliquias exhibidas en el interior del museo) y el futuro (el cohete barato y fiable de una nueva era). ¡°La historia del desarrollo de los veh¨ªcu?los de lanzamiento no ha sido muy exitosa. Realmente no ha habido un ¨¦xito, si defines ¨¦xito como marcar una diferencia significativa, en coste o fiabilidad¡±, les dijo. ¡°Tenemos un intento con SpaceX, yo creo, por primera vez en mucho tiempo¡±.
El teniente Walker explica que la ventana para el lanzamiento del Falcon 9 esta noche en Florida es de cinco minutos. El tiempo preciso en que la ¨®rbita de la Estaci¨®n Espacial Internacional la colocar¨¢ a la distancia justa de este punto de la Tierra para que se acople con ¨¦xito la c¨¢psula Dragon no tripulada que el cohete soltar¨¢ en el espacio, cargada de experimentos cient¨ªficos y v¨ªveres.
Cuesta creer que hace 50 a?os estos c¨¢lculos se hac¨ªan, b¨¢sicamente, emborronando de ecuaciones una pizarra. En el museo del espacio de Cabo Ca?averal, el jubilado John Hilliard, que ejerce de gu¨ªa voluntario, muestra una vieja computadora que pesa siete toneladas y ocupa toda una pared de una habitaci¨®n que reproduce una antigua sala de control. Tiene 578 bytes. Cabr¨ªan 886 millones de ellas en un solo iPhone X.
Para un emprendedor de Silicon Valley como Elon Musk resultaba dif¨ªcil aceptar que la tecnolog¨ªa de los cohetes que Estados Unidos y Rusia lanzaban al espacio en los primeros a?os del siglo XXI fuera tan parecida a la de la era del Apollo. ¡°Casi cada sector de la tecnolog¨ªa ha mejorado. ?Por qu¨¦ este no? As¨ª que empec¨¦ a estudiarlo¡±, explic¨® durante un discurso en la Universidad de Stanford en 2003.
La base del negocio espacial de Elon Musk y Jeff Bezos es la misma: la construcci¨®n y lanzamiento de cohetes reutilizables
Elon Musk y Jeff Bezos, el primero exhibiendo sus hallazgos y el segundo casi en la clandestinidad, llegaron a la misma soluci¨®n t¨¦cnica: cohetes reutilizables. Artefactos que despu¨¦s de colocar su carga en ¨®rbita, en vez de caer al oc¨¦ano, regresaban y aterrizaban de pie en un lugar predeterminado. ¡°El mayor desarrollo en transporte espacial en m¨¢s de una generaci¨®n es la reusabilidad de los cohetes, que permite lanzamientos m¨¢s baratos y frecuentes¡±, explica Ketcham, de Space Florida. ¡°Musk y Bezos lo han perfeccionado y han construido sobre eso su plan de negocio¡±.
El hallazgo prend¨ªa de nuevo la mecha de la fiebre por mandar humanos al espacio. Entre noviembre y diciembre de 2015, un cohete de Blue Origin y otro de SpaceX ca¨ªan del espacio y se posaban con precisi¨®n en Cabo Ca?averal, listos para el siguiente viaje. Bezos se adelantaba por 28 d¨ªas a Musk.
Rivalidad, dinero y voluntad. Los tres motores de la carrera espacial. Las tres carencias que lastraban al programa espacial de la NASA despu¨¦s del Apollo. Pero Musk y Bezos tienen dinero a espuertas, voluntad forjada en colosales aventuras empresariales que les han ense?ado que todo es posible y una rivalidad que, desde una m¨ªtica cena en 2004 en la que ambos magnates pusieron en com¨²n sus planes gal¨¢cticos, ha desembocado en tensas disputas comerciales y hasta pleitos de propiedad intelectual.
Parte del atractivo de la rivalidad entre los dos millonarios, seguida a nivel fen¨®meno de fans por las legiones de nuevos aficionados al espacio, es que reproduce la es¨®pica f¨¢bula de la liebre y la tortuga. Esta ¨²ltima es la mascota de la compa?¨ªa de Bezos. Un hombre que el a?o pasado empez¨® a construir en el interior de una monta?a de Texas el Reloj de los 10.000 A?os, prodigio mec¨¢nico en el que ha invertido 42 millones de d¨®lares, con una manecilla que cuenta los siglos y un cuco que canta los milenios.
Hasta la fecha, es innegable que Musk ha tenido m¨¢s ¨¦xito. Blue Origin ha lanzado una docena de cohetes. SpaceX, mientras tanto, ha lanzado m¨¢s de 70 y una quincena de ellos han llevado cargas a la Estaci¨®n Espacial Internacional, dentro de un contrato que tiene con la NASA para hacerlo. La de Musk es adem¨¢s una de las dos compa?¨ªas, junto con la United Launch Alliance (ULA), conglomerado de Lockheed Martin y Boeing, que firmaron en 2014 contratos con la agencia para llevar astronautas a la estaci¨®n en el futuro. Blue Origin, por su parte, firm¨® un contrato con la ULA, contra la que Musk hab¨ªa pleiteado, para proporcionar motores a la alianza de dos compa?¨ªas que juntas suman 100 a?os de experiencia espacial.

