Vilnius, Sal¨®nica y otras ciudades europeas para una escapada alternativa
M¨¢s all¨¢ de los grandes polos tur¨ªsticos del Viejo Continente, proponemos un dec¨¢logo de joyas urbanas que merece la pena visitar al menos una vez en la vida
En Europa, hay ciudades que conocemos a la perfecci¨®n, aunque no hayamos estado nunca en ellas (Par¨ªs, Roma, Londres, ?msterdam¡), pero solo hay que echar un vistazo al mapa para fijarnos en otras muchas ciudades de las que apenas sabemos nada (o casi) y que no suelen estar en el ¡°radar¡± viajero. Incluso, puede que nos resulte dif¨ªcil ubicarlas. Y junto a estas discretas secundarias, tambi¨¦n encontramos otras que son viejas conocidas, pero que se han reinventado o evolucionado tanto que bien merecen otra visita.
Estas son 10 joyas urbanas, ciudades menos conocidas, secundarias, que son apuesta segura para descubrimientos especiales y escapadas alternativas.
U?upis, la rep¨²blica de los artistas de Vilnius
La autoproclamada ¡°rep¨²blica de U?upis¡± es el barrio bohemio de Vilnius por el que sopla una fresca brisa de libertad y la atm¨®sfera m¨¢s distendida de la capital lituana. Los que vayan por primera vez a la ciudad est¨¢n obligados a visitar su casco viejo y la torre de Gediminas, los mercados e iglesias¡ pero, al otro lado del r¨ªo, cruzando el puentecillo U?upio Tiltas, se llega a la tierra prometida de una rep¨²blica libre. Este peque?o barrio fue, durante siglos, predominante?mente jud¨ªo. Tras la expulsi¨®n y el exterminio de la poblaci¨®n local, amplias partes del que fue un animado barrio fueron deterior¨¢ndose, hasta que los artistas redescubrieron este entorno a comienzos de los noventa, cuando Lituania recobr¨® su independencia. La consecuencia es que 1.000 de los 7.000 vecinos del actual U?upis son artistas y han creado una comunidad muy creativa. Y, as¨ª, ya en 1997 surgi¨® la idea de proclamar una ¡°rep¨²blica libre al otro lado del r¨ªo¡±, que es lo que, traducido libremente, significa U?upis.
Pegado al puente hay tan solo una bonita se?al que indica que entramos en este territorio. Siguiendo unos pocos cientos de metros entendemos perfectamente en qu¨¦ consiste el encanto de este barrio: las incre¨ªbles vistas del r¨ªo desde el mirador Vilnius in Love, la taberna Devink?, un estudio de tatuajes, una especier¨ªa, una galer¨ªa de arte, el monumento al ?ngel, una pizzer¨ªa, una librer¨ªa de viejo¡ Hay, por ¨²ltimo, un amplio muro donde est¨¢ escrita la Consti?tuci¨®n de esta rep¨²blica, que hasta el momento ha sido traducida con gran esmero a 42 idiomas y que incluye art¨ªculos como: ¡°Todo individuo tiene derecho a equivocarse¡±, ¡°Todo el mundo tiene derecho a ser ¨²nico¡± o ¡°Un perro tiene derecho a ser perro. Todo ser humano tiene derecho a cuidar de su perro hasta que uno de los dos muera¡±.
Más información en la nueva guía Las mejores escapadas por Europa de Lonely Planet y en lonelyplanet.es.
Las pocas calles y callejas de U?upis se pueden recorrer en poco tiempo, pero est¨¢n llenas de mil detalles que descubrir: patios traseros con todo g¨¦nero de cachivaches, pero tambi¨¦n bonitos grafitis o esculturas a medio terminar; restaurantes internacionales (comida india, tailandesa, marroqu¨ª con un cusc¨²s vegetariano que es un poema, italiana, japonesa y, bueno, tambi¨¦n lituana); pubs alternativos y agradables caf¨¦s de lo m¨¢s ¨ªntimos y encantadores.. Y, obviamente, un sinf¨ªn de galer¨ªas de arte. Merece una inspecci¨®n m¨¢s detenida, por ejemplo, U?upio Meno Inkubatorius, una ¡°incubado?ra de arte¡± en un gran patio interior junto al r¨ªo en el que se coordinan actividades art¨ªsticas y hay talleres.
El arte urbano no solo tiene un gran protagonismo en las fronteras de U?upis: famosos grafiteros de todo el mundo visitan esta ciudad y se los invita a inmortalizar su paso con la correspondiente obra, como los hermanos brasile?os Os G¨ºmeos con su inconfundible mural de Pylimo Gatv? 60-62, junto al gran mercado Hal?s Turgus ¡ªeste ¨²ltimo ya vale una visita por s¨ª solo¡ª, y, casi al lado, ese m¨ªtico mural de Putin y Trump bes¨¢ndose.
U?upis est¨¢ ahora en peligro de gentrificaci¨®n, pero por el momento se puede disfrutar de unas calles donde lo que cuenta son las ideas y la imaginaci¨®n.
Y sin dejar Vilnius, hay dos visitas que merecen la pena especialmente. Primero, el casco viejo, uno de los mayores conjuntos hist¨®ricos que se conservan en Europa y que es una mezcla de estilos medieval, g¨®tico, renacentista, barroco y neocl¨¢sico. Y, en segundo lugar, una experiencia m¨¢s intensa y que deja huella: la c¨¢rcel de Lukiskes, una instituci¨®n que no se cerr¨® hasta 2019. Fue c¨¢rcel de jud¨ªos durante la ocupaci¨®n nazi y, en la ¨¦poca sovi¨¦tica, de reclusi¨®n de presos pol¨ªticos. Hoy el lugar se conoce como ¡°C¨¢rcel de Luki?k?s 2.0¡å y se ha conver?tido, como tan a menudo en la capital lituana, en un lugar de cultura, con conciertos, instala?ciones y otros proyectos. Pero tambi¨¦n se puede hacer la visita guiada de la prisi¨®n para comprender el d¨ªa a d¨ªa de la vida carcelaria. Algo muy especial y conmovedor.
Tallin, la desconocida capital del B¨¢ltico
La mejor imagen de la capital de Estonia, sobre el B¨¢ltico, es la de su cielo azul sobre un agua reluciente y una playa. Porque hay playa, a solo seis kil¨®metros del casco viejo de Tallin. El otro espacio de recreo de la ciudad es el gran parque Pirita Terviserada, por el que serpentea elegantemente el r¨ªo Pirita que le da nombre. Y entre la playa y la zona verde, est¨¢n las ruinas del antiguo convento de Santa Br¨ªgida.
