Vi?etas del Medio Oeste: viaje por las heridas abiertas de Estados Unidos
Ohio, M¨ªchigan, Wisconsin, Minnesota, Dakota del Sur, Nebraska, Iowa¡ 4.000 kil¨®metros a trav¨¦s de las dos Am¨¦ricas que se disputan la dem¨®crata Kamala Harris, que aspira a convertirse en la primera presidenta del pa¨ªs, y el republicano Donald Trump, cuyo posible regreso al Despacho Oval asusta a medio mundo
Este es un viaje en coche por las heridas abiertas de Estados Unidos rumbo a un lugar que no existe. Un road trip a trav¨¦s del Medio Oeste: para la Oficina del Censo, esa regi¨®n formada por 12 Estados en el centro del mapa; para el resto del pa¨ªs, algo que llaman flyover country, una vasta porci¨®n de tierra tan plana como los acentos de quienes la habitan que sobrevuelas camino de alg¨²n lugar m¨¢s interesante.
¡°El Medio Oeste es, en esencia, un mito¡±, nos hab¨ªa advertido el escritor Jonathan Franzen, ilustre midwesterner, antes de salir a la carretera. Ese mito habla, seg¨²n Franzen, de ¡°principios morales estrictos, buenos vecinos y hombres y mujeres corteses que se sienten intimidados en entornos cosmopolitas¡±.
Es tambi¨¦n el coraz¨®n de Am¨¦rica, su apoteosis y, en cierto modo, su conciencia. Y no se trata (o no solo se trata) de un recurso a la l¨ªrica: el Medio Oeste se conoce como Heartland, una v¨ªscera industrial y agr¨ªcola vital para el funcionamiento del pa¨ªs, cuya existencia, como la del coraz¨®n humano, es f¨¢cil dar por sentada hasta que avisa.
El Midwest tiene la costumbre de avisar cada cuatro a?os, cuando se acercan las elecciones presidenciales y los candidatos visitan sin parar M¨ªchigan y Wisconsin, dos de los siete Estados decisivos. Junto con la vecina Pensilvania, territorio que no comparte regi¨®n del censo pero s¨ª costumbres, forman el muro azul que la aspirante dem¨®crata Kamala Harris necesita levantar para convertirse en la primera mujer de la historia en ocupar el Despacho Oval.
Wisconsin y M¨ªchigan fueron paradas de un viaje circular que empez¨® una soleada ma?ana de principios de septiembre en Cincinnati, Ohio, y termin¨® en Des Moines, Iowa. Una ciudad con peor fama de la que merece, en gran parte gracias a la c¨¦lebre frase de uno de sus hijos, el escritor Bill Bryson: ¡°Nac¨ª en Des Moines. Alguien ten¨ªa que hacerlo¡±.
En total recorrimos siete Estados y 4.000 kil¨®metros por carreteras en l¨ªnea recta a trav¨¦s de las iglesias evang¨¦licas y las macrogranjas. De las f¨¢bricas de procesamiento de carne y las tiendas de todo a un d¨®lar que han inundado el pa¨ªs con el estallido de la inflaci¨®n. De los interminables campos de ma¨ªz y soja y esos silos plateados que se yerguen en la inmensidad como catedrales de las praderas.
Para descifrar ese paisaje mon¨®tono, Franzen nos recomend¨® ce?irnos a los hechos que definen sus contornos: ¡°El declive industrial, la corporativizaci¨®n de la agricultura, la dependencia de los inmigrantes para el trabajo sucio que los blancos no quieren hacer, las plagas de la metanfetamina y el fentanilo o el legado sociol¨®gico de la Gran Migraci¨®n negra a las ciudades¡±.
En el dise?o del recorrido tambi¨¦n influy¨® el hecho de que los dos candidatos a la vicepresidencia sean del Medio Oeste. El dem¨®crata Tim Walz naci¨® en Valentine (Nebraska). Su rival, JD Vance, en Middletown (Ohio). Y a ambos los escogieron por ser dos muchachos blancos de pueblo con los que pudieran identificarse los votantes desencantados de esta regi¨®n, especialmente los del llamado Cintur¨®n de ?xido. Desconfiados de las ¨¦lites de las dos costas, golpeados por la desindustrializaci¨®n y v¨ªctimas del incesante movimiento de un mundo que creen que gira sin contar con ellos, resultaron decisivos para aupar a Donald Trump en 2016.
Adem¨¢s de ese desencanto, todas las disputas que decidir¨¢n el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos se libran a escala en esta zona de combate: del derecho al aborto a la inflaci¨®n; de la brecha campo-ciudad al racismo, y de la crisis en la frontera al futuro de un mundo bipolar con China como gran potencia con la que medirse. Es una guerra entre dos visiones contrapuestas: la dem¨®crata, con su mensaje de futuro, un futuro que no convence a todos, y la republicana, que repite el eslogan Make America Great Again en su evocaci¨®n de un sombr¨ªo regreso al pasado.
