Somos humildes siervos de los se?ores de la nube: bienvenidos al tecnofeudalismo
Un nuevo capital mutante ha matado y sustituido al capitalismo: el capital en la nube. No fabrica cosas, sino que se compone de dispositivos concebidos para modificar nuestro comportamiento. Y le va de maravilla.
Miremos hacia donde miremos, estamos presenciando el triunfo del capital. En almacenes, f¨¢bricas, oficinas, universidades, hospitales p¨²blicos, medios de comunicaci¨®n, incluso en el espacio, pero tambi¨¦n en el microcosmos de las semillas patentadas. ?C¨®mo me atrevo, entonces, a afirmar que el capitalismo ha muerto asesinado? ?Qui¨¦n lo ha matado? La respuesta es de una iron¨ªa deliciosa: el capitalismo ha muerto asesinado por su propia mano: por el capital.
Si estoy en...
Miremos hacia donde miremos, estamos presenciando el triunfo del capital. En almacenes, f¨¢bricas, oficinas, universidades, hospitales p¨²blicos, medios de comunicaci¨®n, incluso en el espacio, pero tambi¨¦n en el microcosmos de las semillas patentadas. ?C¨®mo me atrevo, entonces, a afirmar que el capitalismo ha muerto asesinado? ?Qui¨¦n lo ha matado? La respuesta es de una iron¨ªa deliciosa: el capitalismo ha muerto asesinado por su propia mano: por el capital.
Si estoy en lo cierto, lo preocupante no es lo que la Inteligencia Artificial (IA) nos vaya a hacer en el futuro, sino lo que ya ha hecho: el capital ha llegado a ser tan dominante y ha mutado en una variante tan t¨®xica que, como un virus est¨²pido, ha acabado matando a su anfitri¨®n, el capitalismo, para sustituirlo por algo much¨ªsimo peor.
Este nuevo capital mutante que ha matado al capitalismo vive en la famosa nube, as¨ª que llam¨¦moslo capital en la nube.
El capital en la nube, por supuesto, no vive realmente en la nube, sino en la Tierra; reside en equipos conectados en red, granjas de servidores, torres de telefon¨ªa m¨®vil, programas, algoritmos basados en inteligencia artificial y en el fondo de nuestros oc¨¦anos, donde se extienden incontables kil¨®metros de cables de fibra ¨®ptica.
A diferencia de lo que ocurre con los medios de producci¨®n del capital tradicional, como los motores de vapor o los robots industriales modernos, que son medios fabricados, el capital en la nube no fabrica cosas, sino que est¨¢ compuesto por dispositivos concebidos para modificar el comportamiento humano. Eso es lo que son Alexa de Amazon o el Asistente de Google: un medio de modificaci¨®n del comportamiento construido precisamente para eso. Es una m¨¢quina, una pieza del capital, a la que entrenamos para que nos entrene para que la entrenemos para que ella decida qu¨¦ queremos. Y, una vez decidido lo que queremos, la misma m¨¢quina nos lo vende directamente, sin pasar por los mercados.
Por si fuera poco, esa misma m¨¢quina consigue que sostengamos la enorme red de modificaci¨®n del comportamiento a la que pertenece con nuestro propio esfuerzo, de forma voluntaria y gratuita. Cuando publicamos rese?as, valoramos productos o publicamos en la red v¨ªdeos, diatribas y fotos, estamos ayudando a reproducir el capital en la nube sin recibir un c¨¦ntimo por nuestro trabajo. La m¨¢quina, en definitiva, nos ha convertido en siervos de la nube. Mientras tanto, en las f¨¢bricas y los almacenes, los mismos algoritmos que modifican nuestro comportamiento y nos venden productos se utilizan ¡ªnormalmente, mediante dispositivos digitales en la mu?eca del trabajador¡ª para hacer que trabajen m¨¢s deprisa, dirigirlos y vigilarlos minuto a minuto.