Pero el centro de todo en Tallin es el gran puerto, donde se alzan los aut¨¦nticos colosos del B¨¢ltico: desde cargueros y cruceros hasta ferris. Es un punto de partida tambi¨¦n para cruzar a San Petersburgo. Muestra del nuevo dinamismo estonio est¨¢n los centros culturales de la ciudad, como el Kultuurikatel, habilitado con un estilo industrial chic en la antigua sala de calderas de una central el¨¦ctrica. Aqu¨ª hay fiestas, conciertos, exposiciones¡
La ciudad tambi¨¦n tiene el encanto de lo peque?o y accesible: todo est¨¢ cerqu¨ªsima, el casco viejo hist¨®rico y los miradores de la ciudad alta, el barrio de Kalamaja (de visita obligada), el modern¨ªsimo mercado Balti Jaama Turg, con sus buenas panader¨ªas y caf¨¦s y toda clase de productos agr¨ªcolas. Por no hablar de las galer¨ªas, de los bares, de los sofisticados grafitis o de un viejo vag¨®n jubilado que hace de restaurante.
El casco viejo, con su plaza mayor, sus callejas, sus traves¨ªas y un conjunto medieval de casas y comercios de tonos pasteles, est¨¢ delimitado por una muralla del siglo XIII a la que es muy recomendable subir en el tramo entre las torres de Nunne, Sauna y Kuldjala. Se conservan casi la mitad de los 1,85 kil¨®m¨¦tros de aquella fortificaci¨®n perimetral. A algunas de las torres defensivas de la muralla se puede acceder. As¨ª es posible asomarse a este legendario centro hist¨®rico desde otra perspectiva. Especialmente fascinante resulta el museo: Kiek in de K?k (¡°Mira en la cocina¡±). Al museo pertenecen la torre ca?onera hom¨®nima (de 1475), los misteriosos pasadizos subterr¨¢neos que albergan exposiciones de historia de la ciudad y otras tres torres.
Pero el summum muse¨ªstico de la capital estonia est¨¢ en el Lennusadam (hidroaeropueto): estas dependencias del Museo Naval estonio se transformaron en 2012 en un espacio fascinante que merece la pena por su imponente arquitectura, sus dimensiones, su iluminaci¨®n azulada y sus sones mar¨ªtimos. Adem¨¢s, aqu¨ª est¨¢ suspendido, cubriendo casi toda la longitud del habit¨¢culo, el enorme submarino Lembit, de 1937, al que naturalmente se puede acceder. Esta es, sin duda, la guinda del conjunto, pero hay muchos m¨¢s objetos interesantes, as¨ª como materiales interactivos y todo tipo de actividades sobre la navegaci¨®n, los mares y la guerra naval. Junto al edificio hay incluso un rompehielos, el Suur T?ll, que tambi¨¦n se puede visitar y es muy recomendable.
Glasgow: ecos del viejo Imperio
Durante d¨¦cadas, a nadie se le ocurr¨ªa ir de turismo a Glasgow, una ciudad portuaria y anodina al oeste de Escocia. Pero resulta que es de esos destinos a los que hay que dar una oportunidad.
La Glasgow del siglo XXI tiene claramente dos caras: la que se recupera como puede de su pasado industrial, con aberraciones arquitect¨®nicas de la posguerra, y la que reclama el brillo de la ¨¦poca victoriana, y ha renovado con enormes esfuerzos los tesoros arquitect¨®nicos de la ¨¦poca de apogeo del imperio, en una admirable fusi¨®n de tradici¨®n y modernidad. No hay que olvidar que fue la segunda metr¨®polis m¨¢s importante del imperio brit¨¢nico y los ecos de aquellos tiempos todav¨ªa siguen impresionando en forma de edificios majestuosos, calles victorianas y joyas del modernismo.
George Square, la plaza principal del centro, es el punto de partida perfecto para zambullirse en el Glasgow imperial. All¨ª se alza el imponente Ayuntamiento ¡ªlas City Chambers¡ª, con un interior que impresiona con sus elegantes escaleras de m¨¢rmol y un lujoso sal¨®n de banquetes que recuerdan el poder¨ªo de aquellos industriales con vocaci¨®n mar¨ªtima. A finales del siglo XVIII, los comerciantes ya hab¨ªan convertido la ciudad en el puerto brit¨¢nico m¨¢s importante despu¨¦s de Londres, centrando su comercio en el tabaco, el az¨²car y la lana. Fueron ellos los que levantaron la llamada Merchant City, donde mercados y edificios de comercio se han reconvertido hoy en teatros, museos y centros gastron¨®micos en un verdadero alarde urban¨ªstico. El barrio derrocha encanto en torno a la Gallery of Modern Art, casi con aspecto de templo, o en Merchant Square.
En Buchanan St., una c¨¦ntrica zona peatonal del extremo occidental de Merchant City, se asoman las dos caras del Glasgow actual: por una parte, la ciudad es hoy la mayor ciudad de Escocia para ir de compras; por otra, es epicentro de la m¨²sica callejera. Lo normal es encontrar actuando a m¨²sicos y grupos muy solventes; de hecho, Glasgow fue declarada Ciudad de la M¨²sica por la Unesco. De aqu¨ª salieron grupos como Simple Minds o Franz Ferdinand, y tambi¨¦n Amy Macdonald.
Para tomar el inevitable t¨¦ brit¨¢nico, ning¨²n sitio como Mackintosh at the Willow, la teter¨ªa con m¨¢s estilo del imperio, completamente rehabilitada en 2018. Es una obra de arte, concebida por Charles Rennie Mackintosh y su esposa Margaret Macdonald como un contraproyecto tardovictoriano y modernista frente al mundo de los pubs cargados de humo. Tambi¨¦n es obra del dise?ador y arquitecto Mackintosh otro hito modernista de la ciudad: la maravillosa Glasgow School of Art.