Y si esos dos viajes en el tiempo coinciden en un punto es en 2020, el a?o de la plaga y de las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd. En noviembre, Joe Biden gan¨® las elecciones por siete millones de votos y Trump, que dej¨® el poder tras instigar una insurrecci¨®n el 6 de enero de 2021, se neg¨® a admitir la derrota. A¨²n sigue sosteniendo que no perdi¨® entonces, mientras sus rivales luchan contra otra amnesia: tratan de que el electorado recuerde c¨®mo era la vida con ¨¦l en la Casa Blanca.
Mil kil¨®metros y un abismo ideol¨®gico separan dos de esos lugares en los que el reloj parece haberse detenido hace cuatro a?os: la barber¨ªa de Karl Manke, en Owosso (M¨ªchigan) y la moderna librer¨ªa Moon Palace, que est¨¢ en la misma acera de la comisar¨ªa que ardi¨® en Minneapolis despu¨¦s de que el agente blanco Derek Chauvin asfixiara a Floyd con la rodilla. En esa librer¨ªa ¨Dque vende un libro infantil titulado ?Podr¨ªamos por favor entregar el Departamento de Polic¨ªa a las abuelas?¨D a¨²n obligan a los clientes a usar mascarilla.
A Manke lo fuimos a ver en el segundo d¨ªa de nuestro viaje atra¨ªdos por su modesta leyenda: hombre de voz grave de 82 a?os, se convirti¨® al principio del confinamiento en un s¨ªmbolo de resistencia al negarse a mantener cerrado su negocio cuando la gobernadora de M¨ªchigan, Gretchen Whitmer, prolong¨® las restricciones. Aquellos d¨ªas, su peluquer¨ªa, cuyo aire retro acent¨²a el tel¨¦fono con disco de marcar, se convirti¨® en un lugar de peregrinaci¨®n para quienes se opon¨ªan a la respuesta oficial a la pandemia. ¡°Lleg¨® gente de todos los Estados del pa¨ªs¡±, nos cont¨® Manke, que adem¨¢s es autor de una docena de novelas hist¨®ricas, mientras las tijeras revoloteaban alrededor de la cabeza de un cliente cubierto por una bandera estadounidense con utensilios de peluquer¨ªa en lugar de estrellas. Muchos de ellos lo hicieron armados, dispuestos a defender la libertad del resistente.
Cuando las autoridades le retiraron la licencia, Manke se junt¨® con otros barberos para protestar cortando el pelo en los terrenos del Capitolio de Lansing y ¨¦l se llev¨® una multa. Unas semanas antes, otra protesta en ese mismo lugar hab¨ªa dado la vuelta al mundo cuando un grupo de hombres blancos, armados con fusiles y enfadados con Whitmer, entr¨® en el Capitolio y se fotografi¨® junto a la puerta de la oficina de la gobernadora. Algunos de ellos fueron arrestados meses despu¨¦s por participar en un complot para asesinarla.
Con esos antecedentes, cuando el d¨ªa de nuestra visita al Capitolio el guardia del arco de metales pregunt¨® al fot¨®grafo si la c¨¢mara disparaba balas, a este se le congel¨® la clase de sonrisa que a veces sirve para distinguir al extranjero en este pa¨ªs brutal: no fue posible saber si el comentario iba en serio o no. Despu¨¦s, buscando el lugar exacto en el que los rebeldes se tomaron la fotograf¨ªa, apareci¨® una pareja de jubilados de Pensilvania, Jeff y Cindy Coup. Estaban embarcados en una misi¨®n tur¨ªstico-patri¨®tica: visitar todos los capitolios del pa¨ªs. Contaron que llevan 32 a?os casados. ¡°No est¨¢ tan mal¡±, dijo ella, ¡°teniendo en cuenta que yo soy una dem¨®crata ac¨¦rrima y ¨¦l, republicano¡±. ¡°Un republicano que nunca vot¨® ni votar¨¢ a Trump¡±, especific¨® ¨¦l.
En un pa¨ªs tan ¨ªntimamente dividido, los Coup son una rareza. Un estudio de la Asociaci¨®n Estadounidense de Psicolog¨ªa concluy¨® que solo un 8% de las parejas est¨¢ formada por miembros de distintos partidos. Conduciendo por las carreteras secundarias del Medio Oeste, uno pensar¨ªa que, en sus pueblos, dem¨®cratas y republicanos tampoco se mezclan, o que, si lo hacen, no exteriorizan sus diferencias.
As¨ª, la parte central de M¨ªchigan se despleg¨® como una homog¨¦nea extensi¨®n del Trump Country, con carteles en favor del expresidente casi en cada jard¨ªn y banderas puestas del rev¨¦s, vieja se?al marinera para advertir del peligro, que se apropiaron los insurrectos del 6 de enero. En una granja en la que estaban cosechando el ma¨ªz con semanas de antelaci¨®n debido al excesivo calor del verano, una mujer que no quiso dar su nombre dijo que no era consciente de tener ning¨²n vecino dem¨®crata. A continuaci¨®n, como si quisiera distinguirse, a?adi¨®: ¡°En esta casa creemos en el cambio clim¨¢tico¡±.
