¡°Ya no hay escritores en la tele, sino escritores de la tele¡±: cuando los autores desaparecieron de los programas
Hubo un tiempo en el que Terenci Moix, Camilo Jos¨¦ Cela, Francisco Umbral o Sanchez Drag¨® eran estrellas televisivas que atra¨ªan a la audiencia. Hoy los escritores en la televisi¨®n est¨¢n relegados a espacios fugaces, mientras cada vez m¨¢s presentadores juegan a ser autores
Despu¨¦s de la intervenci¨®n de Juana Dolores en Mes324 de TV3, muchas voces se?alaron en la misma direcci¨®n: si el discurso de la poeta y dramaturga result¨® tan sorprendente (agit¨® un programa tranquilo con cr¨ªticas e ideas radicales) fue porque habitualmente faltan escritores en televisi¨®n. Los escritores, continuaban estas voces, son los ¨²nicos capaces de hablar de esa manera tan apasionada y, precisamente por eso, ya no cuentan con espacios para hacerlo. Pero, ?realmente faltan escritores o intelectuales en televisi¨®n o el discurso de Juana Dolores fue sorprendente por otros motivos?
Quedan lejos los tiempos en que una entrevista a don Camilo (Jos¨¦ Cela) garantizaba audiencia o Terenci Moix no solo era un personaje m¨¢s de la cr¨®nica social, sino que tambi¨¦n presentaba sus propios espacios (como M¨¢s estrellas que en el cielo, al que acudieron figuras tan dispares como Gina Lollobrigida o Gonzalo Torrente Ballester). Sin embargo, las tertulias contempor¨¢neas est¨¢n llenas de intelectuales, al menos en el sentido que el profesor Stefan Collini da a esta palabra (¡°alguien que ha obtenido reconocimiento en un campo especializado, pero que rebasa ese campo para hablarle al p¨²blico sobre cuestiones de inter¨¦s general¡±) y muchos de ellos publican libros como parte de su actividad. Adem¨¢s, contra ese t¨®pico que suele funcionar como profec¨ªa autocumplida y que da a las humanidades por liquidadas, muchos ensayos recientes han suscitado debates de muy largo recorrido, llegando a marcar la agenda pol¨ªtica. Feria, de Ana Iris Sim¨®n o La Espa?a Vac¨ªa, de Sergio del Molino, dos libros decididamente literarios, son buenos ejemplos locales de un fen¨®meno que a nivel mundial se ha dado con obras de Michael Sandel (sobre la meritocracia) o de Thomas Piketty (sobre la desigualdad). Entonces, ?se han vuelto irrelevantes la literatura y el pensamiento, o simplemente, se han transformado y segmentado las audiencias? ?Realmente hay figuras que se han extinguido o echamos de menos una televisi¨®n que nunca existi¨®?
No es necesario recurrir a los ejemplos de siempre (Umbral y su libro, Cela y la palangana o Arrabal y el milenarismo). Con menos esc¨¢ndalo, pero en medio de una atm¨®sfera igualmente desorbitada, una tarde de 1986 Mercedes Mil¨¢ moderaba un debate que inclu¨ªa a Massiel (que improvisa un discurso contra los banqueros), Fernando Garc¨ªa Tola (que asegura no haber trabajado jam¨¢s), Fernando Savater (con gafas y camisa de estrella de la canci¨®n italiana) y ?lvaro Pombo (que enseguida, como en sus novelas, detecta destellos metaf¨ªsicos en cada cuesti¨®n). Hace nueve a?os y recordando momentos como este, Fernando S¨¢nchez Drag¨® en Och¨¦ntame otra vez (TVE) comentaba que durante aquella ¨¦poca ¡°los escritores acud¨ªan a programas que no eran espec¨ªficamente culturales¡±, y Francisco Umbral lo confirma desde las im¨¢genes de archivo: emerge de un espumill¨®n y afirma ¡°los escritores ahora nos tenemos que dedicar a las variedades¡±.
En realidad, esos escritores dedicados ¡°a las variedades¡± fueron muy pocos: apenas Cela, Drag¨®, Umbral y Moix, cada uno con una manera distinta de enfocar sus humoradas. Pero enseguida, gracias a sus extravagancias, lograron convertirse en figuras de la cultura popular mucho m¨¢s all¨¢ de sus libros. Cuando en Estados Unidos en 1994 William Burroughs grab¨® un anuncio para Nike, Cela ya llevaba m¨¢s de un lustro protagonizando la publicidad de la Gu¨ªa Campsa (s¨ª, esos anuncios en los que tambi¨¦n aparece Oteli?a, la choferesa m¨¢s popular de los noventa). El caso de Cela es excepcional (como toda su carrera, desde su ofrecimiento como delator en 1938 a la brillantez de sus obras o el cinismo con el que enfoc¨® tantos asuntos) y, en lo que tuvo que ver con la televisi¨®n, respondi¨® a un acoplamiento del que el escritor obtuvo un protagonismo y una promoci¨®n que no necesitaba pero segu¨ªa deseando y la audiencia, unos comportamientos muy divertidos por inesperados en alguien que llevaba d¨¦cadas ocupando un lugar destacado en los libros de texto.