Entre los museos hay algunos extraordinarios, como el Kelvingrove Art Gallery and Museum, al final de Sauchiehall St, en el West End, la joya absoluta de la arquitectura imperial. Construido en el tr¨¢nsito al siglo XX, este museo municipal resulta una mezcla de palacio espa?ol e italiano en el que se exhiben obras de maestros internacionales ¡ªVan Gogh, Monet, Gauguin, Renoir, Picasso, Matisse...¡ª, pero tambi¨¦n momias egipcias, piezas modernistas y hasta un avi¨®n que cuelga del techo. Tambi¨¦n es visita obligada la Colecci¨®n Burrell, al sur de la ciudad, un fant¨¢stico museo fruto de la ilimitada pasi¨®n coleccionista de un armador, Sir William Burrell, que dej¨® para la posteridad una colecci¨®n de arte ¨²nica y se la leg¨® a la ciudad de Glasgow con la ¨²nica condici¨®n de que se construyera un museo fuera de las zonas industriales. El resultado fue que en 1983 se inaugur¨®, en el majestuoso Pollok Country Park, este museo municipal, que se ampli¨® en 2022.
Y paseando por el r¨ªo Clyde, que en su d¨ªa fue una importante arteria del comercio mar¨ªtimo mundial, ya no encontramos ning¨²n vestigio de aquella ¨¦poca. Parte de las zonas portuarias fueron desecadas y rellenadas, volviendo a construirse sobre ellas, y han surgido atracciones nuevas como el Riverside Museum, proyecto de la arquitecta estrella Zaha Hadid, que adapt¨® el Museo del Transporte de Glasgow al siglo XXI. The Tall Ship Glenlee, amarrado como buque museo, ofrece un viaje a la ¨¦poca gloriosa de los grandes veleros. A todo ello se suma que desde 2017 vuelve a destilarse whisky legalmente junto al Clyde: en el antiguo edificio de bombeo de una esclusa se instal¨® la Clydeside Distillery, que produce ¡°agua de vida¡± junto al r¨ªo m¨¢s famoso de Escocia. Y a todo esto hay que a?adir salas de conciertos, un recinto ferial y, en la otra orilla, el Science Centre para familias con ni?os ¨¢vidos de aprender.
Burdeos, la ciudad que huele a vino
No es dif¨ªcil enamorarse de Burdeos, una metr¨®polis vitivin¨ªcola a la que muchos van de paso y pocos escogen como un destino de escapada. Pero lo tiene todo. Solo hay que pasearse por el cauce del Garona, por el barrio de Chartrons, tomar una copa de vino en alguno de sus bares e intentar llevarse una buena botella como recuerdo en alguno de los escaparates de los vinicultores de la regi¨®n.
El mejor sitio para disfrutarlo y empaparse de su encanto es junto al Garona. Al atardecer, el paseo a sus orillas se convierte en la zona de p¨ªcnic m¨¢s concurrida de la ciudad francesa. Y luego, cuando cae la noche y se encienden las luces, todo tiene a¨²n m¨¢s encanto, sobre todo en las noches de verano: los ciclistas y patinadores no dejan de pasar y los ni?os se divierten con la atracci¨®n acu¨¢tica del Miroir d¡¯Eau, en la Place de la Bourse, cuya iluminaci¨®n impresiona.
Aunque estemos a unos 50 kil¨®metros del mar, Burdeos fue durante siglos una ciudad portuaria. Hoy en sus muelles solo atracan cruceros: el sexto puerto m¨¢s grande de Francia se traslad¨® m¨¢s hacia el mar y la ciudad recuper¨® su acceso al r¨ªo. El antiguo puerto industrial se ha convertido en su tarjeta de visita; cuesta imaginar que lo que hoy es una ribera de entre 40 y 100 metros de ancho antes lo ocupara una enorme carretera de cinco carriles en cada sentido.
Uno de los lugares para entender la ciudad est¨¢ en la Cit¨¦ du Vin. Gracias a una espectacular escenograf¨ªa, este recorrido interactivo permite a cualquier persona asomarse al mundo del vino. En grandes pantallas susurran al viento, por ejemplo, vi?edos de todos los continentes, creando una verde sinfon¨ªa. Una cocinera, un periodista, un historiador y m¨¢s personas hablan (virtualmente) sobre el vino, cuyos aromas es posible percibir. En botellas tan altas como la propia sala se exhiben retratos de las grandes familias: blanco y tinto, rosado y espumoso. Arriba, hay un bar donde degustar distintos vinos de la regi¨®n y admirar las vistas de la ciudad, y en la planta baja hay una impresionante vinoteca redonda con botellas de todo el mundo.
Ya de vuelta a la ciudad, caminamos por el hist¨®rico barrio de Chartrons, que parece una ciudad peque?a dentro de la ciudad, creada por las adineradas familias vinateras que anta?o dominaban Burdeos. Como no solo vend¨ªan los vinos, sino que tambi¨¦n prensaban la uva y la dejaban fermentar en las barricas, sus viviendas contaban con alargados lagares ¡ªlos chais¡ª y bodegas para guardar las barricas de roble. Cuando, a partir de la d¨¦cada de 1950, cada vez m¨¢s vinateros pasaron a embotellar ellos mismos sus vinos y el transporte por carretera desbanc¨® al acu¨¢tico, los chais fueron qued¨¢ndose vac¨ªos y los vinicultores abandonaron el barrio. El Mus¨¦e du Vin et du N¨¦goce muestra c¨®mo eran aquellas t¨ªpicas casas vinateras, en un edificio que data de 1720 de Rue Borie.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, Chartrons se ha convertido en el barrio de moda. Las casas se fueron restaurando y hoy vuelven a relucir con luminosas y pulcras fachadas. En la Place du March¨¦ des Chartrons (el mercado se construy¨® en el siglo XIX) hay un ambiente como de pueblecito y, a la vez, abierto al mundo; entre puestos vintage y tiendas de antig¨¹edades hay tambi¨¦n ¡ªtodo muy bobo (bohemios-burgueses)¡ª cada vez m¨¢s galer¨ªas de arte, peque?as boutiques, atildadas tiendas de delicatessen y simp¨¢ticos neobistr¨®s y bares de vinos.
Burdeos es una ciudad de plazas, y se puede ir de una a otra por el barrio de Saint-Pierre, en el casco viejo. En cada esquina hay restaurantes y bares de vinos con terraza. En la Place du Palais quedan restos de la antigua muralla.
A¨²n nos queda por probar algunas de las exquisiteces de la ciudad: los pinchos y las ostras. En el March¨¦ des Capucins se puede explorar el aut¨¦ntico Burdeos, sobre todo los s¨¢bados, con un gran ambiente en torno a los 80 puestos en los que se ofrecen productos de la regi¨®n de agricultores locales.
