Cl¨¢sicos sure?os de Estados Unidos: de Carolina del Norte a Luisiana
Tierras de m¨²sica country, blues, jazz, ¡®bourbon¡¯ y gastronom¨ªa caj¨²n en una ruta por la Am¨¦rica profunda de ¡®Lo que el viento se llev¨®¡¯ que se detiene en ciudades como Nashville, Atlanta o Selma
Los turistas europeos suelen dirigir sus primeros viajes a Estados Unidos a la costa este, sofisticada, cosmopolita y llena de ciudades imprescindibles como Nueva York, Boston, Washington o Filadelfia. En sus siguientes viajes, suelen dar un enorme salto y vuelan a la costa oeste, a California y sus ciudades soleadas, las playas de surfistas, las monta?as Rocosas¡ pero entre uno y otro lado del pa¨ªs quedan inmensos territorios. Tal vez los m¨¢s aut¨¦nticos, los m¨¢s genuinamente americanos.
El Sur (as¨ª, en gen¨¦rico, como gran regi¨®n) es uno de estos extensos territorios donde reside la herencia m¨¢s genuina de lo americano. Lo conforman una decena de Estados, que arrancan desde los frondosos montes de granito de Kentucky y Tennessee. Este abrupto paisaje va cambiando lentamente a medida que el caudal de sus r¨ªos ¡ªentre ellos el Misisipi, el m¨¢s largo de Norteam¨¦rica¡ª empapa la tierra, formando mantos negros y pantanos abrasados por el sol, y se diluye en las aguas del oc¨¦ano Atl¨¢ntico y del golfo de M¨¦xico.
Más información en lonelyplanet.es y en la guía Lonely Planet Costa este de Estados Unidos.
Podr¨ªa decirse que el Gran Sur fue la primera regi¨®n del pa¨ªs que tuvo una identidad propia, definida por su paisaje, acento, literatura, m¨²sica y gastronom¨ªa y, cimentando todo lo anterior, su historia: larga y rom¨¢ntica en ocasiones, brutal y cruenta en otras. Pero, sobre todo, la regi¨®n est¨¢ marcada por la m¨²sica: ning¨²n otro lugar del mundo tiene una banda sonora que haya condicionado tanto la historia de la m¨²sica reciente y cada ciudad ofrece una experiencia musical aut¨¦ntica: country en Nashville, rock y blues en Memphis, hip-hop en Atlanta y jazz en Nueva Orleans.
Y aunque sus habitantes se consideran vinculados a esta tierra y a estas aguas, tambi¨¦n encontramos grandes ciudades muy arraigadas en la historia y la personalidad sure?a: desde el noir empapado en sudor de Charleston y Nueva Orleans hasta la diversidad acogedora y multicultural de Atlanta y Nashville, pasando por ciudades de postal como Savannah, con sus calles arboladas y su arquitectura de antes de la guerra civil, o por rincones dignos de visitar, como Chapel Hill, Oxford, Chattanooga o Natchez.
1. Carolina del Norte y las Great Smoky Mountains
El viejo Sur, conservador y rural, y el nuevo Sur, urbano y liberal, conviven en Carolina del Norte en constante crecimiento. Hay muchos estadounidenses que escogen este Estado para sus vacaciones de verano, algunos para hacer senderismo por el bosque, rafting en los r¨ªos o recorrer la Blue Ridge Parkway en un descapotable. Otros vienen a disfrutar de sus ciudades m¨¢s din¨¢micas, como Raleigh, Charlotte o Wilmington, con museos, buenos restaurantes y numerosas f¨¢bricas de cerveza artesana. Se impone, pues, hacerse con una barbacoa y una cerveza, y ver a los Duke Blue Devils enfrentarse a los Tar Heels en la liga universitaria de baloncesto.