Una hora m¨¢s al oeste, un gigantesco tr¨¢iler de campa?a de Trump guardaba la puerta de un criadero de caballos. Lori Brock, su propietaria ¡ªde la granja, no del cami¨®n, que alguien hab¨ªa tra¨ªdo para un mitin republicano y a¨²n no hab¨ªa vuelto a por ¨¦l¡ª, se ha convertido en una estrella del trumpismo, pero hace no tanto la pol¨ªtica no le interesaba. ¡°Era lo que se suele decir una votante indecisa¡±, cont¨® en el promontorio desde el que domina las 60 hect¨¢reas de su terreno. Todo cambi¨® con el plan de construir al otro lado de la carretera una f¨¢brica de bater¨ªas para coches el¨¦ctricos con capital del gigante chino Gotion. Y as¨ª fue c¨®mo Brock acab¨® siendo en julio una de las oradoras de la Convenci¨®n Nacional Republicana en Milwaukee.
Gotion escogi¨® M¨ªchigan para su proyecto, valorado en 2.400 millones de d¨®lares, gracias a casi 800 millones en subvenciones y exenciones fiscales del Estado. Las autoridades locales votaron a favor, por el dinero y los puestos de trabajo (unos 2.000, prometieron) que traer¨ªa a la comunidad. Algunos vecinos empezaron entonces a denunciar que la compa?¨ªa ten¨ªa v¨ªnculos con el Partido Comunista Chino (que la empresa niega), y la ¡°crispaci¨®n¡±, las ¡°mentiras¡± y las ¡°amenazas¡± crecieron. ¡°Me hice republicana cuando vi que solo ellos estaban dispuestos a ayudarnos¡±, record¨® Brock.
Pocos d¨ªas antes de nuestra visita, Vance dio un mitin en la finca, insospechado campo de batalla de las tensas relaciones entre China y Estados Unidos. Sobre los motivos por los que Gotion decidi¨® fijarse en este rinc¨®n de Am¨¦rica, la granjera dijo que cre¨ªa que era por su proximidad con la Universidad Ferris State, ¡°que tiene uno de los dos mejores programas de ciberseguridad del pa¨ªs¡±. ¡°Quieren espiarnos. Y tambi¨¦n les interesa el agua pura de M¨ªchigan¡±.
En este Estado hay unos 11.000 lagos. Algunos son casi mares, como el M¨ªchigan, que ba?a adem¨¢s Wisconsin e Illinois. Y los hay m¨¢s modestos, como el Idlewild. Est¨¢ situado un poco m¨¢s al norte de la granja con el tr¨¢iler de Trump, y en otro tiempo se organiz¨® a su alrededor una utop¨ªa.
Conocido como Ed¨¦n Negro, el resort del mismo nombre fue desde 1915 un lugar de vacaciones para afroamericanos de ciudades como Detroit, Chicago o Milwaukee transplantados del sur como parte de la Gran Migraci¨®n en un tiempo en el que no les estaba permitido mezclarse con los blancos.
Idlewild lleg¨® a tener clubes, teatros y hoteles. Con las conquistas de los derechos civiles de los a?os sesenta dej¨® de tener sentido un lugar as¨ª, y entr¨® en decadencia. Cuando llegamos, la tarde tocaba a su fin. ¡°Una nueva generaci¨®n de propietarios est¨¢ empe?ada en recuperar el brillo que una vez tuvo¡±, explic¨® Christina Barnard, con su nieta Lareza en brazos, tras el ¨²ltimo ba?o del d¨ªa. A Barnard, cont¨®, la idea de que una mujer de ascendencia negra (y sudasi¨¢tica) llegue a la Casa Blanca le trae ¡°francamente sin cuidado¡±.
La aparente desidia entre los votantes afroamericanos (especialmente, los hombres) que apoyaron masivamente a Obama y a Biden se ha convertido en uno de los temas de la recta final de la campa?a. En el bar de la urbanizaci¨®n, un vecindario con casas ocultas entre los pinos y, pese a todo, poblado de carteles electorales en favor de Harris y Walz, Jackie Houze, una de tantas vecinas jubiladas, que se mud¨® aqu¨ª desde Cincinatti en 1986, dijo en un receso de su partida de cartas que pensaba votar a la candidata dem¨®crata, ¡°no por afroamericana, sino porque parece buena persona¡±. ¡°A Trump solo le interesa ¨¦l mismo¡±.
???
Esas dos Am¨¦ricas, la del ed¨¦n negro y la del desconfiado aislacionismo, casi nunca se tocan. Una de esas raras veces lleg¨® al d¨ªa siguiente de la partida de cartas en Idlewild. Fue en Muskegon, el puerto del que salen rumbo a Milwaukee los ferris que atraviesan el lago M¨ªchigan. Hab¨ªa dos casas con jard¨ªn contiguas: en una, los carteles ped¨ªan el voto para Harris. En la otra, que Trump devuelva su grandeza a Estados Unidos. En la calle desierta, Janette Reckell, simpatizante dem¨®crata que paseaba a su perro Kennedy, cont¨® que ella hace tiempo que decidi¨® no poner propaganda partidista en su casa para evitar ¡°problemas con los vecinos¡±.