Como ejemplo de los nuevos espacios culturales est¨¢ el coloso de hormig¨®n en el antiguo barrio portuario de Bacalan: all¨ª, un b¨²nker para submarinos construido en la Segunda Guerra Mundial por los alemanes se ha convertido en un imponente marco para conciertos y funciones teatrales de danza, as¨ª como para las incre¨ªbles instalaciones luminosas de Bassins des Lumi¨¨res.
La ciudad verde del Mosa: R¨®terdam
R¨®terdam es una de esas ciudades secundarias que resultan toda una sorpresa. La segunda ciudad m¨¢s grande de los Pa¨ªses Bajos se considera, por su gran cantidad de proyectos arquitect¨®nicos innovadores, la ¡°Manhattan del Mosa¡±. Pero aqu¨ª no solo se construye, tambi¨¦n se piensa en el medioambiente¡ El traslado del puerto cada vez m¨¢s hacia el Mar del Norte, y las consiguientes superficies despejadas, fueron el pistoletazo de salida para la construcci¨®n de la R¨®terdam m¨¢s moderna. A la ciudad se entra por el elegante puente de Erasmo, que da acceso a un c¨²mulo de colosales experimentos arquitect¨®nicos: el Maastoren, cuya piel de aluminio va cambiando de color seg¨²n el sol; el Toren op Zuid, de Renzo Piano, deliberadamente inclinado y con unos juegos de luces en transformaci¨®n constante; el complejo De Rotterdam, de Rem Koolhaas, que parece hecho con bloques de juguete; y el edificio New Orleans, de ?lvaro Siza, el bloque de viviendas m¨¢s alto del pa¨ªs (160 metros). Al otro lado del angosto Rijnhavenbrug est¨¢ la Fenix Food Factory, desde la que se tiene una vista de conjunto.
Uno de los iconos m¨¢s reconocibles de la ciudad son las Kubuswoningen (casas cubo), 38 casitas de color amarillo chill¨®n que son cubos girados 45¡ã y apoyados sobre su v¨¦rtice, cada uno sobre una caja de escaleras hexagonal. La idea del arquitecto Piet Blom era que estos dados volteados fuesen copas de ¨¢rboles; las cajas de escaleras, troncos; y el conjunto, un bosque. Merece la pena entrar en la vivienda piloto, el Kijk-Kubus: en tres plantas, no hay una sola pared vertical. Es un espacio estrecho en el que todo est¨¢ pensado al detalle. Cerca est¨¢ la biblioteca central ¡ªque, con sus tubos de abastecimiento vistos de color amarillo, recuerda a Blade Runner¡ª y el Potlood, el ¡°l¨¢piz¡±, como llaman los vecinos a esta torre hexagonal de puntiaguda cubierta.
Mucho m¨¢s reciente es el mercado, otro hito de la ciudad: una especie de queso psicod¨¦lico cortado transversalmente: 120 metros de largo, 40 de ancho, otros tantos de alto y 11 plantas. Esta gigantesca herradura combina viviendas con un mercado, cosa ¨²nica en el mundo. Abajo hay un centenar de puestos con magn¨ªfica comida callejera; arriba, 228 viviendas, adem¨¢s de 24 ¨¢ticos. El ambiente del mercado es de lo m¨¢s animado: los artistas Arno Coenen e Iris Roskam derramaron toda su creatividad en la b¨®veda interior, con descomunales flores, espigas, frutas, verduras¡ y un par de colosales insectos.
En Little C., los 15 edificios de ladrillo de Coolhaven recuerdan a Nueva York, con los grandes marcos negros de las ventanas y los llamativos balcones y escaleras de acero. Este ¡°pueblo en la ciudad¡± consta de lofts y apartamentos, oficinas y talleres, un aparcamiento y oferta gastron¨®mica. Tambi¨¦n tiene m¨²ltiples zonas verdes, azoteas ajardinadas comunitarias, varias plazas y el nuevo Coolhaven Park. En resumen: vivir en la ciudad, pero en plan verde.
Apenas un kil¨®metro m¨¢s all¨¢, el enfoque verde contin¨²a con el espectacular Boijmans Van Beuningen, en el Museumpark: se trata del primer dep¨®sito de arte del mundo que se abre al p¨²blico. El verde est¨¢ realmente en el jard¨ªn de la azotea y, adem¨¢s, el dise?o de este dep¨®sito es totalmente ecol¨®gico, con un sistema de climatizaci¨®n pensad¨ªsimo, paneles solares, dep¨®sitos de aguas pluviales...
El car¨¢cter alternativo y vanguardista de R¨®terdam se ve tambi¨¦n en otros detalles, por ejemplo, en el Luchtsingel, un puente de casi 400 metros que pudo construirse gracias al crowdfunding. Se trata de una de las primeras infraestructuras del mundo financiadas as¨ª. Tambi¨¦n se trata del inicio de algo mucho mayor: el Hofbogenpark, un parque de dos kil¨®metros que, ubicado en un viaducto cortado al tr¨¢fico, ha empezado a habilitarse en 2023. Paseamos a ocho metros de altura por el Luchtsingel y disfrutamos de las vistas de la ciudad y el puerto. Nos queda todav¨ªa una parada y subimos con el ascensor a Teds Rotterdam-Op het Dak, que forma parte del proyecto del Luchtsingel. En el jard¨ªn de la azotea hay mil metros cuadrados de terreno dedicados a la agricultura urbana, lo que hace del DakAkker la mayor azotea agr¨ªcola de Europa. Y lo que aqu¨ª se cosecha, se sirve en Teds.
Otro rinc¨®n id¨ªlico, para compensar tanta arquitectura vanguardista, est¨¢ probablemente en torno a los canales Achterhaven y Aelbrechtskolk/Voorhaven, un escenario incomparable para pel¨ªculas de ¨¦poca. En los muelles est¨¢n amarrados viejos veleros y barcos-vivienda; se pasa de una orilla a otra por viejos puentes holandeses, y las restauradas casas de comerciantes, con hastiales primorosamente decorados, alternan con antiguos almacenes. El cl¨ªmax se encuentra en la vieja casita del vigilante del puente, en Voorstraat. A la vuelta de la esquina, la iglesia Pelgrimvaderskerk recuerda que aqu¨ª se reunieron en 1620 los ¡°padres peregrinos¡± antes de zarpar para Southampton y, desde all¨ª, pasar a Am¨¦rica en el Mayflower.