Impresiona ver de qu¨¦ forma el capital en la nube consigue desempe?ar cinco funciones que antes estaban fuera del alcance del capital tradicional. Capta nuestra atenci¨®n. Fabrica nuestros deseos. Nos vende directamente, sin pasar por los mercados tradicionales, lo que nos ha hecho desear. Fomenta el trabajo proletario en los centros de trabajo. Y crea una ingente mano de obra gratuita (los siervos de la nube).
?A alguien le extra?a que los propietarios de este capital en la nube ¡ªllam¨¦moslos los nubelistas¡ª tengan un poder hasta ahora inimaginable para obtener una plusval¨ªa gigantesca de los proletarios, un volumen incalculable de trabajo no remunerado de casi todo el mundo y, de los capitalistas vasallos, unas rentas de la nube inconcebibles? ?C¨®mo no van a ser mucho m¨¢s poderosos de lo que pudieron ser jam¨¢s Henry Ford o Rupert Murdoch?
¡°Un momento¡±, me dir¨¢n. ¡°?En qu¨¦ se diferencia Jeff Bezos de Henry Ford? ?No son todos monopolistas?¡±. No. Amazon.com no es una empresa capitalista monopolista. En el momento en que entramos en amazon.com hemos salido del capitalismo. Es cierto que es un sitio lleno de compradores y vendedores, as¨ª que es una enorme plataforma comercial, pero no es un mercado. El due?o de todo es un hombre llamado Jeff, que es much¨ªsimo m¨¢s que un monopolista.
Jeff no posee las f¨¢bricas en las que se producen los art¨ªculos que los capitalistas tradicionales no tienen m¨¢s remedio que vender en su plataforma. Lo que s¨ª posee es el algoritmo que decide qu¨¦ productos vemos, el mismo algoritmo que nosotros hemos entrenado para que nos conozca a la perfecci¨®n y nos empareje con un vendedor ¡ªal que tambi¨¦n conoce a la perfecci¨®n¡ª de forma que cada emparejamiento tenga las m¨¢ximas probabilidades de permitirle a Jeff extraer el mayor margen posible del vendedor por cada cosa que se compra: hasta el 40% de lo que pagamos.
La mente se revuelve ante una explotaci¨®n de tal dimensi¨®n y tan radicalmente nueva. El mismo algoritmo que ayudamos a entrenar en tiempo real para que nos conozca de arriba abajo modifica nuestras preferencias y administra la selecci¨®n y la entrega de los productos que van a satisfacer esas preferencias. Si dos personas escriben ¡°bicicletas el¨¦ctricas¡± en amazon.com, obtendr¨¢n recomendaciones totalmente diferentes. Es como si, en un mercado o centro comercial tradicional, las dos personas caminasen una al lado de la otra, mirando en la misma direcci¨®n, pero viendo cosas distintas en funci¨®n de lo que el algoritmo de Jeff quiere que vea cada una.
Todos los que entramos en amazon.com navegamos en un aislamiento construido por el algoritmo, como si estuvi¨¦ramos en un pan¨®ptico en el que no podemos vernos unos a otros sino solo el algoritmo que todo lo ve o, para ser m¨¢s exactos, lo que el algoritmo nos permite ver para sacar el m¨¢ximo dividendo de la nube, la versi¨®n actual de la renta que los se?ores feudales cobraban por las tierras a sus vasallos y sus campesinos.
Esto no es capitalismo. Se?oras y se?ores, bienvenidos al tecnofeudalismo.
El capitalismo, no lo olvidemos, ten¨ªa dos pilares: los mercados y los beneficios. Por supuesto, los mercados y los beneficios siguen estando omnipresentes. Pero el capital en la nube los ha desplazado del centro de nuestro sistema socioecon¨®mico, los ha empujado hacia los m¨¢rgenes y los ha reemplazado.