Su gran reclamo natural es el parque nacional de las Great Smoky Mountains, a caballo con la frontera de Tennessee: sus picos envueltos en niebla, sus cascadas y los frondosos bosques en tierras v¨ªrgenes suponen una vuelta al medio natural. Este parque nacional de 2.110 kil¨®metros cuadrados es uno de los m¨¢s visitados del pa¨ªs, y aunque sus principales caminos y las atracciones tur¨ªsticas suelen estar muy concurridas es f¨¢cil dejar atr¨¢s las masas y disfrutarlo casi en solitario. Hay decenas de rutas que llevan hasta impresionantes cascadas y, a diferencia de la mayor¨ªa de los parques nacionales de Estados Unidos, no cobra ninguna tarifa de admisi¨®n. Por carretera se puede subir al vertiginoso Clingmans Dome, el tercer pico m¨¢s alto al este del Misisipi, donde se alza una futurista torre de observaci¨®n.
Los restos del asentamiento de colonos de Cades Cove, del siglo XIX, son uno de sus puntos m¨¢s frecuentados, como demuestran en verano los atascos en la carretera circular de 18 kil¨®metros. De finales de mayo a finales de septiembre est¨¢ vedado a los veh¨ªculos y se convierte en un lugar perfecto para un paseo en bicicleta. Tambi¨¦n se pueden hacer magn¨ªficas excursiones por el monte LeConte, donde est¨¢ el ¨²nico alojamiento que no es un camping, el refugio LeConte Lodge. Es un lugar de lo m¨¢s popular, aunque la ¨²nica forma de llegar a sus caba?as sin electricidad sea subiendo cinco senderos de entre 9 y 14 kil¨®metros.
2. Carolina del Sur, una historia turbulenta
Estado de acentos fuertes, amante de las tradiciones, Carolina del Sur se caracteriza por sus robles envueltos en musgo y las mansiones se?oriales, pero tambi¨¦n por sus anchas playas, monta?as sinuosas y una fuerte personalidad. Aqu¨ª los turistas suelen quedarse en la costa, con sus espl¨¦ndidas ciudades anteriores a la Guerra de Secesi¨®n y sus playas llenas de palmeras; pero viajando por el interior uno se topa con un mont¨®n de antiguas ciudades somnolientas, parques naturales e inquietantes pantanos de aguas oscuras. La cultura de los antiguos esclavos de las plantaciones est¨¢ muy presente en todo el Estado. Y a todo ello hay que a?adir el encanto de la distinguida Charleston ¡ªuna ciudad con aroma a gardenia¡ª, de la emergente Greenville o de la llamativa Myrtle Beach.
Charleston es el mayor exponente del encanto de otros tiempos, una ciudad que nos lleva a conocer el turbulento pasado del pa¨ªs, a la guerra civil, a los tiempos de Lo que el viento se llev¨®. Al pasear hoy por sus cuidadas y tranquilas calles, cuesta imaginar los horrores del pasado: terremotos, incendios, huracanes, esclavitud, la guerra de independencia y la de Secesi¨®n¡ Charleston ha logrado sobrevivir a todos, y fortalecerse con cada reconstrucci¨®n. Hoy es un museo viviente, y sus heridas de guerra aportan valiosas lecciones, adem¨¢s de haberse convertido en uno de sus reclamos tur¨ªsticos. El barrio al sur de las calles Beaufain y Hasell concentra la mayor¨ªa de las mansiones de estilo antebellum, tiendas, bares y caf¨¦s. En la punta m¨¢s meridional de la pen¨ªnsula se alzan las mansiones antebellum de Battery.
Pero Carolina del Sur tiene otros reclamos tur¨ªsticos. Por ejemplo, la costa meridional, una red de islas separadas de tierra firme por ensenadas y marismas. En esta zona, los descendientes de los esclavos w¨®lof y ew¨¦, que proced¨ªan de las actuales Gambia, Senegal y Mauritania, los gullah, mantienen sus peque?as comunidades acosados por la proliferaci¨®n de resorts y campos de golf. El paisaje var¨ªa entre pulcros tramos de brillante arena gris y bosques mar¨ªtimos cubiertos de musgo.