Sobre la cubierta del ferri se materializ¨® al rato una rareza a¨²n mayor en un pa¨ªs atiborrado de pol¨ªtica: una familia menonita de Misuri, en mitad de sus vacaciones. ¡°Nuestra religi¨®n nos permite conducir, y viajar en barco; incluso usar con moderaci¨®n esto¡±, advirti¨® Gaylord Hostetler, el padre, se?alando un viejo m¨®vil de concha, ¡°pero nosotros no votamos. No necesitamos a los pol¨ªticos, porque Dios vela por nosotros. Y lo preferimos: no nos gusta ver a la gente tan enfrentada¡±.
La polarizaci¨®n que define la vida en Estados Unidos y que acentu¨® la irrupci¨®n de Trump en escena es algo m¨¢s que una discusi¨®n dial¨¦ctica para quienes, como el profesor de la Universidad de Milwaukee Michael Mirer, que esperaba aquel d¨ªa gris en la otra orilla del lago, colaboran como voluntarios contando votos el d¨ªa de las elecciones. Sol¨ªa ser un trabajo aburrido, ideal para jubilados con tiempo libre, pero la desconfianza en las instituciones la ha convertido en una tarea de alto riesgo.
En 2020, Mirer se encontr¨® en primera l¨ªnea de contenci¨®n de la Gran Mentira de Trump, cuando lo culparon de ser c¨®mplice del fraude electoral dem¨®crata, un bulo mil veces desmontado. Wisconsin, que los republicanos perdieron por siete d¨¦cimas, se convirti¨® entonces en uno de los epicentros de la lucha del expresidente por aferrarse al poder. ¡°Tuvimos que volver a contar los votos¡±, record¨® Mirer en un restaurante de un barrio joven de Milwaukee.
Trump se gast¨® tres millones de d¨®lares en forzar ese recuento en dos condados de Wisconsin: Dane, el que incluye Madison, la capital, y Milwaukee, donde tras repasar los votos sali¨® perdiendo. Resulta que le hab¨ªan adjudicado 132 sufragios que no le correspond¨ªan. Fuera de esos n¨²cleos urbanos, el candidato republicano gan¨® c¨®modamente, aunque con menos margen que en otras zonas rurales del pa¨ªs.
Para sentir el contraste entre la vida en las ciudades, de natural dem¨®crata, y el campo (casi siempre republicano), condujimos aquella tarde desde Milwaukee hasta Richland Center, donde estaban celebrando la feria del condado. Los platos fuertes de la velada fueron la exhibici¨®n de conejos y el concurso de belleza de novillas. Era tambi¨¦n la noche en la que las familias entraban gratis, y solo un pu?ado de vaqueros solitarios se acerc¨® al granero en el que los dos partidos pol¨ªticos hab¨ªan instalado sus tenderetes.
El republicano gan¨® su propio concurso, el de la efectividad en el mensaje, al proponer a los curiosos un sencillo juego. Ten¨ªan que coger tres alubias y depositarlas en unos botes para fijar sus prioridades a la hora de votar: la inflaci¨®n, la independencia energ¨¦tica, la frontera, la deportaci¨®n de ¡°ilegales¡±, la soberan¨ªa de Estados Unidos frente a organismos multilaterales, la inseguridad o ¡°el derecho a la vida¡±. Los tarros m¨¢s llenos eran al final de la jornada los referidos a la inmigraci¨®n, seguidos por el de la econom¨ªa.
Y en eso tambi¨¦n se tocan las dos Am¨¦ricas: la inflaci¨®n encabeza todas las encuestas sobre las inquietudes de los votantes, sean del partido que sean. La frontera sur preocupa mucho m¨¢s comparativamente a los simpatizantes republicanos, y Trump ha basado gran parte de su campa?a, atiborrada de mensajes xen¨®fobos, en agitar ese miedo y en alentar bulos como el que solt¨® en el ¨²nico debate presidencial, seg¨²n el cual los inmigrantes haitianos de Springfield, una peque?a ciudad de Ohio, se comen a las mascotas.
En una entrevista con la CNN, Vance, que fue el primero en amplificar esa mentira, dijo d¨ªas despu¨¦s: ¡°Si tengo que inventar historias para que los medios presten atenci¨®n al sufrimiento del pueblo estadounidense, lo har¨¦¡±. No pareci¨® importarle que esas historias hayan arruinado, entre rumores y amenazas de muerte, la tranquilidad de muchos vecinos de Springfield. Tampoco que, en un relato que cabe aplicar a otros lugares repartidos por el Medio Oeste, esos migrantes a los que Trump amenaza con deportar si llega a la Casa Blanca hayan contribuido, seg¨²n las autoridades locales, a fortalecer la econom¨ªa de la ciudad.