Bezos y Musk no son los ¨²nicos emprendedores privados del espacio. Ni siquiera los primeros. De hecho, el honor del primer viaje espacial privado corresponde al Conestoga 1, un misil Minuteman modificado con el que la empresa Space Services realiz¨® su primer vuelo suborbital en 1982, allanando el camino para que EE UU aprobara dos a?os m¨¢s tarde la primera ley que regula la actividad espacial privada. El primer civil que viaj¨® al espacio lo hizo en 2001 a bordo de un Soyuz. Y en 2018, Virgin Galactic, del tambi¨¦n multimillonario Richard Branson, se convirti¨® en la ¨²nica compa?¨ªa que ha mandado a una persona al espacio en un cohete privado (aunque existe cierto debate sobre si la altura alcanzada es o no el l¨ªmite de la atm¨®sfera terrestre).
La interacci¨®n entre la experiencia de los actores tradicionales y la osad¨ªa de los reci¨¦n llegados de Silicon Valley genera optimismo en el sector. ¡°Siempre es bueno hablar con gente diferente y conocer distintas maneras de pensar, eso ayuda a la innovaci¨®n¡±, opina el general Douglas Schiess, del 45? batall¨®n espacial de la Fuerza A¨¦rea, en Cabo Ca?averal. ¡°Pasamos un periodo de tiempo en que todo lo que hab¨ªa en este negocio era gente mayor de la primera etapa. Ahora ha entrado gente joven muy interesante, y la relaci¨®n es buena. Este es un gran momento para estar en el negocio del espacio. Hay un resurgimiento y estoy emocionado por d¨®nde estamos, por lo que estamos viviendo y por ser parte de ello¡±.
Pronto, los carteles que anuncian ¡°lanzamientos cada mes¡± en las carreteras de la Costa del Espacio se quedar¨¢n cortos. ¡°El a?o pasado lanzamos 24 cohetes y este a?o vamos camino de los 28. Tenemos una visi¨®n de llegar a los 48 al a?o, lo que significar¨ªa lanzar un cohete cada semana¡±, explica el general Schiess. No llega a los 206 que se lanzaron en 1960, a?o que ostenta el r¨¦cord, pero recuerden: no vale comparar con la era Apollo.
El optimismo ha llegado a la Casa Blanca. Trump ha solicitado 1.600 millones de d¨®lares al congreso para volver al espacio ¡°a lo grande¡±
El optimismo ha llegado a la Casa Blanca, que ha acortado en cuatro a?os, hasta 2024, su objetivo de mandar de nuevo astronautas a la Luna, quiz¨¢ para dotar de un glorioso colof¨®n a un eventual segundo mandato del presidente Trump. El republicano ha solicitado 1.600 millones de d¨®lares m¨¢s al Congreso este a?o para volver al espacio ¡°a lo grande¡±.
La NASA ha bautizado el proyecto con el brillante nombre de Artemisa, hermana gemela de Apolo y diosa de la Luna en la mitolog¨ªa griega. Para desarrollarlo cuenta con las compa?¨ªas privadas. Bezos se adelant¨® en una semana al anuncio de la NASA en mayo y present¨® una maqueta de nave que asegura estar¨¢ en condiciones de colocar astronautas en la Luna para 2024.
¡ªOh, deja de vacilar, Jeff ¡ªle respondi¨® Elon Musk desde su cuenta de Twitter.
Quedan apenas 15 minutos para el lanzamiento del Falcon 9 en Cabo Ca?averal. SpaceX retransmite en streaming para sus miles de seguidores en todo el mundo. De pronto, el teniente Walker anuncia que el lanzamiento ha sido abortado. Esta noche no podr¨¢ ser. La misi¨®n se aplaza 24 horas. Es el tercer retraso que sufre. El motivo, se sabr¨ªa despu¨¦s, es un problema el¨¦ctrico en el barco no tripulado, bautizado como Por Supuesto que te Sigo Queriendo en un gui?o al autor de ciencia-ficci¨®n Iain Banks, sobre el que el cohete de m¨¢s de 540 toneladas deb¨ªa aterrizar de pie una vez colocada en ¨®rbita la c¨¢psula Dragon Cargo.
Nada grave. El Falcon 9 saldr¨ªa a la noche siguiente y cumplir¨ªa con ¨¦xito su misi¨®n. M¨¢s preocupante fue la destrucci¨®n, unas semanas antes, de una c¨¢psula Dragon Crew, en la que SpaceX planea enviar a los astronautas. Ardi¨® en la pista durante una prueba. El percance frustr¨® el plan de Musk de enviar astronautas a la Estaci¨®n Espacial Internacional antes del final de este a?o. Hay quien dice que se vieron sonrisas en los despachos de la ULA, la otra contratista de la NASA para alcanzar el mismo objetivo, cuando se conoci¨® la noticia. Jeff Bezos, por su parte, se mantuvo callado. Todo indica que ser¨¢ a mediados de la pr¨®xima d¨¦cada cuando se sepa si ha ganado la liebre o la tortuga.
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