3. Beaufort y Hilton Head
En la isla de Port Royal, la bella ciudad colonial de Beaufort es la segunda m¨¢s antigua de Carolina del Sur, y quiz¨¢ la que mejor ilustra el turbulento per¨ªodo posterior a la Guerra de Secesi¨®n. El 12 de enero de 2017, el presidente Barack Obama autoriz¨® el establecimiento de un Monumento Nacional a la Era de la Reconstrucci¨®n repartido por cuatro lugares del condado de Beaufort, y en varios de sus barrios e islas vecinas a¨²n florece la cultura gullah. Sus calles est¨¢n flanqueadas por bellas casas antebellum, mansiones restauradas del siglo XVIII con magnolios recubiertos de musgo. Por eso Beaufort sirve muy a menudo de escenario de pel¨ªculas. Lo mejor es explorarla a pie o en coche de caballos.
En el centro, junto al r¨ªo, abundan caf¨¦s y galer¨ªas de arte, y la hospitalidad sure?a alcanza su grado m¨¢ximo. No es raro que un desconocido invite al viajero a montar en bote y beber cerveza en el banco de arena m¨¢s frecuentado por todos, en plena ensenada de Port Royal. Al otro lado del golfo de Port Royal, la diminuta isla de Hilton Head es uno de los primeros destinos de golf de Am¨¦rica. Las leyes de urbanismo son estrictas (no se permite construir m¨¢s de cinco pisos de altura; la se?alizaci¨®n es baja e iluminada desde abajo) y hay muy pocas farolas; pero aunque el tr¨¢fico veraniego y los muchos sem¨¢foros impiden apreciar bien la belleza de la isla, hay reservas naturales, anchas playas de arena blanca ¨Dlo bastante compacta para pasear en bicicleta¨D y muchos delfines.
4. Barbacoa, bollitos y gumbo
En Estados Unidos no hay otra regi¨®n m¨¢s orgullosa de su cultura gastron¨®mica que el Sur, que lleva siglos combinando las cocinas inglesa, francesa, africana, espa?ola y nativa americana. Sus especialidades son diferentes a las del resto del pa¨ªs. La barbacoa cocinada lentamente es uno de los grandes motivos de orgullo regional, con tantas variantes como poblaciones. Est¨¢n tambi¨¦n el pollo y el bagre fritos, tambi¨¦n t¨ªpicos, que salen de la sart¨¦n crujientes por fuera y jugosos por dentro. Esponjosos bollitos, pan de ma¨ªz, boniatos, berzas y, sobre todo, grits (ma¨ªz molido y cocinado hasta tener consistencia de gachas) untados con mantequilla acompa?an muchos platos sure?os. Los postres suelen ser grandes bizcochos de capas o tartas de pecanas, banabas o c¨ªtricos. La comida baja mejor con un t¨¦ helado (sin alcohol), un refrescante julepe de menta (c¨®ctel con bourbon) o un vino de Dahlonega, en Georgia.
Pero la cr¨¨me de la cr¨¨me de la regi¨®n es Luisiana, que destaca por sus dos tipos de cocina: la caj¨²n de la regi¨®n bayou, que marida las especias aut¨®ctonas como el sasafr¨¢s y el chile con la cocina provincial francesa, y la criolla, m¨¢s centrada en Nueva Orleans, con platos potentes como la remoulade de gambas, la ravigote de cangrejo o el gumbo (un ecl¨¦ctico estofado de pollo, pato, conejo, ternera, cerdo, mariscos o salchichas de quinbomb¨®).
5. Nashville, Menphis y la m¨²sica de Tennessee
Casi todos los Estados de EE UU tienen un himno oficial; Tennessee tiene 10. Y es que la m¨²sica es el alma de esta zona. En ella se mezclaron la m¨²sica popular escocesa-irlandesa de las monta?as del este con los ritmos del blues afroamericano del delta; as¨ª naci¨® la m¨²sica country moderna que ha dado fama a la ciudad de Nashville.
Tenessee se divide en tres regiones geogr¨¢ficas: Este, Centro y Oeste, representadas por las tres estrellas de su bandera. Cada una tiene su especial belleza: los picos viol¨¢ceos de las Great Smoky Mountains, los exuberantes y verdes valles de la meseta central alrededor de Nashville y las c¨¢lidas llanuras de Memphis. En Tennessee se pueden recorrer frescos senderos monta?osos por la ma?ana, y por la noche pas¨¢rselo en grande en un honky tonk (garitos donde solo se escucha y se baila m¨²sica country) o en las aceras con sabor a blues de Beale Street, en Memphis.