Vance naci¨® en Middletown, a unos 80 kil¨®metros al sur de Springfield. Su madre era una enfermera que cay¨® en la trampa de los opi¨¢ceos con receta, como tantos en un Estado que, seg¨²n calcula Sam Quinones, autor de dos libros de referencia sobre la mayor crisis de drogas de Estados Unidos, registr¨® hacia 2014 las primeras muertes por sobredosis de fentanilo del pa¨ªs. Esa adicci¨®n oblig¨® a educar al ni?o a la abuela, una mujer de armas tomar emigrada desde el coraz¨®n de los Apalaches, en la vecina Kentucky. La historia de superaci¨®n del pobre chico que, a base de esfuerzo, se grad¨²a en Yale y acaba trabajando en Silicon Valley, fue un best-seller que leyeron con fruici¨®n las ¨¦lites liberales para tratar de entender c¨®mo pudo ganar Trump en 2016. Luego, esas memorias se convirtieron en una pel¨ªcula de Hollywood. Despu¨¦s de eso, lleg¨® el salto a la pol¨ªtica: Vance fue elegido en 2022 senador por Ohio, un Estado que sol¨ªa ser bisagra y hoy es republicano.
Las cicatrices que exhibe el centro de Middletown cuentan la historia de una ciudad que vivi¨® tiempos mejores cuando lo fueron para la compa?¨ªa que le daba sustento: la acerera Armco, que hoy, con otro nombre, a¨²n da empleo a 2.400 personas. Hay tiendas de empe?o, locales vac¨ªos, f¨¢bricas derruidas y hoteles cerrados desde hace demasiado tiempo. Tambi¨¦n hay murales de arte urbano y algunos negocios que dan la raz¨®n a Matthew Smith, profesor de Historia de los Apalaches, un escoc¨¦s que lleva d¨¦cadas viviendo aqu¨ª y nos hizo de cicer¨®n: ¡°Hay una cierta revitalizaci¨®n de la ciudad gracias¡°, explic¨®, ¡°a la econom¨ªa creativa, las galer¨ªas de arte o los festivales de m¨²sica, y tambi¨¦n a las posibilidades del teletrabajo¡±.
En la pasteler¨ªa de la calle principal, su propietaria, Vera Slamka, colombiana de Barranquilla que lleg¨® hace 40 a?os a este rinc¨®n del mundo y recuerda a Vance de ni?o, ¡°con esos ojos tan lindos¡±, cont¨® que ha multiplicado la producci¨®n de unas rosquillas chafadas que se llaman uglies (fe¨²chas), porque son las favoritas del senador republicano y as¨ª lo dijo en alguna parte. Al rato de llegar, la conversaci¨®n se anim¨® entre los clientes del local. No todos en Middletown est¨¢n contentos con el retrato de la ciudad que hizo el candidato a vicepresidente. ¡°Lo hemos pasado muy mal aqu¨ª, pero odi¨¦ la pel¨ªcula¡±, dijo Eric Harris, un vecino afroamericano de los suburbios acomodados de la ciudad. ¡°Creo que exager¨® las cosas en su propio provecho pol¨ªtico¡±. A Smith le parece que al libro lo salva ¡°la potencia de su escritura¡±.
Rodney Creech, congresista estatal republicano de Ohio, cree que Trump acert¨® al elegir a Vance. ¡°Son una pareja bastante insuperable; los dos dominan el arte de patear traseros¡±, dijo en una entrevista en la granja familiar, en la que pos¨® para las fotos subido a un enorme tractor. Esa misma ma?ana, Greg Landsman, dem¨®crata de la C¨¢mara de Representantes, hab¨ªa contado en Cincinnati, el distrito que representa en Washington y que tambi¨¦n es el de Vance, que conoce ¡°muy bien¡± al candidato y su ¡°manera de hacer pol¨ªtica, basada en el caos, el extremismo y la crueldad¡±. ¡°Todos sabemos que J. D. se fue a Yale y a Silicon Valley, y que, aunque nos quiere hacer creer lo contrario, no es como la gente de aqu¨ª. No habla ni piensa como nosotros. ?Walz?¡±, se pregunt¨® Landsman. ¡°?l s¨ª es un verdadero habitante del Medio Oeste¡±.
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El rastro vital del aspirante dem¨®crata a la vicepresidencia hubo que buscarlo muy lejos de Ohio, en la desolada Nebraska. Tim Walz, gobernador de Minnesota, pas¨® sus primeros a?os en Valentine, donde naci¨®, y en Butte, un pueblo de 326 habitantes en el que a¨²n viven su madre y unos parientes que han adquirido cierta fama al anunciar que no votar¨¢n por ¨¦l en las elecciones. Con su calle principal desierta, la bandera estadounidense hecha jirones y el tipo con sombrero de cowboy y dos pu?ales en el cinto, nadie dir¨ªa que de ese lugar sali¨® un pol¨ªtico dem¨®crata si no fuera porque en su instituto hay una foto que atestigua que fue alumno de la ¡°clase de 1982¡å. ¡°?ramos 24 en total, y ninguno fue a Yale¡±, dijo Walz en el discurso en el que acept¨® la designaci¨®n dem¨®crata en la convenci¨®n de Chicago.