Belfast renacida para el turismo
Por donde hace unos a?os circulaban veh¨ªculos blindados hoy hay turistas. La capital de Irlanda del Norte se merece una oportunidad, porque ha cambiado claramente para mejor. Aunque los vestigios del conflicto siguen ah¨ª, y verlos es parte del recorrido. Se puede llegar f¨¢cilmente caminando desde el centro de Belfast; basta seguir Castle St hacia el oeste. En 1982, aqu¨ª hab¨ªa un muro. Tras cruzar la autopista aparece la Divis Tower, hito urban¨ªstico de 1966. En las dos plantas superiores se aloj¨®, durante 30 a?os, el Ej¨¦rcito brit¨¢nico; era un punto de observaci¨®n ideal. El problema era que en las 18 plantas inferiores viv¨ªan personas de tendencias m¨¢s bien republicanas, por lo que los militares enseguida tuvieron que recurrir a helic¨®pteros para los relevos y el aprovisionamiento. Los Divis Flats circundantes, que parec¨ªan salidos de Europa del Este, fueron demolidos en 1994. Aqu¨ª empieza Falls Road, con su intenso tr¨¢fico. Los edificios p¨²blicos tienen un toque como de fortaleza; ¨²nicamente escapan a tal monoton¨ªa las torres gemelas de St Peter¡¯s, catedral cat¨®lica llena de color en su interior. Y, por supuesto, Garden of Remembrance, santuario de la resistencia republicana. La interpretaci¨®n mitificadora del pasado no deja de evidenciarse en los numerosos murales, especialmente en los retratos de presos del IRA y el INLA que en 1981 se suicidaron en una huelga de hambre. Se cuida la leyenda de los m¨¢rtires y se evita el an¨¢lisis. Desde el front¨®n de la sede del Sinn F¨¦in (en el 521 de Falls Road) sonr¨ªe una imagen enorme del primer muerto de la huelga, Bobby Sands.
En direcci¨®n al centro de la ciudad uno tambi¨¦n va volviendo la espalda al pasado y sumergi¨¦ndose en la Belfast de hoy, que es de cu?o m¨¢s bien multicultural.
Dos lugares que no pueden faltar en la visita tur¨ªstica: el suntuos¨ªsimo Ayuntamiento victoriano, todo un despliegue de orgullo burgu¨¦s con sus cuatro torres y su gigantesca c¨²pula. Hoy se puede acceder al edificio y admirar el imponente vest¨ªbulo, revestido de lujoso m¨¢rmol y con coloridas vidrieras. Tambi¨¦n hay visitas guiadas gratuitas varias veces al d¨ªa; as¨ª se accede al sal¨®n de banquetes, de 50 metros de largo. M¨¢s modesto, pero tambi¨¦n estupendo, es comer en The Bobbin Coffee Shop, que est¨¢ en el propio edificio y abre de lunes a viernes. Los jardines que rodean el complejo albergan numerosas estatuas y monumentos (en memoria de figuras que van de h¨¦roes del Imperio brit¨¢nico a las v¨ªctimas del Titanic).
El segundo lugar donde recalar es el Ulster Museum, en Botanic Ave, el museo nacional de Irlanda del Norte, con una variad¨ªsima colecci¨®n de tesoros art¨ªsticos y culturales. Las exposiciones sobre la historia del Ulster en la Antig¨¹edad y en la Edad Media se completan con una aproximaci¨®n al sensible tema de la ¨¦poca de los troubles. Pero el foco no est¨¢ solo en el conflicto, sino tambi¨¦n en el contexto hist¨®rico, pues en esa ¨¦poca se produjeron tanto el fen¨®meno punki como la primera manifestaci¨®n por el orgullo gay. Una oferta riqu¨ªsima: desde tesoros de la Armada Invencible Espa?ola (1588) hasta exposiciones temporales de arte contempor¨¢neo.
Aunque la atracci¨®n tur¨ªstica m¨¢s llamativa de la actual Belfast es la de Titanic: una gr¨¢fica exposici¨®n, mediante elaborad¨ªsimas instalaciones y todo g¨¦nero de recursos multimedia, de la historia del m¨ªtico trasatl¨¢ntico desde su puesta de quilla hasta la cat¨¢strofe en el Atl¨¢ntico Norte. Est¨¢ en medio de la zona portuaria, hoy casi sin servicio como tal, pero renacida como el Titanic Quarter.
Sal¨®nica, destino griego para ¡®gourmets¡¯
Esta metr¨®polis suele pasarse por alto, a pesar de que Sal¨®nica es la segunda ciudad m¨¢s grande de Grecia y, adem¨¢s, la capital culinaria del pa¨ªs. Los turistas pasan por ella para seguir hacia Calc¨ªdica o saltar a las islas, pero casi nadie se la plantea como una escapada por s¨ª misma. Pero Sal¨®nica tiene 15 monumentos incluidos en la lista del patrimonio mundial de la Unesco. La mayor¨ªa son iglesias o monasterios paleocristianos, pero tambi¨¦n hay edificios romanos y otomanos que son una magn¨ªfica clave para conocer la historia de la ciudad. Es perfecta para caminar: todo lo importante queda a mano entre el puerto y la ciudad alta. Un buen punto de partida es el emblema de la ciudad, la Torre Blanca, en el conf¨ªn oriental del casco viejo (junto al paseo mar¨ªtimo), que formaba parte de las fortificaciones y contaba con su propia muralla, demolida en 1917. Este imponente cilindro de 22 metros de di¨¢metro es un concurrido punto de encuentro vespertino y, adem¨¢s, alberga una exposici¨®n sobre la historia bizantina de la urbe.
La zona baja del casco viejo se reconstruy¨® tras el gran incendio de 1917 conforme a una estricta geometr¨ªa; es una especie de Tetris cuyas piezas caen hacia el mar, y cuyo constante staccato de calles paralelas y perpendiculares resulta mon¨®tono solo a primera vista. No se tarda mucho en ver otra ciudad, articulada en manzanas llenas de tiendas, bares y puntos de encuentro, salpicado todo de perlas arquitect¨®nicas y monumentos bien repartidos. Romanos, bizantinos, otomanos, cristianos, musulmanes y jud¨ªos: todos dejaron aqu¨ª su huella. La historia de esta antigua ciudad portuaria es variada y extensa, pero adem¨¢s hay otro aspecto tan amplio como su historia: la cocina.
