Los exilios latinoamericanos que ensanchan la cultura espa?ola
El premio Cervantes a Cristina Peri Rossi reconoce el papel renovador de escritores, m¨²sicos, cineastas y otros artistas huidos de la persecuci¨®n en sus pa¨ªses, desde las dictaduras del Cono Sur hasta la Nicaragua de Ortega


Muchos de los espa?oles expulsados de su pa¨ªs por la guerra civil, profesores, editores, m¨²sicos, cient¨ªficos, m¨¦dicos, fueron providenciales para la cultura y la ense?anza en aquellos pa¨ªses que los acogieron, sobre todo en M¨¦xico. D¨¦cadas despu¨¦s, en torno a los a?os 70, los exilios sucesivos de cubanos, chilenos, uruguayos y argentinos, a los que m¨¢s recientemente se ha juntado la di¨¢spora venezolana, que huyeron a Espa?a de la persecuci¨®n que los ahuyent¨® de sus patrias, produjeron en este pa¨ªs una ins¨®lita pl¨¦yade de profesionales de distinta ¨ªndole sin los cuales es imposible concebir muchas de las historias que luego se reflejaron en el cine, el teatro, la m¨²sica y, por decirlo r¨¢pido, la poes¨ªa, las ideas o la imaginaci¨®n.
En ambos casos, los or¨ªgenes del impresionante flujo en ambas direcciones fueron tragedias que devinieron, en Espa?a y en Am¨¦rica, lazos comunes de enorme vigor, en todas las artes y en otras esferas de la actividad humana. Y fue el espa?ol, la lengua com¨²n, su literatura y su historia, lo que facilit¨® un encuentro que ahora mezcla culturas, acentos y familias.
Ahora que la exiliada uruguaya (y tan espa?ola como aquellos que la recibieron en 1973) Cristina Peri Rossi abraza el ¨¦xito del premio Cervantes, que comparte con compatriotas como Juan Carlos Onetti (que fue exiliado en Espa?a, cuya nacionalidad tuvo), el drama del destierro muerde especialmente a Nicaragua, patria de Sergio Ram¨ªrez, otro premiado que ahora ha decidido instalarse en Espa?a, al tiempo que lo hace su colega Gioconda Belli, ambos en las listas de indeseados por el dictador Daniel Ortega, al que ayudaron a derrocar a Anastasio Somoza, el s¨¢trapa al que ya se parece.
Antes de la era democr¨¢tica espa?ola, el exilio cubano busc¨® en Espa?a su arraigo, pues Guillermo Cabrera Infante, tambi¨¦n premiado luego con el Cervantes, le pidi¨® entonces a los bur¨®cratas de Franco que le prestaran asilo, ya que ¨¦l hu¨ªa del r¨¦gimen de Fidel Castro. La solicitud le fue denegada, y el autor de Tres tristes tigres, acaso la novela m¨¢s cubana de la historia, se fue al exilio ingl¨¦s con su mujer, la actriz Miriam G¨®mez. En tiempos m¨¢s recientes, cuando ya en Espa?a hab¨ªa democracia, se instalaron en este pa¨ªs escritores como Jes¨²s D¨ªaz, Manuel D¨ªaz Mart¨ªnez o Ra¨²l Rivero, que inici¨® aqu¨ª su destierro y que acaba de morir, en la misma di¨¢spora, en Miami.
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En 1973 se produjo en Chile el golpe de Pinochet contra Salvador Allende y se produjo una matanza cuyos s¨ªmbolos mayores fueron el asesinato del cantante V¨ªctor Jara y, consumido por la tristeza y la enfermedad, la muerte de Pablo Neruda, el hombre que por cierto hab¨ªa dispuesto uno de los barcos que facilitaron el viaje del exilio espa?ol a Am¨¦rica. Leopoldo Castedo, historiador republicano que huy¨® en Chile, hizo luego el viaje de regreso a Espa?a cuando all¨ª se produjo, entre disparos y sangre, el golpe de Pinochet.
Como un combustible de horrores, muy pronto, a principios de esa d¨¦cada, se iniciaron en Uruguay y en Argentina dictaduras concatenadas e igual de crueles. Una denuncia que parec¨ªa tener ra¨ªz literaria, haber contribuido a premiar un cuento que los militares no vieron con buenos ojos, acab¨® con el encarcelamiento y luego el exilio de Juan Carlos Onetti, quiz¨¢ el escritor m¨¢s importante de aquella rep¨²blica. ?l eligi¨® Espa?a y Espa?a lo eligi¨® a ¨¦l, se puede decir, as¨ª que vivi¨® en la Avenida de Am¨¦rica de Madrid, donde hay una placa que lo recuerda como vecino de ese barrio. Durante a?os sigue siendo un s¨ªmbolo del exilio literario del Cono Sur, junto con su compatriota Mario Benedetti. Este ¨²ltimo, que aqu¨ª mereci¨® ediciones y reediciones constantes de sus libros, de poes¨ªa, ensayo o poes¨ªa, fue llevado a la canci¨®n por Joan Manuel Serrat, cuyo El Sur tambi¨¦n existe es a¨²n met¨¢fora de las consecuencias po¨¦ticas que tuvo aquel destierro convertido en himno a la alegr¨ªa de compartir lengua y esperanza.