Los mercados, el medio en el que se desarrolla el capitalismo, se han visto sustituidos por feudos en la nube, plataformas de comercio digital como amazon.com o Alibaba que, como hemos visto, parecen mercados, pero no lo son.
?Y los beneficios, que son el combustible del capitalismo? Pues los han sustituido sus antecesoras feudales: las rentas. En concreto, las rentas de la nube, una nueva forma de alquiler que hay que pagar por el acceso a esos feudos o plataformas digitales.
?C¨®mo surgi¨® el capital en la nube? Naci¨® a finales de los a?os noventa, cuando el internet original, que era un bien com¨²n ¡ªfuncionaba como una zona libre de capitalismo¡ª, aquel internet 1.0, por as¨ª decir, cay¨® en manos de las grandes empresas tecnol¨®gicas que estaban naciendo, que lo privatizaron.
?Qui¨¦n pag¨® los billones de d¨®lares que cost¨® fabricar y acumular el capital de la nube con tanta rapidez en manos de unos pocos nubelistas? Lo sorprendente es que fueron, sobre todo, los bancos centrales de los pa¨ªses del G-7. ?C¨®mo es posible? Pues por accidente, o, para ser m¨¢s exactos, por culpa de la crisis.
Tras el hundimiento del sector financiero en 2008, los banqueros centrales imprimieron nada menos que 35 billones de d¨®lares para rescatar a los bancos mientras nuestros gobiernos somet¨ªan al pueblo a duras medidas de austeridad. Los capitalistas fueron suficientemente astutos como para prever que la gente no iba a tener un c¨¦ntimo y no iba a poder comprar sus productos. As¨ª que, en lugar de invertir, llevaron el dinero del banco central a la Bolsa y a los mercados de bonos, donde compraron acciones, bonos y, de paso, yates, arte, bitcoins, NFT y cualquier ¡°activo¡± que pillaron.
Los ¨²nicos capitalistas que realmente invirtieron en capital fueron los due?os de las grandes tecnol¨®gicas. Por ejemplo, nueve de cada diez d¨®lares que se invirtieron en crear Facebook proced¨ªan de ese dinero de los bancos centrales. As¨ª se financi¨® el capital en la nube y as¨ª se convirtieron los nubelistas en nuestra nueva clase dirigente.
Como consecuencia, el verdadero poder hoy no lo tienen los due?os de maquinaria, edificios, ferrocarriles, compa?¨ªas telef¨®nicas o robots industriales. Estos anticuados capitalistas terrestres siguen obteniendo plusval¨ªas del trabajo asalariado, pero ya no son los que mandan. Se han convertido en vasallos de los propietarios del capital en la nube, de los nubelistas. En cuanto a los dem¨¢s, hemos vuelto a nuestra antigua condici¨®n de siervos y contribuimos a la riqueza y el poder de la nueva clase dominante con nuestro esfuerzo no remunerado, que se a?ade al trabajo asalariado que hacemos cuando tenemos la posibilidad.
?Todav¨ªa no est¨¢n convencidos? Ya, es dif¨ªcil dejar atr¨¢s la palabra capitalismo. Los liberales no son los ¨²nicos para los que es como el agua para los peces. Los socialistas tambi¨¦n necesitamos sentir que nuestro prop¨®sito en la vida es derrocar al capitalismo. Resulta dif¨ªcil aceptar que el capital se nos ha adelantado y lo ha sustituido por algo peor. De hecho, mis amigos de izquierdas son los que m¨¢s intentan disuadirme y convencerme de que s¨ª, puede que el capital en la nube sea importante, pero ¡°esto sigue siendo capitalismo, colega¡±.
Amazon est¨¢ lleno de compradores y vendedores, pero no es un mercado, el due?o de todo es Jeff Bezos
Llam¨¦moslo capitalismo rentista o capitalismo monopolista, me sugieren. Pero no es suficiente. El alquiler de la nube no es como el alquiler del suelo, porque exige una enorme inversi¨®n en nuevas tecnolog¨ªas. Y tampoco son rentas procedentes de un monopolio, porque Bezos y Zuckerberg no monopolizan mercados para vender lo que fabrican (como hac¨ªan Ford y Edison), sino que han sustituido a los mercados y no est¨¢n interesados en fabricar nada (a diferencia de Ford y Edison).