Para aficionados al country y aspirantes a compositores de todo el mundo, un viaje a Nashville sigue siendo el peregrinaje supremo. Desde los a?os veinte del pasado siglo, la ciudad viene atrayendo a m¨²sicos que han hecho evolucionar el country, desde la m¨²sica tradicional de principios del siglo XX hasta los trovadores indie actuales, pasando por el exquisito sonido Nashville de los sesenta y el contundente country alternativo con resonancias punk de los noventa. Sus atracciones musicales incluyen el Country Music Hall of Fame, el venerado Grand Ole Opry y la discogr¨¢fica de Jack White.
Pero en Nashville hay m¨¢s que ver: una r¨¦plica del Partenon en Centennial Park y buenos museos, universidades y atracciones culturales. Fuera de la ciudad se extienden las antiguas plantaciones, los campos de batalla y los fuertes que siguen atrayendo a los interesados en la guerra civil estadounidense y en la historia.
6. ¡®Chattanooga Choo-Choo¡¯
Dolly Parton, la ciudadana m¨¢s famosa del este de Tennessee, quiere tanto a su regi¨®n natal que se ha forjado una carrera cantando sobre chicas que abandonan su hogar con olor a madreselva por el falso brillo de la ciudad y casi siempre se arrepienten.
El tercio oriental del Estado, una zona predominantemente rural con pueblos peque?os, suaves colinas y valles ribere?os, tiene un gran encanto buc¨®lico. Los frondosos Apalaches son ideales para practicar rafting, acampada y senderismo, y las bellas cascadas son una especialidad regional. El cercano parque nacional de las Great Smoky Mountains atrae a millones de visitantes cada a?o, pero se puede evitar el gent¨ªo f¨¢cilmente en el Cherokee National Forest.
Las dos principales zonas urbanas, Knoxville y Chattanooga, son tranquilas ciudades junto al r¨ªo con una animada poblaci¨®n estudiantil, excelentes restaurantes, cervecer¨ªas artesanales y muchas actividades al aire libre, sobre todo en Chattanooga, una de las mejores localidades del sur para los que practican escalada, senderismo, ciclismo o deportes acu¨¢ticos, con unas maravillosas vistas desde el Bluff View Art District. La ciudad presume tambi¨¦n de su conciencia ecol¨®gica, patente en los autobuses el¨¦ctricos gratuitos, los kil¨®metros de populares senderos ribere?os y los puentes peatonales sobre el r¨ªo Tennessee. Cuesta creer que en los a?os sesenta fuera considerada la ciudad m¨¢s sucia del pa¨ªs. Entre los siglos XIX y XX, fue un gran nudo ferroviario, de ah¨ª proviene la canci¨®n Chattanooga Choo-Choo, de Glenn Miller, que hac¨ªa referencia al servicio de pasajeros de la compa?¨ªa Cincinnati Southern Railway entre Cincinnati y Chattanooga. El centro, casi todo peatonal, es un laberinto de hist¨®ricos edificios de piedra y ladrillo, apetecibles restaurantes, cervecer¨ªas artesanales y destiler¨ªas.
7. Kentucky y la ruta del ¡®bourbon¡¯
El galope de los caballos resuena en los hip¨®dromos y el bourbon fluye en las destiler¨ªas en Kentucky, cruce de caminos geogr¨¢fico y cultural, refinado y a la vez rural, con grandes ciudades como Louisville o Lexington y pueblos peque?os y tranquilos. Las destiler¨ªas de bourbon salpican tambi¨¦n la campi?a, ideal para hacer rutas panor¨¢micas por carretera y catar un chupito en origen. La espeleolog¨ªa, la escalada en roca y el senderismo se imponen en los parques y bosques v¨ªrgenes de este Estado.