¡°En realidad, lo que me duele es la derrota. Los exiliados son inquilinos de la soledad. Pueden corregir su memoria, traicionar, descreer, conciliar, morir, triunfar. En este ¨²ltimo caso, se miraron a la cara como si fuese suya: estaba llena de traidores, descre¨ªdos, conciliadores, muertos, y tambi¨¦n de compa?eros que murieron con fe y arden bajo la noche y repiten sus nombres y no dejan dormir¡±. Esto dej¨® escrito Juan Gelman, otro argentino que obtuvo el Cervantes, cuya poes¨ªa gir¨® durante a?os en torno a la consecuencia del secuestro y asesinato de su hija. Su nieta fue al cabo de mucho tiempo reencontrada en Uruguay en lo que fue celebrado, en M¨¦xico, donde sigui¨® su exilio, en Uruguay, en Argentina, en Espa?a, en todo el mundo verdaderamente, como el simb¨®lico del fin de una espera cruel que parec¨ªa una daga en el coraz¨®n del abuelo, un s¨ªmbolo de la crueldad que rode¨® a estas personas a las que persigui¨® el exilio aun despu¨¦s de la dictadura.
Terminaba Gelm¨¢n as¨ª aquel impresionante documento l¨ªrico: ¡°Nadie te deja dormir para que veas las distancias. Cruj¨ªs de huesos, vos. As¨ª¡±.
La crueldad de la dictadura argentina tiene miles y miles y miles de historias que crujen los recuerdos de las di¨¢sporas del siglo XX. Muy pronto en aquella noche a la que le quitaron la luz Videla y sus compa?eros de armas, un artista espa?ol, Jos¨¦ Luis Fajardo, acudi¨® en Buenos Aires a ver el rodaje de una pel¨ªcula que dirig¨ªa Sergio Ren¨¢n, La tregua, basada en la novela de Mario Benedetti y en la que actuaba otro de los que luego ser¨ªan los numerosos exiliados argentinos en Espa?a, H¨¦ctor Alterio.
El rodaje se hac¨ªa por Corrientes y ya era de noche cuando aparecieron por all¨ª ¡°unos parapoliciales¡± que irrumpieron como si ya hubiera una guerra, los arrojaron al suelo, les hicieron pasar la noche en lo que podr¨ªa parecer un calabozo, y dieron la impresi¨®n de que en aquellas calles sin orden ni sem¨¢foros ¡°ellos eran la parte del caos¡±. Semanas despu¨¦s ya la calle era de los militares, y lo que sigui¨® fue la mayor represi¨®n sufrida despu¨¦s de la matanza chilena.
?l vio llegar luego a Espa?a a la galerista Carmen Waugh, a la compositora y poeta Mar¨ªa Elena Walsh, a Mario Muchnik, editor, o a Atahualpa Yupanqui, el folclorista, distintas maneras de la di¨¢spora. Alejo Stivel, cofundador con Ariel Rot del grupo Tequila, que cumple ahora 40 a?os y prepara su despedida, ten¨ªa 17 cuando subi¨® con su madre, la actriz Zulema Katz, al barco Crist¨®foro Colombo, que los llevar¨ªa desde aquel infierno que empezaba hasta Barcelona. Era el ¨²ltimo trayecto del barco que a?os antes, en 1971, hab¨ªa llevado a Neruda, desde Cannes, pasando por Tenerife, a contribuir a la revoluci¨®n de Allende¡ Stivel ten¨ªa 17 a?os, era el 17 de agosto de 1976, ve¨ªa diluirse Buenos Aires hasta adentrarse en un mar nublado en el que iban a navegar, desde lo m¨¢s hondo de los camarotes sin ventanas, hasta desembarcar en Barcelona el 1 de septiembre.
Stivel compuso all¨ª una canci¨®n, Barco, que a¨²n canta Tequila: ¡°Quinientos a?os despu¨¦s / cruzo el Atl¨¢ntico al rev¨¦s¡±. A los dos a?os ya triunfaba con Ariel y con el grupo, pero a la madre le cost¨® a?os hacerse querer como una actriz en Espa?a, ¡°porque el acento argentino tard¨® en ser aceptado¡ por lo menos hasta que apareci¨® Ricardo Dar¨ªn¡±.
Por aquel tiempo viajaron a Espa?a Abrasha Rottenberg, editor expulsado de Argentina, y su mujer, Dina, pianista, con sus hijos Ariel, compa?ero de Alejo en Tequila, y luego potente m¨²sico ¨¦l solo, y Cecilia Roth, que triunfar¨ªa en el cine espa?ol. En barcos y en historias parecidas viajaron Cristina Rota, actriz, maestra de actores, y su hijo Juan Diego Botto, que entonces era un ni?o perseguido como su madre y que ahora es, por ejemplo, Federico Garc¨ªa Lorca en los escenarios.
Es la historia de una fusi¨®n. Un drama y una bienvenida. Cubanos, chilenos, uruguayos, argentinos, venezolanos, como Antonio L¨®pez, Adalber Salas Hern¨¢ndez, Ver¨®nica Jaff¨¦ o Pedro Plaza Salvati, entre otros. Le pregunt¨¦ a Fajardo que emblema le pondr¨ªa a este encuentro que propiciaron la desgracia de huir del propio territorio en busca de Espa?a como refugio. Esto respondi¨®: ¡°Fue como la familia que ven¨ªa de Am¨¦rica¡±. Esa familia est¨¢ ahora desperdigada por este pa¨ªs, el acento s¨®lo lo han perdido los que se fueron, como Juan Diego Botto, siendo unos cr¨ªos.
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