Podemos empezar la ma?ana en plan griego con un caf¨¦ frapp¨¦, pero no en cualquier sitio de Egnatia, la principal arteria de la ciudad, sino dejando atr¨¢s el ruido y las franquicias. Por ejemplo, en el caf¨¦ Bougatsa, que sirve variantes del pastel que le da nombre y es un cl¨¢sico para desayunar. A las 10 o las 11 ya abren los primeros bares de mezedes (tapas) junto al mercado Kapani. Los mezedes (se toman a mediod¨ªa, por la tarde y por la noche) consisten en porciones relativamente peque?as que se piden por medias docenas para compartir. El mercado Kapani representa, con su abigarramiento desbordante, su ligero caos y su toque r¨²stico, la Grecia de siempre. Apenas dos calles m¨¢s all¨¢, la cosa se pone m¨¢s moderna, luminosa y un punto m¨¢s chic. El mercado Modiano, de 1922, reabri¨® hace unos a?os como templo gourmet, con m¨¢s de seis docenas de establecimientos; hoy es un punto de encuentro de la Sal¨®nica joven, internacional y moderna que busca algo m¨¢s que la t¨ªpica comida de taberna. Todo con est¨¢ndares de calidad bio y procedente del campo macedonio.
Tras una parada en alg¨²n bar de los soportales de plaza de Arist¨®teles ¡ªmeollo de la nueva ciudad vieja¡ª, podemos bajar hasta el mar y al puerto viejo, que ya no est¨¢ en funcionamiento, pero su muelle es, desde hace mucho, una zona de ocio con vistas, ideal para tomar un caf¨¦, una cerveza o un c¨®ctel. All¨ª siguen, sin embargo, las gr¨²as de carga. La zona contigua de Ladadika es un antiguo barrio de tenderos y comerciantes de especias y aceite de oliva, hoy convertido en zona de moda y alternativa, con algunos sitios de cocina salonicense de lo m¨¢s exigente (no todo es souvlaki y moussaka en la comida griega).
Al margen de la comida y las tabernas hay algunas cosas que ser¨ªa bueno descubrir. Es el caso de las termas jud¨ªas de Yahudi Hamam, un edificio con c¨²pulas procedente de la ¨¦poca otomana y que traslada directamente al antiguo barrio jud¨ªo salonicense, del cual ¨²nicamente cuentan algo el Museo Jud¨ªo y un par de calles.
Y m¨¢s all¨¢ de Egnatia, despu¨¦s de Agiou Dimitriou se sube a la ciudad alta, Ano Poli. Unos pocos pasos y el rostro de Sal¨®nica cambia por completo: la moderna metr¨®polis se transforma en una ciudad macedonia tradicional de callejuelas, peque?as iglesias y, c¨®mo no, tabernas, caf¨¦s y ouzeris.
Prizren: la nueva cultura de los Balcanes
Mezcla de religiones, etnias, lenguas¡ los rasgos de las culturas balc¨¢nicas se pueden ver en las calles de Prizren, un cosmos propio en la segunda ciudad m¨¢s grande de Kosovo. Solo tiene 85.000 habitantes y un centro peque?o y abarcable en los m¨¢rgenes del r¨ªo Lumbardhi. Durante la Guerra de Kosovo, el presidente serbio Slobodan Milo?evi? declar¨® Prizren ¡°libre de albaneses¡±; tras la guerra, sin embargo, la poblaci¨®n albano parlante regres¨®¡ y entr¨® a saco en el barrio serbio, que hab¨ªa quedado abandonado. De los 5.000 serbios de anta?o, hoy solo viven en la ciudad seis o siete familias.
Un recorrido por Prizren puede comenzar tomando un salep, bebida elaborada con tub¨¦rculos de orqu¨ªdeas que introdujeron en los Balcanes los otomanos. Y es que la ciudad no fue anexionada al Reino de Serbia hasta 1912; anteriormente hab¨ªa sido una capital regional otomana, siendo el turco la lengua de la administraci¨®n y de las ¨¦lites. Hoy sigue hablando este idioma el 10% de los vecinos.
Es el legado otomano el que marca el rostro de esta ciudad. El puente de Piedra (Ura e Gurit), del siglo XVI, con sus tres vistosos arcos, junto con la mezquita de Sinan Pasha ¡ªel alminar m¨¢s alto de los Balcanes¡ª y con la fortaleza de la cumbre del monte, dibujan su cl¨¢sica estampa fotogr¨¢fica. Pero tambi¨¦n es otomana la ciudad por su organizaci¨®n. Se puede ver en la calle Adem-Jashari, donde cada tienda se parece a su vecina: comercios de vestidos de novia, joyer¨ªas y artesanos o peque?os herreros que venden cuchillos, herramientas y estufas.
Los montes en torno a Prizren est¨¢n salpicados, al este, de asentamientos bosnios; al sureste viven, junto a Dragash, los gorani, otro grupo eslavo musulm¨¢n cuyo punto de referencia es Prizren y que lleva siglos dejando su impronta en la ciudad; luego est¨¢n los gitanos. En los d¨ªas de mercado acude, adem¨¢s, gente de Rahovec, al norte, con un dialecto que emplea elementos albaneses, eslavos y turcos, pero cada vez se usa menos. El Ayuntamiento de Prizren se hace cargo de todo esto, puesto que el alban¨¦s, el turco, el bosnio y el serbio son lenguas oficiales.
El hammam Gazi Mehmet Pasha, del siglo XVI, se encuentra en Adem-Jashari, y ya solo por sus dimensiones muestra la importancia de Prizren como centro mercantil y administrativo del Imperio otomano. El hecho de que en el siglo XIX dejara de funcionar ¡ªpasando a a establo y almac¨¦n¡ª supone una ventaja decisiva, pues los espacios se han mantenido en su estado original e instruyen al visitante, desde su conversi¨®n en museo, sobre el funcionamiento de los ba?os tradicionales.
Otro punto clave es la fortaleza de Kalaja e Prizrenit, que fue cuartel otomano hasta finales del siglo XIX. Permite controlar hacia un lado Prizren y, hacia el otro, el escarpado valle. Al basti¨®n se sube desde el casco viejo por un breve sendero que pasa junto a una peque?a iglesia ortodoxa. Las murallas, que han sido restauradas, ofrecen unas vistas incre¨ªbles.