El centro de Kentucky es la regi¨®n m¨¢s c¨¦lebre del Estado, sobre todo gracias al bourbon. El famoso licor casero de Kentucky paga las facturas y hasta da un sabor muy personal a la cocina local. La peque?a y pintoresca ciudad de Bardstown es el epicentro de las destiler¨ªas m¨¢s famosas; otras m¨¢s buc¨®licas se concentran en torno a Frankfort, la fotog¨¦nica capital del Estado. Louisville aporta la dosis urbana con sus animados restaurantes y excepcionales museos. Es bella, moderna y a menudo subestimada, pero con un innegable atractivo, construida sobre el bourbon e iconos del deporte nacional: es la sede de las carreras de caballos del Derby de Kentucky y ciudad natal del famoso boxeador Muhammad Ali.
Sedoso y de color caramelo, el whisky de ma¨ªz, el bourbon, se destil¨® por primera vez en el condado de Bourbon, al norte de Lexington, hacia 1789. Hoy, gracias a la pureza de su agua, filtrada en roca caliza, Kentucky concentra el 95% de la producci¨®n mundial. Este licor debe contener al menos un 51% de ma¨ªz, y envejecer un m¨ªnimo de dos a?os en barricas de roble tostadas. Mientras los expertos lo beben solo o con agua, hay quien lo toma en julepe de menta, la cl¨¢sica bebida sure?a elaborada con bourbon, sirope y hojas de menta.
En Bardstown, el Oscar Getz Museum of Whiskey History ilustra sobre su historia con viejos destiladores de moonshine y otros objetos, pero casi todas las destiler¨ªas tradicionales de Kentucky ofrecen circuitos y catas. Un plan posible es visitar tres al d¨ªa. La web oficial Bourbon Trail facilita detalles, aunque no las incluye todas. Entre las cercanas a Bardstown se encuentra Maker¡¯s Mark, una destiler¨ªa restaurada de la ¨¦poca victoriana; Willet, una empresa familiar que destila de forma artesanal, o Jim Beam American Stillhouse, que elabora el bourbon m¨¢s vendido del pa¨ªs. Entre las pr¨®ximas a Frankfort destaca Castle & Key, destiler¨ªa artesanal en un entorno id¨ªlico, con un castillo de piedra con torretas y frondosos jardines; Woodford Reserve es la m¨¢s bonita de todas, restaurada en todo su esplendor a principios del siglo XIX; mientras que Buffalo Trace, la destiler¨ªa en activo m¨¢s antigua del pa¨ªs, ofrece circuitos y catas gratis.
8. Georgia y ¡®Lo que el viento se llev¨®¡¯
Georgia, el Estado m¨¢s grande al este del r¨ªo Misisipi, es un mezcla de extremos, tanto culturales como geogr¨¢ficos: ciudades peque?as y conservadoras conviven con otras grandes urbes, progresistas y con una econom¨ªa s¨®lida; en las altas monta?as del norte nacen r¨ªos poderosos, mientras las marismas costeras est¨¢n repletas de juncos y cangrejos violinistas, y las playas e islas del sur son una delicia, al igual que su gastronom¨ªa y su bares.
Atlanta, su polifac¨¦tica capital, es la que mejor ilustra la paradoja: por un lado, es un basti¨®n de progresismo afroamericano, vivero del hip hop, competidora de la industria tecnol¨®gica y cinematogr¨¢fica y epicentro del colectivo LGBTIQ+; por otro, la riqueza del Viejo Sur y las inversiones de las empresas del r¨¢nking Fortune 500 se fusionan en una potencia financiera internacional impregnada de conservadores valores sure?os.
Con m¨¢s de seis millones de habitantes en sus zonas metropolitana y perif¨¦rica, Atlanta sigue experimentando un crecimiento explosivo debido a la inmigraci¨®n, tanto nacional como internacional. M¨¢s all¨¢ de las atracciones tur¨ªsticas del Downtown hay buenos restaurantes, una importante influencia de Hollywood (es un popular centro de producci¨®n cinematogr¨¢fica) y una interesante historia afroamericana: todos los movimientos art¨ªsticos, pol¨ªticos o intelectuales afroamericanos a escala nacional han tenido su origen o encontraron aqu¨ª su centro de gravedad.