Pero si, m¨¢s all¨¢ de los cuatro o cinco autores omnipresentes, tenemos la impresi¨®n de que el resto de escritores tambi¨¦n pasaba horas en televisi¨®n es porque participaban frecuentemente en tertulias como La clave, inspiradas por el exitos¨ªsimo Apostrophes de Bernard Pivot (15 a?os en el prime time franc¨¦s) y realizadas con ritmos pausados muy distintos a los contempor¨¢neos (permit¨ªan intervenciones de varios minutos que actualmente sorprenden en YouTube). Tambi¨¦n porque A fondo, con sus lentas entrevistas de m¨¢s de una hora, impensables hoy, ha terminado por formar una especie de canon que permite conocer a autores tan distintos como Merce Rodoreda o Juan Carlos Onetti.
Elizabeth Duval, escritora que participa en tertulias sobre pol¨ªtica, explica que, efectivamente, ¡°hoy las intervenciones suelen ser muy breves¡±, as¨ª que ¡°hay que tener datos y pensar bien qu¨¦ se quiere transmitir¡±. ¡°Escribir es muy distinto porque entra en juego una ret¨®rica diferente de la oralidad y porque tienes p¨¢rrafos para extenderte y persuadir, en lugar de la concisi¨®n y el lenguaje llano de la tele, donde lo mejor suele ser la improvisaci¨®n en menos de un minuto¡±, comenta la tambi¨¦n fil¨®sofa. Si bien su caso demuestra que el engranaje que conduce desde el ¨¦xito literario a la televisi¨®n generalista sigue funcionando, una trayectoria as¨ª resulta cada vez m¨¢s infrecuente: ¡°Lo que hay ahora es m¨¢s bien a la inversa: tertulianos y presentadores que publican sus libros buscando vender a trav¨¦s de la imagen medi¨¢tica o que ganan premios literarios que ya ni siquiera cuentan con prestigio literario. Ya no son escritores en televisi¨®n, sino escritores de la televisi¨®n¡±, explica la propia Duval.
Eso s¨ª, expertos como David Jim¨¦nez Torres, autor de La palabra ambigua: la idea del intelectual en Espa?a (1889-2019) advierten de que tampoco se debe caer en la ya cl¨¢sica ¡°nostalgia del intelectual¡± o en espejismos como la idea de que en alg¨²n momento la televisi¨®n estuvo llena de escritores debatiendo sobre cuestiones elevadas: ¡°El presente siempre nos parece desordenado: no sabemos qu¨¦ pol¨¦micas u obras van a sobrevivir o a trascender y cu¨¢les desaparecer¨¢n en la espuma de los d¨ªas. La nostalgia del intelectual implica la idea de que en el pasado hubo grandes figuras que ordenaban la conversaci¨®n cultural mientras ahora todo es una cacofon¨ªa. Pero tenemos que analizarlo como cualquier otro discurso de la nostalgia cultural porque tambi¨¦n se dice mucho que antes se escrib¨ªan grandes novelas o se rodaban grandes pel¨ªculas, no como ahora¡±, indica Jim¨¦nez, que contin¨²a desmitificando: ¡°Otro de los errores cuando miramos al pasado es que creemos que todo el mundo le¨ªa los art¨ªculos de Ortega o de Unamuno y no era as¨ª: llegaban a p¨²blicos muy limitados y que no se localizaban en todo el pa¨ªs¡±.
D¨®nde se han metido
?scar L¨®pez dirige y presenta P¨¢gina 2 desde 2007. Aunque ¨²ltimamente ha tenido compa?¨ªa en La 2 (Un pa¨ªs para leerlo) y la seguir¨¢ teniendo (Ovejas el¨¦ctricas), durante muchas temporadas ha sido el ¨²nico programa sobre literatura en la parrilla nacional. L¨®pez cree que ¡°la televisi¨®n entra por los ojos y tiene que emocionar¡±, as¨ª que piensa que el ¨¦xito de su formato se debe ¡°no solo a lo que nos cuentan los escritores o a lo que contamos nosotros de los libros¡±, sino tambi¨¦n ¡°a lo que mostramos de ellos, y por eso nos encanta rodar fragmentos de las novelas, o que los escritores vayan a lugares que tienen que ver con la trama¡±. En 17 temporadas, L¨®pez no recuerda ninguna pol¨¦mica o haber tenido problemas con las opiniones vertidas por alg¨²n entrevistado: ¡°No solemos entrar en consideraciones pol¨ªticas, pero a veces surgen y, adem¨¢s, ?cu¨¢ntas novelas no son novelas pol¨ªticas tambi¨¦n? Quiero decir que no obviamos esos temas y menos si el escritor quiere hablar de ellos. Solo recuerdo un problema con Michel Houellebeq, que como bien sabemos es un escritor muy particular. Fue algo de forma, no por sus opiniones, sino porque pidi¨® una serie de condiciones para poder rodar que nosotros no pudimos satisfacer. Quer¨ªa fumar y beber durante la entrevista, algo que est¨¢ prohibido en Televisi¨®n Espa?ola, as¨ª se lo hice llegar, no cedi¨® y tuvimos que suspenderla¡±.