Prizren es la puerta a los montes ?ar (?ar Planina): se accede directamente paseando desde el centro, junto al r¨ªo Lumbardhi, cuyo cauce est¨¢ ribeteado de merenderos, pues en verano se est¨¢ mucho m¨¢s fresco a la sombra de los frondosos ¨¢rboles que en la ciudad. Tras caminar unos tres kil¨®metros se llega al monasterio de los Santos Arc¨¢ngeles (Manastir Sveti Arhan?eli), o a lo que queda de ¨¦l: en 2004 un grupo de radicales prendi¨® fuego a partes de este complejo, important¨ªsimo para la iglesia ortodoxa, el arte y la historia nacional serbia. De ah¨ª que, durante mucho tiempo, la KFOR protegiera los monasterios con armamento pesado. Ya no hace falta y se hace cargo la polic¨ªa de Kosovo, y tambi¨¦n hace ya tiempo que volvieron los monjes. Monasterios como este son una de las razones del conflicto de Kosovo: en lugares donde viven albaneses desde ¨¦poca otomana, se ubican lugares ¡°sagrados¡± de la historia serbia.
Brno, la ciudad checa de la Bauhaus
Brno no es una ciudad secundaria, sino una aut¨¦ntica joya de la Rep¨²blica Checa. Sus maravillas arquitect¨®nicas de la ¨¦poca de la Bauhaus la convierten en un destino especial, como la Villa Tugendhat, de Mies van der Rohe, que es patrimonio mundial de la Unesco desde 2001.
Brno es una ciudad no menos genuina que Praga, teniendo en cuenta la sobreexplotaci¨®n tur¨ªstica que sufre la capital y, adem¨¢s, se ha librado de ser un destino de vuelos baratos: llegar a esta ciudad de 380.000 habitantes no es tan sencillo, y eso mantiene a las hordas a raya. Si a?adimos que, al sur del pa¨ªs, la vida es siempre un par de grados m¨¢s c¨¢lida, hay m¨¢s motivos para recomendar esta belleza oculta. Brno es, sobre todo, un tesoro para los amantes de la arquitectura de la Bauhaus, una meca del funcionalismo arquitect¨®nico.
En el per¨ªodo de entreguerras, se consideraba una de las ciudades m¨¢s progresistas de Europa. Aqu¨ª se pon¨ªan en pr¨¢ctica visiones y se desarrollaban corrientes nuevas. La ciudad acog¨ªa a much¨ªsima gente; reinaban el auge econ¨®mico y el esp¨ªritu abierto. Tambi¨¦n muchos pol¨ªticos locales mostraban una disposici¨®n innovadora: se aprobaban proyectos constructivos que en otros sitios se habr¨ªan rechazado. Quer¨ªan diferenciarse de Praga y Viena, las vecinas tradicionalistas. En un decenio, Brno se convirti¨® en un foco de la arquitectura de vanguardia, que ten¨ªa que ser funcional y sin florituras, pero chic. Cuadrada, pr¨¢ctica, cabal.
Podemos empezar un paseo por la modernidad morava en el arra?bal ?ern¨¢ Pole. Aqu¨ª est¨¢ la guinda de la tarta arquitect¨®nica de Brno: la villa Tugendhat. Este hito arquitect¨®nico de 1928-1930, una de las residencias particulares m¨¢s caras de todos los tiempos, es obra de Ludwig Mies van der Rohe. Es imposible no asombrarse en el sal¨®n de 280 metros cuadrados de Fritz y Greta Tugendhat, matrimonio de empresarios jud¨ªos. Un tabique de ¨®nice divide este espacio inundado de luz. El frente de cristal se hunde en el suelo; as¨ª los Tugendhat pod¨ªan tener la sensaci¨®n de estar sentados en el jard¨ªn sin necesidad de estar al aire libre. Desgraciadamente, el matrimonio solo pudo disfrutar de su casa ocho a?os. Se trasladaron a Sudam¨¦rica huyendo de los nazis.
Tras la visita, la pausa la podemos hacer en un caf¨¦ de estilo funcionalista como Kav¨¢rna Era, con suelo rojo y paredes blancas; un local que demuestra que los arquitectos funcionalistas tambi¨¦n usaban colores. El ¨²nico elemento ornamental es una escalera roja y azul que asemeja un canal en espiral. Menos es m¨¢s.
Un traqueteante tranv¨ªa lleva al Centro de Exposiciones (Brn¨§nsk¨¦ v?stavi?t¨§). Se construy¨® para la Exposici¨®n de Cultura Contempor¨¢nea de 1929, donde una Checoslovaquia todav¨ªa joven hac¨ªa gala de su auge cultural y tecnol¨®gico, as¨ª como de su solvencia arquitect¨®nica. La muestra fue todo un ¨¦xito. Recibi¨® y dej¨® pasma?dos a m¨¢s de dos millones de visitantes, y pasmados se quedan sus visitantes cien a?os despu¨¦s. Llama especialmente la atenci¨®n el pabell¨®n A, con sus arcos parab¨®licos. Es alto como una catedral, futurista como una astronave y delicado como un encaje de bolillos. Es sorprendente su modernidad.
Pero Brno no solo tiene funcionalismo, sino que ofrece un nutrido buf¨¦ arquitect¨®nico con los sospechosos habituales: barroco, modernismo, historicis?mo¡ En el ovalado centro de la ciudad hay unas casas incre¨ªbles, iglesias con frescos y amorcillos, rom¨¢nticas callejuelas y hasta un castillo cimero. La suya es m¨¢s bien una belleza cotidiana, desempolvada y dispuesta para los habitantes, pero con mucho estilo.
Entre tiendas y caf¨¦s se descubren m¨¢s joyas funcio?nalistas, porque tambi¨¦n en el centro hist¨®rico se construyeron rarezas en la d¨¦cada de 1920, como el hotel Avion, todo un icono arquitect¨®nico a pesar de sus exiguas dimensiones. Pocos pasos m¨¢s all¨¢ topamos con el Banco de Moravia, de 1930, un proyecto de Bohuslav Fuchs y Ernst Wiesner, los dos grandes nombres del funcionalismo de Brno.