Para subir monta?as hay que poner rumbo al norte del Estado, en el extremo sur de los Apalaches. Los colores del oto?o alcanzan su punto ¨¢lgido en octubre, el mejor momento para visitar sitios como la garganta Tallulah, de 366 metros de profundidad, o hacer excursiones por los parques estatales de Vogel y Unicoi.
Otra ruta por Georgia es la de la carretera de la costa, entre pastos amplios y abiertos, campos de algod¨®n y granjas frut¨ªcolas que permiten ver el llamado Estado del melocot¨®n en todo su esplendor. Curiosamente, la regi¨®n produce m¨¢s ar¨¢ndanos y cacahuetes que melocotones, y no faltan oportunidades para probar los productos locales cultivados en esta f¨¦rtil zona. Es un mundo rural para disfrutar de la sencillez, pero tambi¨¦n para practicar kayak en las ind¨®mitas aguas del pantano de Okefenokee, infestado de caimanes, o senderismo en las imponentes formaciones violetas, rojas y anaranjadas del Providence Canyon.
Adem¨¢s, visitantes de todo el mundo acuden en masa a Plains, ciudad natal del presidente Jimmy Carter, y a la so?olienta e hist¨®rica Senoia. Y a¨²n nos queda pasar por Savannah, sure?a al cien por cien, repleta de elegantes mansiones antebellum, frondosas plazas p¨²blicas, pantanos de agua dulce y grandes robles recubiertos de musgo.
9. Alabama y la lucha por los derechos civiles
La historia envuelve Alabama. En pocos lugares de Estados Unidos el pasado se vive de forma tan palpable y emotiva como aqu¨ª. Bastan dos ejemplos: la cultura misisipiana construy¨® grandes ciudades de mont¨ªculos de tierra durante el Calcol¨ªtico (Edad del Cobre), y la ciudad de Mobile es una joya de la arquitectura franco-caribe?a. Sin embargo, para mucha gente, Alabama es sin¨®nimo del movimiento por los derechos civiles de EE UU. Quiz¨¢ una lucha como aquella estaba hecha a medida para un Estado como este, con sus plantaciones, sus mansiones neog¨®ticas, sus miserables tierras de cultivo y una fuerte personalidad que se manifiesta en su arte, su cocina y su cultura.
Montgomery, la capital de Alabama, es un conjunto de calles arboladas, edificios de ladrillo rojo, solitarias v¨ªas f¨¦rreas y un centro adoquinado que acapara gran parte de las nuevas inversiones de la zona. Casi todos sus puntos de inter¨¦s est¨¢n vinculados al movimiento por los derechos civiles, en el que la ciudad desempe?¨® un papel clave. El 1 de diciembre de 1955, una costurera negra llamada Rosa Parks se neg¨® a ceder su asiento a un hombre blanco en un autob¨²s urbano, dando inicio al boicot de los autobuses dirigido por Martin Luther King. Esta acci¨®n acab¨® en ¨²ltima instancia con la segregaci¨®n en los autobuses urbanos, impuls¨® el movimiento por todo el pa¨ªs y sent¨® las bases para las marchas de protesta de Selma a Montgomery de 1965. La moderna Montgomery es hoy una ciudad que atrae a j¨®venes emprendedores, muchos de ellos afroamericanos.
Otra de las ciudades representativas del Estado es Selma, un lugar tranquilo ubicado en el Black Belt, el cintur¨®n negro de Alabama, llamado as¨ª tanto por su suelo oscuro y f¨¦rtil como por la nutrida poblaci¨®n de afroamericanos. Selma tambi¨¦n es conocida por los incidentes del 7 de marzo de 1965. Aquel d¨ªa, cerca del puente Edmund Pettus, los medios de comunicaci¨®n grabaron a polic¨ªas y diputados reprimiendo a golpes a los manifestantes negros y blancos que intentaban marchar de Selma a Montgomery por el derecho al sufragio.
10. Encrucijada en la ruta del blues
Flanqueado por el imponente r¨ªo Misisipi en toda su frontera occidental, Misisipi, el Estado de la Magnolia, acoge identidades contrapuestas. Aqu¨ª hay mansiones palaciegas y pobreza rural; evocadoras llanuras algodoneras y frondosas colinas; arena dorada en la costa y apacibles tierras de labranza en el norte. A menudo mitificado e incomprendido, es la cuna de una parte de la historia m¨¢s cruda del pa¨ªs, y por todo ello merece una visita a conciencia.