?l complet¨® la universidad en Nebraska, y en 1996 se mud¨® a Minnesota. Trabaj¨® como profesor y entrenador asistente en el instituto de Mankato, al sur del Estado, un lugar de infame recuerdo: en 1862 acogi¨® el ajusticiamiento de 38 siux, la ejecuci¨®n masiva m¨¢s grande de la historia de Estados Unidos. Se involucr¨® en pol¨ªtica en 2005 y dos a?os despu¨¦s fue elegido congresista en Washington por ese distrito, cargo que desempe?¨® hasta 2019. En su tiempo como gobernador ha abrazado pol¨ªticas progresistas, como la distribuci¨®n gratuita de comida y art¨ªculos para la menstruaci¨®n en las escuelas p¨²blicas, aunque fue su gesti¨®n de los disturbios que siguieron al asesinato de George Floyd lo que le hizo conocido m¨¢s all¨¢ de las fronteras del Estado.
Walz tard¨® tres d¨ªas en desplegar a la Guardia Nacional para contenerlos, aunque, ¡°para ser justos¡±, se?ala Michelle Phelps, autora de un libro sobre la polic¨ªa en Minneapolis, ¡°los disturbios no se pusieron serios hasta la segunda jornada¡±. Para sus detractores, el gobernador ¡°dej¨® arder la ciudad¡±. ¡°Tampoco ha hecho nada para resolver el problema de inseguridad desde la pandemia¡±, considera Lloyd Drilling, propietario de una joyer¨ªa de Market, una calle venida a menos donde los sintecho y los adictos al fentanilo se mezclan con los vecinos j¨®venes como Nikhil Kumaran, atra¨ªdos por los alquileres bajos. La tienda de Drilling fue una de las que resultaron saqueadas en aquellos d¨ªas de mayo de 2020. El due?o dice que perdi¨® 100.000 d¨®lares en g¨¦nero y guarda, ocultas bajo una tela, fotograf¨ªas de los desperfectos.
¡°Me parece que decir eso es una forma de desviar la conversaci¨®n de lo importante, las causas de aquel malestar: un polic¨ªa blanco asesin¨® a un hombre negro inocente¡±, opina la pastora luterana Ingrid Rasmussen, que defini¨® en una entrevista frente al altar de su iglesia lo vivido en 2020 por la ciudad, que en realidad son dos, Minneapolis y Saint Paul, las Twin Cities, como ¡°una pandemia tambi¨¦n gemela¡±: ¡°La del coronavirus y la del trauma racial¡±.
Su parroquia est¨¢ situada a un par de calles de la comisar¨ªa a la que pegaron fuego los manifestantes, un lugar cuya reconstrucci¨®n a¨²n se discute en la ciudad. Cuando la avisaron, Rasmussen convirti¨® la iglesia en un improvisado refugio donde comer algo o tomar un respiro, as¨ª como en un hospital de campa?a para tratar los golpes y las lesiones del gas lacrim¨®geno. Estaba embarazada de ocho meses, y el templo lleg¨® a acoger a unas mil personas.
La memoria de Floyd sigue muy viva en estas dos ciudades que se comportan como una sola, pese a estar separadas por el r¨ªo Misisipi, espina dorsal de Estados Unidos, que nace un poco m¨¢s al norte. Con sus 3,7 millones de habitantes, son las responsables de que Minnesota sea una isla azul (dem¨®crata) en el oc¨¦ano rojo (republicano) del Medio Oeste. Un viaje a bordo de la l¨ªnea del tranv¨ªa que conecta ambos n¨²cleos urbanos bast¨® para comprobar que, pese a que aqu¨ª est¨¢ la sede de 15 compa?¨ªas del Fortune 500 y el mayor centro comercial de Estados Unidos, Mall of America, un mastodonte con parque de atracciones incluido, los efectos de la ¡°pandemia gemela¡± de Rasmussen no se han superado. El tren ligero, que sol¨ªa ser el orgullo de sus usuarios, est¨¢ hoy tomado por adictos y enfermos mentales.
En la esquina en que Chauvin cometi¨® su horrendo crimen, rebautizada como George Floyd Square, permanece el frondoso altar a la puerta de la tienda de conveniencia en la que Floyd trat¨® de pagar con un billete falso. Y no, no es el lugar m¨¢s recomendable para un turista despistado. La gente deja all¨ª velas y carteles de otras v¨ªctimas de la brutalidad policial. Hay flores secas por todas partes, lugares para coger libros y ropa gratis y una gasolinera abandonada que dice: ¡°Mientras haya gente, habr¨¢ poder¡±. El aire solemne del lugar lo enrarece una irrespetuosa pintada en el suelo: un pene acompa?ado de la palabras ¡°poder blanco¡±. Un vecino llamado George Dennis cont¨® que el barrio hab¨ªa mejorado algo desde entonces, ¡°pero no lo suficiente¡±. A la conversaci¨®n se uni¨® despu¨¦s un tipo con cara de pocos amigos que se identific¨® como El Que Molesta a los Turistas: ¡°Las cosas suceden para provocar un cambio¡±, dijo. ¡°Y aqu¨ª todo sigue igual. Estamos hartos de que veng¨¢is, tom¨¦is vuestras fotos y no hag¨¢is nada por la comunidad¡±.
