El otro monstruo
Al igual que Hitler, Stalin fue un loco asesino. Mill¨®n m¨¢s, mill¨®n menos, elimin¨® al mismo n¨²mero de personas que el jerarca nazi y con m¨¦todos parecidos. Ni el bolchevique m¨¢s ferviente estaba seguro a su lado
Al igual que Hitler, Stalin fue un loco asesino. Mill¨®n m¨¢s, mill¨®n menos, elimin¨® al mismo n¨²mero de personas que el jerarca nazi y con m¨¦todos parecidos. Ni el bolchevique m¨¢s ferviente estaba seguro a su lado
Nunca debemos dejar de pensar c¨®mo Adolf Hitler, el vulgar oportunista que encarn¨® el mal absoluto, pudo seducir a tanta gente. Hay que estar vigilantes para que jam¨¢s pueda volver a repetirse algo similar
A quien pretenda ser portavoz de una abstracci¨®n ¡ªDios, el pueblo, una naci¨®n¡ª debemos pedirle que ense?e el poder notarial por el que le hizo su mandatario. Las identidades colectivas no protagonizan la acci¨®n pol¨ªtica
Ni en los textos sagrados ni en las conductas encontramos diferencias radicales entre las religiones. Pero el islam, como cultura, sigue sin adaptarse a la modernidad porque no ha tenido revoluciones de signo liberal
Tanto la izquierda como la derecha se han dejado cautivar por la creencia en ese ¡°car¨¢cter nacional¡±, cuando m¨¢s bien se han impuesto el estatismo, el corporativismo, el clientelismo y la fuerza de la familia y el grupo
La Guerra de la Independencia espa?ola y la ocupaci¨®n alemana de Francia son conflictos complejos simplificados por inter¨¦s patri¨®tico. Para entender el pasado nada hay m¨¢s distorsionador que el nacionalismo
Invocar la voluntad del pueblo para saltarse el respeto a la ley es uno de sus recursos habituales. Movilizan as¨ª a los ap¨¢ticos, pero su af¨¢n por eliminar las cortapisas democr¨¢ticas abre un peligroso camino a la tiran¨ªa
La Transici¨®n demostr¨® que el cambio era posible y que los dirigentes actuaron de manera sensata. Pero no hay milagros: muchos problemas heredados quedaron en pie. Desligarse de ellos exige un gran esfuerzo
Lo que buscan las ¨¦lites pol¨ªtico-culturales que impulsan la consulta en Catalu?a es monopolizar una parcela de poder y ascender a la cumbre del escalaf¨®n, aunque este domine un territorio m¨¢s reducido
Todo empez¨® con el atentado de Sarajevo, un incidente tr¨¢gico pero de importancia limitada. La atm¨®sfera nacionalista y el patrioterismo de la peor especie que reinaban en Europa desencadenaron la contienda
Los nacionalismos y populismos engarzan con la vieja tradici¨®n de rechazar al Otro como una imagen del Mal. Quiz¨¢ es ingenuo pedir que el discurso pol¨ªtico sea racional pero, al menos, que no sea infantil
El derecho avala dos principios incompatibles, el de autodeterminaci¨®n y el del respeto a la integridad nacional. El primero ser¨ªa aplicable a quienes carezcan de instituciones democr¨¢ticas o sufran discriminaci¨®n
La ret¨®rica pol¨ªtica sigue refiri¨¦ndose a un pasado paradis¨ªaco, una ¨¦poca anterior mejor que la actual. Pero no hay el menor indicio de que fuera as¨ª. Ser¨ªa preferible debatir sobre el presente sin recurrir a los mitos
Son dos formas radicalmente distintas de acercarse al conocimiento del pasado. La primera se basa en pruebas documentales que se interpretan a la luz de un esquema racional; el segundo quiere dar lecciones morales
En el debate sobre la relaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a, los viejos t¨®picos esencialistas no solo no aclaran el problema al que nos enfrentamos, sino que lo pueden agravar con renovadas ofensas y descalificaciones
Una guerra din¨¢stica, t¨ªpica del Antiguo R¨¦gimen, no se puede explicar como un conflicto nacional entre Espa?a y Catalu?a.Tampoco la uni¨®n de reinos bajo los Reyes Cat¨®licos fue el nacimiento de una naci¨®n
Premio Pr¨ªncipe de Asturias 1987, se midi¨® con los grandes de su disciplina
Conforme avanza el siglo XIX, las ¨¦lites barcelonesas van consider¨¢ndose m¨¢s ricas, cultas y europeas que las madrile?as, de las que depend¨ªan pol¨ªticamente. Ahora lo que quieren es dejar de pertenecer a Espa?a
No puede hablarse ya de ¡°independencia¡± ni de ¡°soberan¨ªa nacional¡± en t¨¦rminos absolutos
La cultura del pacto de la Transici¨®n no debe tirarse por la borda. Pero es preciso renunciar a los victimismos, a la ret¨®rica sobre los ¡°expolios¡±, a las angustias sobre identidades eternas amenazadas de extinci¨®n
La obra de Jorge M. Reverte a¨²na el rigor metodol¨®gico y un profundo conocimiento de la bibliograf¨ªa existente con una prosa ¨¢gil y amena
La Constituci¨®n gaditana fue el primer esfuerzo democr¨¢tico de la Espa?a contempor¨¢nea, que no cuaj¨® hasta la Transici¨®n. La celebraci¨®n del bicentenario es un momento propicio para revisar el relato can¨®nico. Nuevos libros, exposiciones y m¨²sica revisan el texto de 1812.
Quien llega a primera potencia mundial, como EE UU ahora o hace 500 a?os los Reyes Cat¨®licos, ha hecho m¨¦ritos. Pero yerra si cree que tiene una especial relaci¨®n con Dios o una "superioridad natural"
Santos Juli¨¢ acaba de publicar un libro inteligente, pol¨¦mico y de gran valor c¨ªvico. Se comprende que haya recibido tantos y tan iracundos ataques de los maniqueos que no aceptan la complejidad del pasado
El Tribunal Constitucional puede perfectamente aceptar la definici¨®n de Catalu?a como naci¨®n recogida en el Estatuto. De ella no se derivan necesariamente consecuencias soberanistas