Una de las cuestiones que m¨¢s preocupan a L¨®pez tiene que ver con el poco tiempo del que dispone: ¡°Tenemos un programa de media hora a la semana y nos toca seleccionar mucho, intentamos equilibrar en cuesti¨®n de g¨¦nero y tambi¨¦n darles mucha cancha a las editoriales peque?as, que est¨¢n haciendo una gran labor. Claro que sacamos tambi¨¦n a autores que triunfan y que venden mucho porque hay un p¨²blico que quiere escucharlos, pero para nosotros es muy importante dar la oportunidad a nuevas voces narrativas¡±. A pesar de su propia experiencia, L¨®pez no es demasiado optimista en cuanto a la situaci¨®n o al futuro de la literatura en televisi¨®n: ¡°Yo ya no espero nada de las televisiones privadas, pero el problema afecta a todos los ¨¢mbitos. El periodismo literario est¨¢ viviendo una profunda crisis, los grandes suplementos y las revistas tambi¨¦n escasean, estamos en ese momento de transici¨®n, en una especie de limbo de paso. S¨ª que, en cambio, estoy muy animado con los podcasts; con ellos, en el ¨¢mbito radiof¨®nico la presencia del libro est¨¢ bastante garantizada¡±.
Con el consumo de televisi¨®n en m¨ªnimos hist¨®ricos (y no parece que la tendencia vaya a revertirse) y una tasa de penetraci¨®n del medio que desciende con la edad del p¨²blico (es decir, los j¨®venes son quienes menos ven la televisi¨®n), el problema podr¨ªa no estar tanto en la literatura como en la propia televisi¨®n: ¡°La tele ha envejecido mucho y la escritura se nutre de gente m¨¢s joven que la mediana de edad de los espectadores. El p¨²blico literario no est¨¢ tanto ah¨ª y cualquier ¨¢gora p¨²blica se parece mucho m¨¢s a ese mundo de redes, podcast, charlas, festivales, congresos...¡±, sostiene Duval. Jim¨¦nez est¨¢ de acuerdo, aunque, de nuevo, pide cautela: ¡°El mundo literario se ha puesto las pilas, aunque a veces temo que se desvirt¨²e el objetivo de la literatura: lo m¨¢s interesante son los libros que producimos, no hablar sobre ellos. A veces me pregunto si dos horas est¨¢n mejor invertidas leyendo o yendo a una charla en un festival literario. Igual que creo que lo mejor que hacen los actores es su actuaci¨®n en las pel¨ªculas, lo mejor de los escritores est¨¢ en los libros. Pero todo eso son herramientas de promoci¨®n que ayudan a seguir en la carrera o en esa competici¨®n que libramos con otros modos de entretenimiento por la atenci¨®n¡±.
Puede que P¨¦rez Reverte siga haciendo declaraciones que se vuelven virales cada vez que pisa El Hormiguero, o que Eduardo Mendoza asistiera con estupor hace poco a la sauna port¨¢til del Monaguillo en el mismo programa. Pero todo parece indicar que son excepciones, y salvo por unos pocos programas especializados, los escritores no van a volver a las televisiones, mucho menos a realities como los que acogieron a Isabel Pisano o Luc¨ªa Etxebarr¨ªa (GH VIP y Campamento de verano, respectivamente). Quiz¨¢ no han sido ellos los que han abandonado el medio, ni el medio a ellos y, simplemente, es el p¨²blico de la literatura el que se ha desplazado a otros lugares, como los ya citados podcast o canales de Youtube como los de Luna Miguel, Ernesto Castro o Jaime Bayly. Mientras tanto, algunos presentadores seguir¨¢n ganando prestigio publicando libros en operaciones comerciales que no preocupan demasiado a los verdaderos especialistas en la industria de la literatura. ¡°Probablemente esa persona que compra el libro del presentador famoso no hubiera comprado ning¨²n libro; por lo tanto, a m¨ª no me parece nada negativo. Siempre tengo la esperanza de que, si va a la librer¨ªa y compra ese libro, a lo mejor se lleva otro¡±, concluye L¨®pez.
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