80 muertos al a?o. En los dos a?os siguientes, con Ros¨®n en Castellana, 5, el promedio descendi¨® a menos de la mitad: 30 v¨ªctimas mortales en 1981 y 40 en 1982.Ros¨®n lleg¨® al ministerio con unas credenciales contradictorias. Antiguo secretario general del SEU, presidente luego del Sindicato Nacional del Espect¨¢culo, en 1974 fue nombrado director general de Radiodifusi¨®n y Televisi¨®n Espa?ola, fracasando -por efecto de las propias limitaciones del proyecto Arias- en su intento de apertura informativa. Nombrado gobernador civil de Madrid en agosto de 1976, con Su¨¢rez ya en la Moncloa, hubo de enfrentarse a algunas de las situaciones m¨¢s conflictivas de la transici¨®n, combinando casi a partes iguales mano dura y capacidad de di¨¢logo en sus relaciones con la oposici¨®n. Vista retrospectivamente, el principal m¨¦rito de su gesti¨®n en el cargo fue seguramente su capacidad para disciplinar a las fuerzas de seguridad a sus ¨®rdenes, incluyendo las unidades encargadas de investigar y perseguir a las bandas ultraderechistas que hasta entonces campaban por sus fueros en la capital.
Como ministro del Interior, supo poner orden en el departamento, utilizando su autoridad para recortar la tendencia a la autonomizaci¨®n de los cuerpos policiales, y, sobre todo, tuvo la audacia necesaria para impulsar, con notable ¨¦xito, la v¨ªa de la reinserci¨®n social de los terroristas dispuestos a dejar las armas, cuyo fruto m¨¢s visible ser¨ªa la disoluci¨®n de ETApm. Ros¨®n, a quien incluso sus adversarios reconocieron siempre una gran capacidad para escuchar los argumentos de los dem¨¢s, encontr¨® razonables los expuestos por Mario Onaind¨ªa en una entrevista cuya mera celebraci¨®n ilustra el valor moral de ambos interlocutores, y acept¨® los riesgos de la l¨ªnea emprendida. Con inteligencia y prudencia, logr¨® comprometer en la misma a altas e influyentes instituciones del Estado, garantizando as¨ª su ¨¦xito y dejando abierto el camino para iniciativas posteriores.
En el momento de su desaparici¨®n, v¨ªctima de una enfermedad cuyo car¨¢cter irreversible conoc¨ªa desde 1982, esa mezcla de audacia y prudencia que presidi¨® su gesti¨®n como m¨ªnistro, y que hizo que se le reconociera desde ¨¢mbitos muy diversos como el mejor titular de Interior de la transici¨®n, se impone sobre cualquier otra consideraci¨®n. Juan Jos¨¦ Ros¨®n merece hoy el reconocimiento p¨²blico de la sociedad espa?ola por su profunda honestidad personal y su probada eficacia pol¨ªtica. Por parad¨®jico que pudiera resultar, una de las mejores im¨¢genes p¨²blicas se ha logrado en Espa?a desde uno de los ministerios m¨¢s duros, desagradecidos y desgastantes como es en todo el mundo occidental el del Interior.