Ya en el conf¨ªn oriental del casco viejo llegamos, por ¨²ltimo, al centro comercial Centrum, singular cubo de ocho plantas construido por la misma ¨¦poca y hoy forrado de espejos. Antes era una enorme tienda de zapatos levantada por el fabricante de calzado Tom¨¢? Ba?a, uno de los emprendedores m¨¢s visionarios de su tiempo y un sibarita de la arquitectura que no solo hizo construir los talleres en estilo funcionalista, sino que levant¨® toda una ciudad en torno a ellos.
Una de las mayores atracciones de la ciu?dad es el monasterio de los capuchinos de Brno con la iglesia del Descubrimiento de la Santa Cruz, con una cripta mon¨¢stica en la que se exhiben cad¨¢?veres momificados. Se conservan unas 70 momias, aunque aqu¨ª recibieron sepultura en su d¨ªa casi 200 personas. Son, sobre todo, monjes, pero hubo tambi¨¦n individuos de posibles que compraron un hueco en la cripta esperando ser llamados m¨¢s r¨¢pido a la gloria a pesar de sus turbios negocios terrenales. Los rostros de estas momias vestidas est¨¢n en ocasiones desfigurados, mostrando los dientes en muecas o gritos perpetuos¡
Otra curiosidad es el Museo de la Cultura Gitana: en el pa¨ªs viven entre 250.000 y 300.000 gitanos y este museo, inaugurado en 1991, se acerca a la cultura c¨ªngara con enfoques interesantes. Es el ¨²nico de su g¨¦nero en Europa y se encuentra en la calle Bratislavsk¨¢, en el barrio roman¨ª de Brno.
Liubliana: capital verde
El desarrollo urbano sostenible lo marca todo en Liubliana. La capital eslovena gana puntos con sus cian¨®metros, su apicultura en azoteas y sus miniveh¨ªculos. Con sus 280.000 habitantes, funciona especialmente bien y no solo en los aspectos de sostenibilidad. Por ejemplo, en el centro de la ciudad no hay aparatosos contenedores en las aceras. Desde 2008 ya empezaron a apostar por dep¨®sitos subterr¨¢neos de residuos para dejar m¨¢s espacio a la gente en la calle. Solo hace falta una tarjeta magn¨¦tica para residuos org¨¢nicos y restos no reciclables. La separaci¨®n de residuos funciona tan bien que el Ayuntamiento pudo incluso reducir los impuestos. Se recicla el 70% de los residuos dom¨¦sticos, lo que la coloca a la cabeza de Europa. Y va camino de ser ciudad de cero residuos. As¨ª es como se plantea el futuro Liubliana.
Por sus calles podemos, por ejemplo, encontrar un cian¨®metro, o sea, un medidor del azul del cielo que identifica 53 tonos de azul sobre los tejados de Liubliana, mide la calidad del aire y las part¨ªculas en suspensi¨®n. Se instal¨® cuando, en el 2016, la Comisi¨®n Europea otorg¨® a Liubliana el t¨ªtulo de Capital Verde Europea. Por supuesto, tambi¨¦n se ha reducido la circulaci¨®n: el tr¨¢fico motorizado fue prohibido en 12 hect¨¢reas del centro y en su lugar se apost¨® por la movilidad sostenible, con carriles bici y v¨ªas peatonales, coches el¨¦ctricos, buses que funcionan con metano y el sistema de bicis p¨²blicas BicikeLJ. Por el precio de un caf¨¦ se pueden usar durante todo un a?o, todas las veces que se quiera ¡ªuna hora cada vez¡ª, las bicis de 70 estaciones.
Adem¨¢s, hay 542 metros cuadrados de zonas verdes p¨²blicas por habitante. La m¨¢s bonita y extensa es el parque Tivoli, de estilo ingl¨¦s; incluye un amplio paseo que alberga exposiciones de fotograf¨ªa al aire libre, y llega casi hasta el centro de la ciudad. Hacia el oeste se funde con la boscosa colina Ro?nik, perfecta para id¨ªlicos paseos. Camino del centro nos encontramos con el centro cultural y de congresos Cankarjev Dom, un edificio c¨²bico de la ¨¦poca socialista. Para subir a la azotea hay que apuntarse a una visita guiada con los apicultores. Hasta 100 kilos de miel producen por cosecha las 450.000 diligentes abejas urbanas que viven aqu¨ª . En 2017, Liubliana recibi¨® el t¨ªtulo de ¡°municipio esloveno m¨¢s apto para las abejas¡±. Solo en la capital hay 350 apicultores urbanos.
Ljubljanica, el r¨ªo del casco viejo, invita a dar un paseo por la ribera, que est¨¢ flanqueada por fachadas barrocas y caf¨¦s. Por la calle comercial Stari Trg pasan los veh¨ªculos el¨¦ctricos verdes, que est¨¢n disponibles por si alguien lo necesita, para un trayecto gratuito dentro del casco viejo.
Por unas empinadas escaleras se sube a la colina del castillo, donde la verde senda se bifurca en direcci¨®n a un vi?edo que hay en medio de la capital. Aqu¨ª plantaron, en 2016, m¨¢s de mil cepas de chardonnay y zweigelt. De sus uvas salen, cada a?o, mil cotizad¨ªsimas botellas de vino. De explotar este vi?edo se encarga el Instituto Agr¨ªcola de Eslovenia. Descendiendo la colina por el otro lado, se llega casi directamente a Tr?nica, la c¨¦ntrica plaza de mer?cado.
Para ver la ciudad, est¨¢ muy bien la azotea del Neboti?nik. Cuando se acab¨® de construir, en 1933, era el mayor rascacielos del sures?te de Europa; todav¨ªa hoy, el bar de su azotea ofrece unas vistas fant¨¢sticas del casco viejo y de la colina del castillo.
Otra vista panor¨¢mica es la del castillo de Liubliana, que lleva 900 a?os vigilando la ciudad desde lo alto de una verde colina. Un funicular acristalado sube hasta all¨ª, donde esperan restaurantes, un caf¨¦, un bar y hasta un local de jazz.
Metelkova Mesto es el centro cultural alternativo de Liubliana; est¨¢ pegado a la estaci¨®n de tren. En su amplio recinto, el visitante encuentra arte urbano, grafitis, instalaciones y performances, as¨ª como locales de conciertos y bares que por la noche atraen a una abigarrada clientela.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiraci¨®n para tus pr¨®ximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, X e Instagram.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.