La Highway 61, la legendaria ruta del blues entre Nueva Orleans y Chicago, atraviesa de sur a norte el Estado por carreteras rectas sin apenas tr¨¢fico, campos de algod¨®n, aldeas rec¨®nditas, cruces de caminos, plantaciones, llanuras, iglesias solitarias, cementerios en ruinas y ciudades como Greenville, a orillas del r¨ªo, en la regi¨®n del Delta, o Clarksdale, la capital hist¨®rica del blues del Delta. Antes de llegar, en el cruce entre la 49 y la 61, la mitolog¨ªa ubica el lugar donde el m¨²sico Robert Johnson vendi¨® su alma al diablo.
El Delta es un lugar de extremos, un territorio extenso y llano de campos de algod¨®n silenciosos bajo un sol severo. Aqu¨ª, en una sociedad feudal de grandes mansiones y esclavos, las canciones de trabajo y amor acabaron convirti¨¦ndose en la m¨²sica popular estadounidense. Estas canciones viajaron desde ?frica a trav¨¦s de los campos de aparceros, donde dieron lugar al blues y posteriormente al rock. El turismo de esta regi¨®n, todav¨ªa con los peores ¨ªndices de pobreza rural del pa¨ªs, gira en torno al descubrimiento de las ra¨ªces de esta forma de arte t¨ªpicamente americana, pero absolutamente universal.
11. Natchez Trace Parkway, la carretera de los pioneros
Si se recorre Misisipi en coche es recomendable planificar al menos una parte del viaje por una de las carreteras m¨¢s antiguas de Norteam¨¦rica: la Natchez Trace Parkway, declarada espacio protegido y administrada por el Servicio de Parques Nacionales. Sus 715 kil¨®metros siguen una cresta de monta?a que los animales prehist¨®ricos usaban como ruta de pasto. Posteriormente, el ¨¢rea por la que transitaban aquellos animales se convirti¨® en sendero y en ruta comercial de las culturas amerindias, y esa ruta pas¨® a ser la Natchez Trace, una de las grandes v¨ªas hacia el Lejano Oeste, a menudo plagada de bandidos.
Es una carretera panor¨¢mica preciosa, que cruza bosques espesos y oscuros, humedales, campi?a y largos tramos de terrenos agr¨ªcolas. Cuenta con m¨¢s de 50 puntos de acceso y un pr¨¢ctico centro de visitantes a las afueras de Tupelo. No hay sem¨¢foros ni se?ales de Stop.
12. Arkansas, el Estado salvaje
Como una bisagra de monta?as entre el Medio Oeste y el Sur profundo, Arkansas es un lugar bastante subestimado, un Estado repleto de r¨ªos bravos, valles frondosos, picos de granito y con la escarpada columna de las Ozark Mountains y el bosque de Ouachita. Presume tambi¨¦n de sus parques estatales y de las peque?as y solitarias carreteras que atraviesan espesos bosques y prados donde pastan los caballos. Los pueblos de monta?a son de lo m¨¢s variado: entre el fundamentalismo cristiano, las comunas hippies y los bares de moteros, pero toda esta gente tan distinta comparte el amor por la sorprendente belleza natural del territorio.
Little Rock, la capital, hace honor a su nombre, porque es bastante peque?a. Pero es el centro de la vida urbana en Arkansas, y sus barrios residenciales cuentan con bares acogedores, nuevos restaurantes y muchos senderos ciclistas. Un monumento recuerda a los Nueve de Little Rock (Little Rock Nine), un grupo de chicas y chicos negros que en septiembre de 1957 desafiaron a las autoridades racistas acudiendo al instituto p¨²blico de la ciudad, vetado a los afroamericanos. Su escasa poblaci¨®n se ve compensada con una situaci¨®n privilegiada: est¨¢ situada a orillas del r¨ªo Arkansas, entre valles fluviales cubiertos de bosques.
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