La joven congresista dem¨®crata Mar¨ªa Isa P¨¦rez-Vega s¨ª decidi¨® hacer algo. Recuerda perfectamente que el d¨ªa en que vio el v¨ªdeo de los nueve minutos de la agon¨ªa de Floyd ten¨ªa a su hija reci¨¦n nacida en brazos. Vega, de ascendencia puertorrique?a, vivi¨® una temporada cerca de donde mataron a Floyd. Lo conoc¨ªa bien, y se refiere a ¨¦l como ¡°Big Floyd¡±, ¡°porque era un grandull¨®n adorable¡±, seg¨²n record¨® la pol¨ªtica en un elegante hotel de Saint Paul. El tipo sol¨ªa hacer de guardia de seguridad en las salas en las que ella tocaba al frente de su banda de hip hop. Cuando ten¨ªa 18 a?os, trat¨® en cierta ocasi¨®n a Chauvin, el asesino, tras un altercado en un concierto. ¡°Quiso intimidarme para sacarme informaci¨®n, pero yo le par¨¦ los pies: ¡®si quieres hablar conmigo, tendr¨¢ que ser ante un abogado¡±.
Vega se meti¨® en pol¨ªtica tras el asesinato. En 2022 gan¨® las elecciones de su distrito de Saint Paul. Es hija de una activista puertorrique?a, que fue directora de la Oficina de Igualdad de Oportunidades ¡°cuando en Minnesota hab¨ªa menos de un 1% de latinos¡±. Hoy representan el 6,5% de la poblaci¨®n, y en lugares como Worthington superan el 41%.
Situada cerca de la frontera con Dakota del Sur, Worthington es otra de esas localidades que lo tendr¨ªa dif¨ªcil si Trump cumple sus planes de una deportaci¨®n masiva. Los migrantes empezaron a llegar hace 30 a?os para trabajar en sus f¨¢bricas de envases de pl¨¢stico y de procesamiento de carne. Sin ellos, hoy ser¨ªa un lugar fantasma. Hasta Allen Thiner, con su gorra de ¡°Make America Great Again¡± y su Ford de 1954, lo reconoci¨® la ma?ana en que visitamos el pueblo: ¡°Los hispanos son necesarios para Worthington, y la convivencia es buena¡±.
Otra de las comunidades que ha crecido exponencialmente en el Estado es la somal¨ª, a la que pertenece la ¨²nica congresista ¨¢rabe en Washington, la izquierdista Ilhan Omar. Llegaron en los a?os noventa, como Jaylani Hussein, o la primera d¨¦cada del siglo XXI, huyendo de la guerra y atra¨ªdos por las promesas econ¨®micas del Estado. Hussein es director ejecutivo del Council on American-Islamic Relations (CAIR) y nos cit¨® en su casa de la zona de Minneapolis, cuya localizaci¨®n pidi¨® que no se especificara porque, explic¨®, est¨¢ ¡°amenazado de muerte¡±. ¡°Somos una comunidad muy activa pol¨ªticamente¡±, aclar¨®. ¡°Que tengamos una representante somal¨ª en Washington no surge de la nada¡±.
Eso explicar¨ªa por qu¨¦ naci¨® aqu¨ª la campa?a #AbandonBiden, que ped¨ªa el boicoteo a la reelecci¨®n del presidente tan pronto como en octubre de 2023, pocas semanas despu¨¦s del inicio de la guerra de Israel en Gaza. Hussein fue, a t¨ªtulo personal y no desde su cargo en CAIR, uno de sus fundadores. Minnesota es el Estado en el que Biden recibi¨® en las primarias un mayor n¨²mero de ¡°votos no declarados¡± en blanco, como se?al de protesta por su pol¨ªtica proisrael¨ª. ¡°La llegada de Kamala no ha cambiado nada¡±, seg¨²n Hussein. ¡°Estaba en su mano. Pod¨ªa haber hecho una jugada de las de Obama: decirnos una cosa, y hacer otra, pero no se ha dignado ni a eso¡±.
En sus c¨¢lculos, el enfado ¨¢rabe har¨¢ que Harris pierda en M¨ªchigan, Arizona y Georgia, y con eso bastar¨ªa para aupar a Trump a la Casa Blanca. ¡°Es una decisi¨®n muy dolorosa¡±, a?adi¨® Hussein, ¡°pero los ¨¢rabes estadounidenses no estamos interesados solo en nuestra comodidad, sino en hacer lo correcto. No podemos votar a quien apoya un genocidio¡±.
El desencanto del l¨ªder musulm¨¢n contrast¨® un par de d¨ªas despu¨¦s con el entusiasmo de las bases dem¨®cratas de Omaha, la ciudad m¨¢s grande de Nebraska. Un matrimonio de profesionales liberales, los Brown, hab¨ªa ideado desde el garaje de su casa una campa?a basada en la imagen de un punto azul, porque si Harris gana en ese distrito hay una combinaci¨®n un tanto endiablada del recuento de votos electorales que podr¨ªa darle la presidencia.