?Qu¨¦ tal capitalismo de vigilancia? Tampoco. Los nubelistas no se limitan a utilizar algoritmos para lavarnos el cerebro en nombre de los anunciantes en un entorno capitalista. No, el capital en la nube se reproduce gracias a nuestro trabajo gratuito, explota directamente el trabajo asalariado y exprime las rentas de la nube de los capitalistas vasallos en plataformas comerciales que no son mercados. Esto no es capitalismo, se?ores.
?Pero qu¨¦ pasa con la afirmaci¨®n de que el tecnofeudalismo es parasitario del sector capitalista integrado en ¨¦l? Es verdad. Si los capitalistas convencionales se extinguieran, los nubelistas desaparecer¨ªan, incapaces de cobrar rentas de la nube a los fabricantes. ?Y qu¨¦? Cuando el capitalismo acab¨® con el feudalismo, los capitalistas pasaron a ser par¨¢sitos de los terratenientes, en el sentido de que, sin tierras privadas que produjeran alimentos, el capitalismo habr¨ªa desaparecido. Ahora, el sector capitalista tradicional tambi¨¦n alimenta el tecnofeudalismo, pero los que dominan son el capital y las rentas de la nube.
El concepto de tecnofeudalismo demuestra que el hecho de que los trabajadores del autom¨®vil y los enfermeros se organicen, aunque sigue siendo esencial, es insuficiente. Aclara lo que va a costar movilizarse contra el c¨¢rtel de los combustibles f¨®siles cuando nuestros medios de comunicaci¨®n funcionan gracias a un capital en la nube preparado para envenenar a la opini¨®n p¨²blica. Explica por qu¨¦ el paso a los coches el¨¦ctricos ha provocado la desindustrializaci¨®n de Alemania, a medida que los beneficios de la ingenier¨ªa mec¨¢nica de precisi¨®n se sustituyen por los dividendos que obtienen los propietarios del capital en la nube dedicados a observar las rutas y los h¨¢bitos de los conductores. De repente tiene mucho m¨¢s sentido la decisi¨®n de Elon Musk de comprar Twitter, como interfaz entre sus acciones de capital mec¨¢nico en Tesla y SpaceX y el capital en la nube. La nueva guerra fr¨ªa entre Estados Unidos y China, especialmente desde que empez¨® la guerra de Ucrania, se explica como la repercusi¨®n de un enfrentamiento de fondo entre dos tecnofeudalismos con rentas de la nube, uno en d¨®lares y el otro en yuanes.
?No es alucinante? Todos esos avances cient¨ªficos incre¨ªbles, esas fant¨¢sticas redes neuronales y esos programas de inteligencia artificial inimaginables, ?para conseguir qu¨¦? Para crear un mundo en el que, mientras la privatizaci¨®n y el capital de riesgo vac¨ªan nuestro entorno de toda la riqueza f¨ªsica, el capital en la nube se dedica a vaciar nuestros cerebros. Para que podamos ser due?os individuales de nuestra mente, debemos ser due?os colectivos del capital en la nube. Cuando hayamos recuperado nuestra mente, podremos trabajar todos unidos para encontrar la manera de crear un nuevo capital com¨²n en la nube. Ser¨¢ rematadamente dif¨ªcil, pero es la ¨²nica forma de conseguir que nuestros artefactos basados en la nube dejen de ser un medio fabricado para modificar el comportamiento y se conviertan en un medio para la colaboraci¨®n y la emancipaci¨®n humanas.
Siervos de las nubes, proletarios de las nubes y vasallos de las nubes del mundo, ?un¨ªos! No tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas mentales.
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