La ilusi¨®n se palpaba en esos d¨ªas entre los vecinos de los Brown, que se ve¨ªan repentinamente llamados a grandes cosas. En un mitin dem¨®crata destinado a los universitarios de esa ciudad, dos amigas se turnaron para enumerar los motivos por los que piensan apoyar a la que podr¨ªa convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos: ¡°El cambio clim¨¢tico¡±... ¡°El aborto¡±... ¡°El miedo al totalitarismo¡±... ¡°Los servicios sociales¡±. Despu¨¦s, una de ellas, Lindsey Thompson, resumi¨® en una sola frase el di¨¢logo de sordos que mantiene consigo misma la sociedad estadounidense y, de paso, despej¨® uno de los enigmas que nos hab¨ªa acompa?ado a lo largo de los 4.000 kil¨®metros de road trip. Fue cuando le preguntamos si todos sus amigos pensaban votar a Harris. ¡°Claro¡±, contest¨®, ¡°si no, no ser¨ªan amigos m¨ªos¡±.
???
La etapa final del viaje, Des Moines, capital de Iowa, era en realidad el principio de todo. Si algo distingue este Estado en la pol¨ªtica estadounidense es que acoge cada cuatro a?os la celebraci¨®n de sus famosos caucus. Aqu¨ª fue donde los republicanos apoyaron masivamente en enero, con temperaturas de 20 grados bajo cero, la candidatura de Trump, que despej¨® el camino a su designaci¨®n por tercera vez como candidato del partido. A esas alturas, la campa?a se antojaba como un largo y pesado d¨¦j¨¤ vu, la reedici¨®n de un duelo entre dos ancianos gru?ones, Biden y ¨¦l. Luego vendr¨ªan los intentos de asesinato, la primera renuncia de un presidente a perseguir la reelecci¨®n en medio siglo y el ascenso mete¨®rico de la mujer que aspira a sucederlo.
A unos treinta kil¨®metros de Des Moines por la I-35, autopista interestatal que parte en dos el pa¨ªs, se libra en la ciudad universitaria de Ames la ¨²ltima de las batallas decisivas de estas elecciones. All¨ª, Planned Parenthood opera una de las siete cl¨ªnicas abortivas que quedan en el Estado desde de que este verano, dos a?os despu¨¦s de que el Tribunal Supremo tumbara el derecho al aborto, los republicanos que controlan Iowa lograran imponer, con las excepciones de la violaci¨®n y el incesto, un l¨ªmite de seis semanas para interrumpir el embarazo. En la pr¨¢ctica, es como si lo hubieran prohibido porque muchas mujeres no pueden conocer a esas alturas su estado.
En la penumbra de una sala de operaciones s¨²bitamente en desuso, Alex Sharp, directora del centro de salud, cont¨® que algunas de las pacientes que llaman tampoco saben nada sobre el nuevo l¨ªmite y que entonces toca ayudarlas a buscar ayuda en otros estados, lejos de casa. Sharp tambi¨¦n expres¨® su impotencia: a diferencia de otros lugares como Arizona, Florida o la vecina Nebraska, donde dejar¨¢n en noviembre decidir a los votantes sobre la libertad sexual y reproductiva de las mujeres, la ley de Iowa hace ¡°muy dif¨ªcil¡± a los ciudadanos forzar un refer¨¦ndum.
Ese recorte de las libertades ha hecho de la defensa del aborto una de las l¨ªneas de activismo de Raygun, una marca de camisetas, tazas y otros art¨ªculos de regalo con sede en Iowa que, por lo dem¨¢s, basa su fama en mezclar pol¨ªtica e iron¨ªa. La fund¨® un tipo llamado Mike Draper, que, al terminar la carrera en Filadelfia, decidi¨® regresar a casa y empezar un negocio que cuenta con 10 tiendas en toda la regi¨®n y est¨¢ construido sobre el humor ¡°basado en el autodesprecio¡± del Medio Oeste. ¡°La gente no lo sabe, pero casi todos los grandes c¨®micos, de Johnny Carson a Mark Twain o David Letterman vienen de aqu¨ª¡±, nos dijo Draper.
En su tienda insignia del centro de Des Moines cre¨ªmos dar con un cierre a nuestra aventura por el Midwest entre las camisetas de la l¨ªnea m¨¢s exitosa, que juega con los t¨®picos que persisten en el resto de Estados Unidos sobre esta parte del pa¨ªs. La m¨¢s vendida dice: ¡°Des Moines: perm¨ªtenos superar tus ya de por s¨ª bajas expectativas¡±. En otra, una flecha se?ala ¨D¡°?Estamos aqu¨ª!¡±¨D un mapa de Estados Unidos con la s¨²plica de un lugar que tal vez no exista, pero que tampoco se preocupa demasiado por ello: ¡°Saluda la pr¨®xima vez que nos sobrevueles¡±.
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